31 mayo, 2009

SAWABONA - Gikovate

Aello - Picabia

«No sólo el avance tecnológico marca el inicio de este nuevo milenio. Las relaciones afectivas también están pasando por profundas transformaciones y revolucionando el concepto de amor. Lo que hoy se busca es una relación compatible con los tiempos actuales, en la que exista individualidad, respeto, alegría y placer por estar juntos; y no una relación de dependencia, en la que uno responsabiliza al otro de su bienestar.
»La idea romántica de que una persona sea el remedio para nuestra felicidad, está llamada a desaparecer. Este amor parte de la premisa de que uno necesita encontrar su otra mitad para sentirse completo. Así, muchas veces se da un proceso de despersonalización que históricamente ha alcanzado más a la mujer, cuando se anulaba a sí misma para amalgamarse al proyecto masculino.
»Sin embargo, la idea de este siglo es la asociación. Estamos cambiando el amor de necesidad por el amor de deseo. Me gusta y deseo la compañía, pero no la necesito, lo que es muy diferente.
»A medida que cambia el mundo, nos hemos de ir reciclando para adaptarnos a él. Estamos entrando en la era de la individualidad, que nada tiene que ver con el egoísmo. El egoísta no tiene energía propia: se alimenta de la energía de los demás, sea financiera o moral. Con el avance tecnológico, las personas van perdiendo el miedo a estar solas y aprendiendo a vivir mejor consigo mismas. Se dan cuenta de que se sienten parte de un todo, pero son enteras. El otro, con quien se establece un vínculo, también se siente una parte; pero no es el príncipe o salvador de nadie, sino solamente un compañero de viaje.
»Las relaciones de dominación y de concesiones exageradas son cosa de siglos pasados. Cuando pensamos que el otro es nuestra alma gemela, en verdad lo que hacemos es inventarlo a nuestro gusto. Así, la nueva forma de amor apunta a la aproximación de dos enteros y no a la unión de dos mitades. Cuanto más capaz sea el individuo de vivir solo —algo que se puede trabajar—, más preparado estará para una buena relación afectiva. Pues, quien está solo de vez en cuando, establece un diálogo interno y descubre su fuerza personal. En la soledad el individuo entiende que la armonía y la paz de espíritu sólo se pueden encontrar dentro de uno mismo, y no a partir de los demás. Al percibir esto, ese uno se vuelve más comprensivo con las diferencias, respetando la forma de ser del otro...
»Y es que el amor entre dos personas enteras es el bien más saludable. En este tipo de unión está el abrigo, el placer de la compañía y el respeto por el ser amado; ninguno exige nada del otro y ambos crecen.

»Sawabona es un saludo usado en el sur de África, que viene a decir: “Yo te respeto, yo te valoro y tú eres importante para mí”. Como respuesta, el otro contesta: Shikova, que es: “Entonces, yo existo para ti.”»

Adaptación resumida de un texto del psiquiatra brasileño Flavio Gikovate, que aborda el cambio de paradigma respecto de las relaciones de pareja que se están dando en el nuevo milenio.

