29 abril, 2012

UNA MALA NOCHE

Mujer de espaldas - Hammershoi

Hace un año que Berta y Gonzalo decidieron vivir juntos, sin imaginar siquiera que, unos meses después, él perdería su trabajo. Para Berta tampoco fue fácil. No sabía qué obraba en su interior, para estarse volviendo cada vez más desconfiada e irascible con Gonzalo, quien padecía sus desajustes con buenas dosis de resignación y la secreta esperanza de que todo aquello fuera cosa de una mala racha. Como fuera, Berta había adoptado la rutina de llamarle varias veces desde el trabajo, para preguntarle qué haces, sin más.
—Te doy un toque si me retraso —dijo ella.
—No, no hace falta. Tendré la comida preparada para cuando...
—Bien, si no quieres que te llame, no te llamo.
—No, mujer, yo no he dicho eso...
Pasaban los días y Berta se mostraba intratable con Gonzalo. Le cercaba a preguntas, pretendiendo que le diera cuenta de todo: de lo que había hecho o fuera a hacer durante la jornada, de lo que le quería...
Una tarde fueron de compras a Carrefour y aprovecharon unos cupones promocionales para adquirir a buen precio cuchillos de cocina. Se acercaron al punto de información para canjear uno y, nuevamente, discutieron. No se ponían de acuerdo en la elección y la dependiente, joven y agraciada, hizo algún comentario que a Berta le hizo pensar que se ponía del lado de su pareja. De malos modos, entonces, zanjó el asunto cogiendo un gran cuchillo de cocina, en vez del otro más pequeño y manejable que prefería Gonzalo. Al llegar a casa, Berta seguía malhumorada, recriminándole el coqueteo que se había traído con la chica de Carrefour, y él, los ojos en blanco, sacudió la cabeza incrédulo y se refugió en el ordenador, por evitar enmarañarse en otra irracional disputa.
Así les iba, en esos días en que Gonzalo no cesaba de mover su currículo, hacer llamadas, enviar correos y buscar por la red ofertas de trabajo, mientras Berta salía y regresaba a casa huraña, suspicaz, molesta por todo.
Una noche de enfado, ya en la cama, ella resoplaba entre inquieta y rabiosa. Aún despierto, Gonzalo vio que se levantaba con brusquedad y salía del dormitorio. Decidió no hacer nada y terminó durmiéndose, para volverse a despertar a las cinco de la mañana. Como Berta no había vuelto, se levantó y echó un vistazo a lo oscuro. Debía estar en la otra habitación, una suerte de trastero con una cama. La puerta estaba cerrada, conque volvió a acostarse, esta vez sin lograrse dormir. ¿Conocía realmente a Berta...? No pudo evitar acordarse del cuchillo que habían canjeado y, en esa traidora confusión de la noche, comenzó a sentirse intranquilo, bajo una estúpida alerta que no acertaba a controlar. Total que así, entre devaneos, pasaría un par de horas, hasta que, al abrir los ojos, varios haces de luz natural le llegaron de entre las lamas de la persiana. Se levantó, la puerta del otro cuarto estaba abierta: Todo en orden; la cama, incluso hecha. Entonces fue a la cocina, donde vio los restos del desayuno de Berta y junto a ellos una nota: «He dormido mal, luego te llamo.» Bueno, al menos no parecía enfadada. Tomando un café, Gonzalo recordó sus desvaríos nocturnos y bufó sintiéndose un poco necio. Luego, fregó las tazas y, tras recoger la cocina, encendió el ordenador de la sala y se llegó a la habitación para hacer la cama, como todos los días...
Sin embargo, todo habría de cambiar repentinamente, a partir del momento en que introdujo la sábana bajo el colchón, por el lado en que dormía Berta, y casi le da un síncope cuando tropezaron sus dedos con el filo acerado del cuchillo de Carrefour.

