"En todos los tiempos, en todas las culturas ha sido constante el anhelo del ser humano por alcanzar la felicidad. Todos aspiramos a la felicidad y la buscamos de mil maneras. ¿Lograremos encontrarla?
Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas, y el consumismo es la forma actual del bien máximo. Pero la figura del consumidor satisfecho es ilusoria: el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y, por lo tanto, no es feliz. Podemos buscar la felicidad en el triunfo, en la fama, en los honores. Pero, ¿no es todo esto sino pura vanidad, en definitiva nada o casi nada? Otro modo de búsqueda es la autocomplacencia: así el goce del propio placer, el deseo de perfección o la propia virtud. Aspiramos a la felicidad, pero aspirar no es lo mismo que buscar y, todavía menos, que conquistar, ni fuera ni dentro de nosotros mismos.
Para recibir el don de la felicidad el talante más adecuado es, pues, el desprendimiento: no estar prendido a nada, desprenderse de todo. La felicidad, como el pájaro libre, no está nunca en la mano sino siempre volando. Pero, tal vez, con suerte y quietud por nuestra parte, se pose por unos instantes sobre nuestro hombro."
(José Luis López Aranguren, 1909-1996)
Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas, y el consumismo es la forma actual del bien máximo. Pero la figura del consumidor satisfecho es ilusoria: el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y, por lo tanto, no es feliz. Podemos buscar la felicidad en el triunfo, en la fama, en los honores. Pero, ¿no es todo esto sino pura vanidad, en definitiva nada o casi nada? Otro modo de búsqueda es la autocomplacencia: así el goce del propio placer, el deseo de perfección o la propia virtud. Aspiramos a la felicidad, pero aspirar no es lo mismo que buscar y, todavía menos, que conquistar, ni fuera ni dentro de nosotros mismos.
Para recibir el don de la felicidad el talante más adecuado es, pues, el desprendimiento: no estar prendido a nada, desprenderse de todo. La felicidad, como el pájaro libre, no está nunca en la mano sino siempre volando. Pero, tal vez, con suerte y quietud por nuestra parte, se pose por unos instantes sobre nuestro hombro."
(José Luis López Aranguren, 1909-1996)