24 mayo, 2009

HUGO

La libertad guiando al pueblo - Delacroix

¡Quién es Jean Valjean, quién! Quién, sino el joven hambriento que roba una hogaza de pan y es condenado por ello a 19 años de cárcel. Jean Valjean saliendo del penal tras cumplir la pena impuesta: un hombre macerado por el dolor, solo y aborrecido, un ser proscrito. Valjean, el ex convicto que vuelve a robar, esta vez los candelabros de plata del bondadoso y caritativo monseñor Myriel, y que, siendo nuevamente apresado, es sin embargo exculpado por su víctima. Jean Valjean que conoce de este modo el perdón y se transforma y busca redimirse a, ante, para, de sí mismo. Jean Valjean, decidido a rehacer su vida, a quien el encuentro con un niño que huye dejando caer su moneda de plata convierte en reincidente, un delito castigado con trabajos forzados a perpetuidad. Valjean otra vez perseguido por la justicia, inventándose una nueva identidad para sobrevivir, siendo ahora el señor Madeleine, un buen hombre volcado hacia el prójimo en una ejemplar armonía con cuanto le rodea. Jean Valjean escondido nuevamente tras la aparición del inspector Javert, policía implacable y justiciero que sospechará que tras Madeleine se oculta el propio Valjean y lo perseguirá sin tregua, para enviarlo de nuevo a prisión. Valjean ausente de sí mismo, huyendo una vez más del obstinado Javert y de su pasado atroz, asumiendo siempre el personaje que representa hasta sus últimas consecuencias. Jean Valjean, la fuerza bruta, la misericordia, la compasión, la filantropía personificada... un hombre justo y, a la vez, una especie de profeta maldito. Jean Valjean apiadado de Fantine, rescatando a la pequeña Cosette de la explotación de los malvados Thenardier, adoptándola, entregándosela años después al joven Marius a quien salva de la muerte en las barricadas de aquel París cuyas cloacas recorre con él a cuestas, malherido, mientras el pueblo se rebela contra el Rey...
Jean Valjean, eternamente, Jean Valjean. Pero, ¡quién es Jean Valjean, quién! ¡Quién... cuando la condición humana cabe entera, toda ella, en uno cualquiera de nosotros!

Victor Hugo escribió
Los Miserables en 1862. Moriría el 22 de mayo de 1885.

17 mayo, 2009

UN RICO Y SENCILLO POSTRE

Dr. Hermann Mayer - Dix

Ingredientes:

200 gr. de queso de untar (Philadelphia o similar)

150 ml. de nata líquida

1 sobre de gelatina de limón

mermelada de arándanos

1 bolsa de sobaos pasiegos

Preparación:

Poner al fuego un cazo con 250 cc. de agua y, según hierva, verter el sobre de gelatina. Disolverla bien y retirarla del fuego, para añadir otros 250 cc. de agua fría y remover de nuevo. Después, revolver en la gelatina el queso y la nata líquida, para terminar mezclando todo con la batidora.
Aparte, en un molde de tartas, cubrimos la base con un lecho de sobaos muy bien prensados. Volcamos en este recipiente el preparado anterior y dejamos que se enfríe, unas dos horas, en la nevera. Una vez cuajado, cubrimos la superficie con una fina capa de mermelada de arándanos... ¡Y a disfrutar!

Post Scriptum: Uno no calcula qué puede entender, quien vive al otro lado del charco, por sobao. El de por aquí es abizcochado, plano, rectangular y de textura similar a la de una magdalena (algo parecido a un
muffin o al cupcake americano), aunque mucho menos esponjoso, voraz e inclemente que ésta. A propósito, tengo un amigo que, por no terminar enojándose estúpidamente, pide dos cafés para desayunar: uno para él y otro para la insaciable magdalena de la que se acompaña, que nada más asomarse al bordillo de la taza se empapa henchida a reventar, sin previo aviso. Por eso yo advierto: la receta (en la querida América) ha de ser con sobaos, si existen, o algún bizcocho blando, dócil y maleable. La pérfida magdalena terminaría por devorarse la parte superior de la tarta, mientras estamos felizmente convencidos de que reposa en la paz de la nevera. Que no se diga que no avisé...

10 mayo, 2009

ENTRE TORNASOLES

Morena - Pino Daeni

Te robo apenas un minuto, como quien trapacea con una tonta excusa, para colarme de rondón en tu silencio. El minuto exacto que me llevará deslizarme, volverme papel entre tus dedos, para contarte un par de simplonerías: Como que llego calado por un chaparrón fugitivo que ya plañe, más que atruena, sus últimos exabruptos; que la tierra y el polvo mojado se dejan sentir desde mi ventana abierta, ahora que escampa; que el asfalto reverbera tornasolado entre los castaños florecidos; que, batidos por la lluvia, los tilos comienzan a hermosear el aire con su fragancia... y que esta primavera, que de verdes revienta, me devuelve abismado a aquel otro mayo en que por primera vez cogí tu mano. Y, con ella, aún retenida entre las mías, te cuento estas tonterías y ya me voy, casi como ya me vine, tras escamotearte la mirada, un minuto más tarde... y tanto tiempo después y felizmente sin embargo.

03 mayo, 2009

DESDE MI VENTANA


Casa revuelta - Klee

Mi piso está en un edificio que hace medio óvalo, con forma de concha. Por su trasera, desde el estudio en que tecleo, observo los latidos urbanos de la ciudad que me adoptó, desvaneciéndose entre grises capilares hacia las montañas que rodean esta vasta llanada. Veo también algunas casas del barrio adyacente, de las que me separa a un centenar de metros la cicatriz del ferrocarril que, parece ser, algún día soterrarán y una campa que a duras penas se distingue tras la arboleda de tilos... Pero sobre todo hoy veo y miro el cielo, un azul intenso y primaveral cielo que, entre hilachas de cirros, nos regala sus primeras y tibias caricias de sol.
Cuando entre jardineras me asomo a la terraza de la parte delantera, ante mí se abre un enorme y verde parque. Chopos y algún sauce sueltos, hileras de castaños, abedules, hayas y cerezos demarcan los senderos por los que los viejillos y los amantes, las madres con sus niños, las cuadrillas de jovenzuelos, se reparten las horas del día para pasear, hasta que el frescor de la noche los va recogiendo a todos y apenas sí algún tipo meditabundo con su perro o un deportista extemporáneo, caminan por entre las farolas de una soledad impuesta por el recogimiento. Hay también un lago en este parque, a la izquierda de mi vista, que pese a estar cerca casi me tapan los árboles, con docenas de patos solazándose a diario con el agua y las migas que, de su merienda, los críos les arrojan. No sé si son los patos de siempre y si su renovación es meramente generacional, como tampoco tengo seguro si el estanque es exactamente el mismo que el urbanista del entorno diseñó e hizo en un principio... Porque escuché una vez que una noche de un pretérito y muy crudo invierno la helada fue tan increíble que los patos quedaron aprisionados en las aguas y al despertar, asustados, salieron volando en bandada hacia regiones más cálidas, llevándose a bloque en sus zancas el helado lago del parque.
Pero esto lo cuentan y yo, la verdad, no he podido comprobar que fuera así. Ya que vine a vivir aquí, en su día pregunté. Hablé entonces con alguno, que me dijo que le habían dicho de otro que supo de alguien que dijo haber visto algo en una película, de lo que yo ahora cuento sobre los patos y el lago...
Pero , en fin: ésta, como cabe suponer, es ya otra historia.

26 abril, 2009

PERSONAJES - II

Reflection - Lucien Freud

EL EJECUTIVO

Se quitaba por las noches la corbata, con la esperanza
de deshacerse de un permanente nudo en la garganta.

EL CAMPANTE
Su memoria era tan extraordinaria,
que se olvidaba siempre de lo que se tenía que olvidar.

EL TERTULIANO
Dominaba siempre las conversaciones.
Sabía callarse, y lo hacía muy bien.

EL CONDENADO
Dios le castigó a vivir cien años, por reincidente.
En más de una ocasión, le había sorprendido matando el tiempo.

EL FILÓSOFO
Para su desgracia, le daban siempre la razón.
El problema es que luego no sabía qué hacer con ella.

EL POETA
Sus lectores le reconocían el don de la palabra.
Sólo él sabía que su don era el de la mirada.

19 abril, 2009

NAIALE

Night Flash - Duma

(Del Diario de Naiale)
11 de abril.


Desde que, en junio, terminé la carrera suelo venir a hacer cross-trainer en el gimnasio. Media hora sintiéndote como una esquiadora de fondo noruega, en un paisaje fitness que huele a ungüentos y a sudor matizado por una higiene mayormente saludable. Hoy me encontraba sola en una hilera de varias máquinas, mientras en otra zona varios pavos se afanaban en derretir calorías a media tarde. Estaba a diez minutos de terminar, cuando ha entrado un tipo (de unos 50, calculo, algo menos que mi padre) y se ha subido a la máquina que estaba a mi izquierda. Precisamente. «Hola», me saluda; «hola», contesto. Sin más. He sabido que al menos en una ocasión me miraba... aunque no de un modo descarado. No creo siquiera que haya deslizado la vista hacia mi pecho y menos hacia mi trasero o mis piernas (llevaba un short). Lo digo porque nunca me han gustado un pelo esos cincuentones que te repasan con increíble descaro o aprovechan la mínima para largarte un par de comentarios supuestamente graciosos, y entablar una ridícula conversación que les haga creer ilusamente que están ligando. Es decir, que aún pueden ligar. Los detesto con ganas. Pues vaya, deseando que éste no fuera de esos, he hecho por distraerme, yo a lo mío, hasta que he notado que, él también, comenzaba a transpirar. Sin mirarle, era fácil advertir el esfuerzo, su manera de inhalar y expulsar el aire: relativamente contenida, profunda, casi melódica. Entonces he pensado algo tan estrambótico como que ambos estábamos en la misma onda, jadeando de un modo rítmico que por momentos parecía acompasarse... Y, de repente, he sentido que esa respiración ajena se me hacía cercana, no sé; armónica, agradable... Pero, ¿qué te está pasando, Naiale? Me he asombrado, tentada por un insospechado impulso de mirarle. ¡Ya te vale, tía! Sin embargo, algo conmovía superficialmente mi vientre: un caracoleo leve como una cosquilla; ese algo hinchaba mi pecho, falto de aire, y me ha llevado a tragar saliva y beber un poco de agua del botellín que siempre tengo a mano. Cuando le he vuelto a mirar, se ha girado hacia mí sudoroso, brillante... Nos hemos sonreído cumplidamente y he enrojecido de vergüenza, más allá del esfuerzo. ¿Por qué estaba deseando acercarme a él hasta rozarle? ¿Por qué, al sentirle respirar, me he imaginado colándome en la ducha de su vestuario, para besarle bajo el agua y abrazarle...?
El pitido final del programa me ha sobresaltado. He bebido un resto de agua y me he secado el sudor de la cara con la toalla. Al bajar de la máquina, presentía que él estaba pendiente de mí y he comenzado a andar hacia el vestuario un tanto nerviosa, con necesidad de soltar de golpe el aire...
«¡Adiós!», me ha dicho entonces. «¡Adiós!» me he girado para contestarle y he visto una franca sonrisa iluminando su expresión, en medio del esfuerzo; una serena y madura mirada. Luego, cabeceando incrédula, he bufado largamente, camino de los vestuarios... Y todavía he estado un buen rato sonriendo, bajo el agradable chorro hilado de la ducha.

12 abril, 2009

LUCIDEZ INFANTIL


Una mirada - Miguel Rodríguez

Rescato una anécdota familiar, que recuerdo con cariño: Anna, mi hija pequeña, apenas tenía doce años, hace ahora cuatro. Ambos estábamos en la sala, yo hojeando una revista, ella viendo en la tele uno de esos magazines intrascendentes, plagado de absurdas discusiones. A nada que uno prestase un mínimo de atención al programa, podía ver que era realmente malo. Entonces, como venía a cuento con lo que estaba sucediendo en el plató, le pregunté quién le parecía que generalmente domina una conversación entre dos personas: la que habla o la que escucha.
—Aunque puede haber más de una respuesta —le advertí con cariñosa guasa—, es una pregunta para niñas inteligentes.
Después de pensárselo durante unos segundos, Anna me respondió:
—La que escucha.
Entonces, bastante sorprendido, volví a la carga:
—¡Vaya! ¿Y por qué supones que es así?
—Pues la verdad es que no sé muy bien —me contestó tan pancha—. Pero, como me has dicho que era una pregunta para niñas inteligentes, he imaginado que la contestación sería la contraria de lo que parece.
La inmaculada lucidez de los niños puede llegar a ser admirable. Dio igual sobre qué hubiera ido la pregunta. No pude por menos que sonreír y estrecharla contra mí.
—Muy bien, chata —le dije—: Un once en perspicacia.

05 abril, 2009

EL DON DE LA FELICIDAD - Aranguren

Primavera - Sergei Chaplygin

"En todos los tiempos, en todas las culturas ha sido constante el anhelo del ser humano por alcanzar la felicidad. Todos aspiramos a la felicidad y la buscamos de mil maneras. ¿Lograremos encontrarla?
Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas, y el consumismo es la forma actual del bien máximo. Pero la figura del consumidor satisfecho es ilusoria: el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y, por lo tanto, no es feliz. Podemos buscar la felicidad en el triunfo, en la fama, en los honores. Pero, ¿no es todo esto sino pura vanidad, en definitiva nada o casi nada? Otro modo de búsqueda es la autocomplacencia: así el goce del propio placer, el deseo de perfección o la propia virtud. Aspiramos a la felicidad, pero aspirar no es lo mismo que buscar y, todavía menos, que conquistar, ni fuera ni dentro de nosotros mismos.
Para recibir el don de la felicidad el talante más adecuado es, pues, el desprendimiento: no estar prendido a nada, desprenderse de todo. La felicidad, como el pájaro libre, no está nunca en la mano sino siempre volando. Pero, tal vez, con suerte y quietud por nuestra parte, se pose por unos instantes sobre nuestro hombro."

(José Luis López Aranguren, 1909-1996)

22 marzo, 2009

EL PERE

Homenaje a Gogol - Chagall

Mi amigo Pere nació con la primavera de hace medio siglo, y he aquí que lo celebro con él y los suyos, en Barcelona. Aperitivo en su casa de Muntaner, comida en L’Oliana, calle Santaló. Allí hemos sido invitados, su familia y tres parejas de amigos; es decir, dos parejas, mi ex y yo. La protocolaria asignación de lugares me sitúa entre Toño Fernández (Fer), celebrado humorista gráfico que edita sus inconfundibles viñetas en Avui y en El Jueves; antes en El Papus, etc. y su mujer, Virginia Mascaró. Fer es un tipo con una dilatada carrera que arranca en los años previos a la Transición. Aparentemente tímido, sutil y agudo observador, tiene una gran visión periférica; se lo digo y calculamos con humor las imprevisibles consecuencias que puede tener el querer estar-a-todas. Hemos coincidido en varias ocasiones y sé que nos tenemos un mutuo aprecio. Fer me comenta lo sentido que está por la muerte de su amigo, el actor Pepe Rubianes. Se le van cayendo varios de la agenda, gente como Jaume Perich, Manolo Vázquez Montalbán y otros. De algunos de ellos conserva sus SMS en el teléfono y le digo que no los borre. Fer es leonés, y ejerce y se le nota, a pesar de toda una vida en Catalunya. Su mujer, Virgínia tiene un dulce encanto, además de un fuerte acento mallorquín. Se interesa por mi blog y por la novela que tengo escrita. Entonces Lilí, la mujer de Pere, entra en la conversación y me pone más arriba de lo que yo me siento: «Es una pasada, escribe fenomenal.» Cuando le suelto que no es para tanto, dice que siempre me quito importancia. «El Juanan té vergonya», le informa. Pues quizá. Quizá esa mínima vergüenza... y un notable pudor. También hablamos de política. Desde que llegué hace un par de días a Barcelona, no cesan de preguntarme por esa extraña e inaudita coalición PSE-PP que parece ir a desbancar al nacionalismo conservador, después de treinta años de hegemonía. Les resulta difícil entender un pacto de esta naturaleza, y les digo que es difícil concebir la política vasca, si no se tiene en cuenta el peso específico de ETA. Virgínia, periodista, me pregunta a bocajarro a quién he votado. Y, claro, yo le contesto. Le digo que provengo ideológicamente de la malograda Euskadiko Ezkerra... y blablablá. Enric, que está frente a nosotros, se interesa y mete baza. Es un tipo afable y grandullón, con pinta de buena gente, casado con Amaya Hervás, vasca y psicóloga, como el menda, nacida el mismo día del mismo mes del mismo año que yo. Hemos celebrado la coincidencia con una copa de cava, en algún momento de los postres.
Por lo demás, Pere ha recibido mucho cariño estos días, y cabe el gozo de haber participado, de ser testigo de ello. Lo necesita, además, porque su trabajo se ha resentido enormemente con esta crisis que asola el país y medio planeta. Espero que reflote lo suyo, porque las cosas están realmente muy mal.
En fin, la comida ha sido del agrado de todo el mundo, y el vino (un Casajús) ha merecido. No ha habido discursos, ni Pere los deseaba. Dicho todo lo cual, una vez terminada la sobremesa, nos hemos retirado, cada quien a lo suyo. Ha sido bien grato estar con mi gente catalana, entre la que tan bien y bien tratado me he sentido siempre.

15 marzo, 2009

ELOGIO DEL OPTIMISMO

Optimismo - Slaby

Frente al pesimismo de la realidad,
el optimismo de la voluntad.
Antonio Gramsci.

Es difícil mantenerse optimista en un mundo como el que tenemos, complejo e inestable, regido por la incertidumbre; en una vida que nos enfrenta permanentemente a cuestiones de profundo calado como la búsqueda de la felicidad, las conmociones del amor... o el tan humano temor a la muerte. Todo cuanto rodea nuestra cotidianidad nos obliga de algún modo a movernos, a reubicarnos, a situar nuestra posición existencial en unas coordenadas que nos permitan mantener un equilibrio relativo, el justo, cuando menos, para permanecer a flote.
Ante este panorama vital, uno puede (yo diría debe) intentar ser positivo; lo cual, en mi opinión, es una cuestión voluntad y, hasta cierto punto, de obstinación: Quiero ver la cara amable que me brinda el mundo, las cosas hermosas que me ofrece la vida, porque sé que una y otras existen, las conozco, y practico un modo de mirar mi propia existencia, y la de los demás, que me aporta el beneficio de la confianza, del optimismo.
Con frecuencia, la seguridad de cada cual gana fuerza cuando combate los absolutos. Si uno antes sufría por su incertidumbre, con el tiempo va sintiéndose más firme y entero porque entrevé que en la vida todo, definitivamente todo, es mucho menos sólido de lo que durante bastante tiempo creyó. Parece cosa, entonces, de adoptar una actitud distinta, aceptando lo que se es y se tiene, no con un amoldamiento resignado, pero sí con ganas de mejorar y compartir el aprendizaje que se deriva de los propios logros. Sentir que se avanza (sólo el hecho de saberlo), ya supone un motivo para el optimismo.
En mi plano más personal, cuando pienso en situarme, organizo mi entorno para saberme a gusto en él, y preparo algún pequeño plan. Obsequio a mi ilusión con varios propósitos y me digo a mí mismo que sólo existe el presente y (al igual que las posibilidades que plantea) éste es infinito.

08 marzo, 2009

EL SABOR DE LOS DÍAS


Sólo se descubre un sabor a los días
cuando se escapa a la obligación de tener un destino.
-Emil Cioran-


Acabo de publicar en Internet El sabor de los días, una novela que no sé si será lo mejor, pero sí lo más costoso, de cuanto he llegado a escribir desde que aprendí a coger un lápiz, allá en el pleistoceno. Fue en una época geológica más cercana, ¡hace casi veinte años!, cuando emborroné sus primeras páginas, sin saber muy bien hacia dónde me llevaría el hilo argumental del que comencé a tirar. Llegué a hacer de ella siete versiones... y tuvo hasta tres títulos diferentes. Cansado de pelearme con cada una de sus páginas, terminé condenándola a la remota oscuridad de un cajón; yo, por mi parte, me hice el muerto. Una posición de la que, sin embargo, resucitaría para dar cuenta de ella un par de veces en este mismo cuaderno, y finalmente para revisarla con ganas, en el pasado mes de enero, revitalizado por la posibilidad de autoeditarla en Bubok.
Confieso que han sido los ánimos de cuatro estupendos (y poco imparciales) amigos, junto a un resto de vanidad que me queda, los que me han empujado a sacar la historia de Terenci Poquet a la luz, ahora que la tecnología nos brinda tan increíbles oportunidades. Pero, sobre todo, con ello lo que he querido es saldar la deuda que tenía contraída con el jovenzuelo aquel que la inició, vivió y soñó, con tanta fe como voluntad e ilusión... y que, de un modo muy presente, todavía vive en mí.
Gracias por vuestras visitas y por vuestra atención.

Juanan Urkijo Azkarate.

01 marzo, 2009

LAWRENCE

El Nilo - Marta Garralda

Yo soy parte del sol, como mis ojos son parte de mí. Mis pies saben perfectamente que yo soy parte de la tierra; y mi sangre es parte del mar. No hay ninguna parte de mí que exista por su cuenta, excepto quizá mi mente. Pero en realidad mi mente no es más que un fulgor del sol sobre la superficie de las aguas.
(Apocalipsis, David Herbert Lawrence)

Supe de la existencia de Lawrence cuando, en el Cine-Club de Llodio, en el que colaboraba (¡lástima que prácticamente hayan desaparecido estos espacios!), se proyectaba un ciclo sobre el director Ken Russell y, entre otras películas suyas, pude ver Mujeres enamoradas. A Glenda Jackson le habían concedido un Oscar por su papel por su magnífica interpretación, como una de las hermanas Brangwen... y me faltó tiempo para ir a comprar el libro en el que estaba basada. Me fascinó aquella lectura, que superaba el fiel reflejo en el que se había convertido sin duda la peli. Así fue como Lawrence, díscolo, atacado, controvertido y enfermo, entró en mi inquieta juventud. Aquel libro, junto a El Arco Iris y El amante de Chatterley, configuraron una trilogía que, en mi particular biografía literaria, dejarían una huella indeleble.
Creo haber leído tres veces Mujeres enamoradas, y otras tantas haber visto la película. Por eso admiro el tratamiento abierto que Lawrence dio a la sexualidad (se habló de esta novela como la "épica del vicio", en plena moral victoriana), su forma de confrontar las formas de pensar, las creencias y las pasiones de quienes protagonizan sus novelas.
D. H Lawrence fue un incansable viajero, movido por su afán de conocer, pero también por la necesidad de encontrar climas benignos para sobrellevar una tuberculosis que arrastró de por vida y a la que, finalmente, no pudo vencer. Moriría el 2 de marzo de 1930.

22 febrero, 2009

RELIEVES


Cabeza de mujer - Montserrat Gudiol

Déjame atraparte, emboscar tu cuerpo entre mis brazos, deslizar sin prisa cada una de estas palabras en la marmórea declinación de tu cuello. Quiero sentir cómo suavemente se despeña contra mi pecho tu aliento, envuelto en una cascada de cabellos... y estrujarte, y aplacar el ansia que me tienta a desertar contigo del tiempo y del mundo. Sueño; sueño y figuro en ti mi abandono, en el mar cálido y profundo de tu abrazo, cuando me embarco en él, suspenso, como un remero absuelto de su tarea por la corriente... Y si alguna certeza abrigo es la de quererte. Porque te quiero y te he querido desde la distancia inexorable del pasado, y mucho antes de hallarte ya se apretaba mi vientre al tuyo, mis dedos ya registraban tu espalda y añoraban retenerte un segundo más mis manos, cercando con caricias tu inmaculada nuca.
Me entrego a tus relieves de diosa griega y pienso en la serenidad de este amor que te trajo desde lugares imposibles para hospedarte en mi vida; de este afecto nacido y perpetrado entre viejos duelos y silenciosas complicidades; de esta ternura que me asila entre tus besos, el trasueño sin horizontes que regala tu mirada...
Hundo mi anhelo en tu pelo, eternamente, y consiento que mis ojos enceguezcan, que se silencien por siempre mis labios.

15 febrero, 2009

POEM 69 - Camille Stein


Astro Perdido - Úbeda

"Nunca mi padre me dijo que mirara al cielo, aunque en los días de lluvia asomara en silencio sus ojos trémulos, más allá de los ventanales, más allá de los edificios, más allá del agua y de las nubes de pana, más allá de las estrellas e idénticas mañanas. Y yo miraba a mi padre mirando estas cosas invisibles, estas imposibles quimeras, esta tristeza que se escurría inútil por las paredes y los tejados. Y nunca pude hacer nada para aliviar sus entrañas, que siempre fueron mías y a la vez extrañas. Mi mano permanecía como la suya, quieta, a la espera de esta nada. Ahora soy yo quien escudriña los secretos que el cielo jamás enseñará a mis ojos. Y mi mano también se cierra sola contra ese cristal sobre el que azota el viento, la lluvia."

Del Diario póstumo de una muñeca, cuaderno que Camille Stein atesora para deleite de sus visitantes: Camilleblog .

08 febrero, 2009

LOST IN TV

La casa de la casa de la casa... - Iturria

En el televisor hacían un barrido visual de la calle, una calle en una ciudad cualquiera. A paso rápido, la cámara seguía a su reportero pertrechado con un micrófono, buscando la noticia entre la gente. Entonces he podido entrever, en una esquina, por un instante, a un hombre en cuclillas, con la mano abierta y llagada. La cámara lo ha dejado a un lado, obcecada en adentrarse en el tumulto que rodeaba a una mujer joven y atractiva, tal vez famosa. Ya la tiene enfocada; el reportero se abre paso a codazos hacia ella... Y yo apago la tele; no me interesa. Sin embargo, algo permanece en mi retina tras esa sucesión de imágenes: una instantánea que poco después consigo integrar. Aquel hombre con la mano extrañamente agujereada era un mendigo... y lo sé porque en su hueco cabía una moneda.
Dejo la sala, recalo en el estudio, me acerco a la ventana. Alguien detrás de mí susurra mi nombre. Imposible, me digo, estoy solo en casa; y no me vuelvo. La nieve se derrite por segundos, como la luz poniente del día. Miro la calle vacía, miro por mirar la moribunda tarde, y veo ahí abajo a un hombre hurgando en un contenedor. Viste ropas sucias y ajadas, va forrado de harapos como un viejo clochard, tiene una bolsa de plástico en una mano y en la otra un... una gran llaga... ¡No puede ser! Siguiendo un repentino impulso, corro de un modo impremeditado hasta la cocina, preparo un bocadillo al voleo, cojo una lata de cerveza de la nevera y, franqueando la puerta, sin tiempo para esperar al ascensor, me lanzo escaleras abajo. Cuando salgo al frío de la calle, en mangas de camisa, allí no hay nadie. Permanezco perplejo, clavado en mitad de la calzada, de la nieve sucia y gris, girando el cuello a uno y otro lado... El contenedor, mudo testigo de una imposible confesión, está abierto. Voy hasta él como un autómata, haciéndome absurdas preguntas; lo cierro de un golpe seco y me inunda una vaharada de fétido olor a podredumbre. Finalmente subo cabizbajo. Bocata, lata en mano, ahora tomo el ascensor.
Incomprensiblemente, el televisor está encendido cuando entro en casa. ¿Acaso no lo había apagado? ¡Qué extraño domingo!, pienso yendo al baño. Me miro en el espejo y oigo cómo una voz, tras de mí, susurra nuevamente mi nombre. Pero estoy solo y, por esto, no me vuelvo. Al hilo del último suceso, me encuentro pensando en toda esa gente anónima y proscrita, condenada a vivir eternamente de nuestra escoria. Otra vez la voz que me nombra... Voy a quitar ese ruido de la tele. No estoy soñando, lo sé. Y, sin embargo, lo único que parece real a mi alrededor es ese locutor que mecánicamente habla al parecer del fútbol de hoy, y habla y habla y habla... Mientras retóricamente me pregunto: ¡Dios mío, hasta cuándo...!

 
ir arriba