22 abril, 2012

AMORES MICRORRELATADOS - Varios

Abrazo - Schiele

HIEROFANÍAS

Y el fantasma vino corriendo y me atravesó.
Cuando quise verlo, ya no estaba.
Ahora, dos pulsos me habitan y mi sombra
algunas veces me besa en plena boca.
—Lilian Elphick—

STREPTEASE
Por favor, no te desnudes más.
Te vas a quedar en carne viva.
—Antonino Ney—

OTRA VUELTA DE TUERCA
Para los más sofisticados
(admitamos que se trata de una perversión muy cara),
la madame está en condiciones de contratar
los servicios de sus propias esposas.
—Ana María Shua—

NOCTURNO
Ellos son dos, por error que la noche corrige.
—Eduardo Galeano—

15 abril, 2012

EL CANTO DEL CUCO

Pas de Mercusot - Cuixart

Comenzaron a brotar las rustifinas que cuido en mi terraza y este hecho fue uno de los modos en que abril felizmente se anunciaba hace unos días. Abril, mi mes, con su hora y cuarto más de luz y el escenario de escarceos entre el sol y las nubes, batallando por despuntar en un cielo tan inestable como prometedor. Y es que, en la atmósfera magna e inigualable de abril, principia el acomodo de la nueva primavera, y por esto algún mayor de nuestros pueblos comentará con regocijo que, un año más, vuelve a oír cantar al cuco, ese sorprendente pájaro, con fama de taimado, que pone los huevos en nido ajeno y da fe del advenimiento de las floraciones; el cuco, con su canto aflautado, dos notas breves y volanderas y, tras ellas, una laguna de silencio.
Hace siglos que no oigo el canto firme y poderoso del macho (dicen que la hembra burbujea), el inconfundible cucú que se hace notar por los bosques de mi país en las mañanas de abril. Hace mucho, ya digo, y hoy, desde el pacífico exilio de una distancia tejida de tiempo, aquel canto del cuco tiene algo de mágico en la melódica transición de mis evocaciones. Era entonces mi niñez, domingos montañeros, las piernas arañadas de atajar por entre pinos y helechos, de rozar las matas floridas de otaca y brezo de los alrededores de aquel Llodio de entonces. Todavía, según escribo, casi oigo al cuco, como si fuera aquí al lado donde impertérrito aún permanece en su rama. Calculo que, si saliera de la ciudad hacia el bosque, a una hora de marcha no tardaría en escucharlo, y sé que, pese a no ser los mismos caminos y montes ni las mismas sensaciones, su canto sonaría inalterable en mis oídos, emitiendo señales de una entrañable complicidad. Cu-cu, cu-cu, cu-cu...
Tiene su gracia que recordar el canto del cuco me infunda una cierta añoranza. Y pienso que será secuela de tener la edad que tengo, esa perspectiva que da el ir haciéndose mayor, como también brindan los años la de gozar de estos minúsculos detalles, incluso desde una razonable nostalgia. En lo que más cercanamente me atañe, he aprendido a recrearme en las cosas sencillas. Noto que a veces mi felicidad se asienta en la discreta sorpresa que experimento de ser real, de existir, y que sus exigencias no van mucho más allá de abrir cada mañana las contraventanas y volver a cerrarlas al atardecer. Esto también es bienestar: una cierta lentitud, los mil tonos verdes que motean de vida cada día de abril, y esos momentos en que contemplo las rustifinas de mi terraza urbana, mientras en algún lugar vuelve a sentirse al cuco, un año más, con su canto aflautado: dos notas breves y volanderas entre los pinos, y tras ellas, atento, el niño que llevó mi nombre... y una laguna de silencio.

08 abril, 2012

EL PÉRIGORD NEGRO

Primavera - Millet

El Périgord es una de las regiones francesas que goza de mayor encanto y muy especialmente en primavera o en otoño, cuando no hay demasiada gente. Es una tierra de castillos, célebre por sus bellos pueblos y surcada por el limpísimo Dordoña. En mi primera visita a la comarca, recorrí el llamado Périgord Noir, cuya joya por excelencia es Sarlat, una localidad que tomó auge alrededor de una gran abadía benedictina y que, gracias a sus preciosos edificios medievales y a sus palacetes renacentistas, tiene el mayor número de construcciones protegidas (por m2) de Europa.
Saliendo de Sarlat, rumbo a Montignac está la Cueva de Lascaux II, considerada la Capilla Sixtina de la Prehistoria: una reproducción exacta de la gruta original. Las explicaciones que guían la visita son en francés, pero uno puede informarse en internet antes de ir, para tener una idea de lo que va a ver, en todo caso una maravilla.
En el valle del Dordoña, se sitúan la mayor parte de los castillos y manoirs (palacetes) de la región. Varias de las localidades de esta zona figuran entre los pueblos más bellos de Francia: la bastida de Domme, La Roque Gageac, junto a un abrupto acantilado, Belvès o Castelnaud. Cualquiera de ellos, merece una relajada visita. En La Roque, por ejemplo, es obligado tomar una gabarra para navegar por el Dordoña, durante una hora, y ver desde ahí las boscosas riberas. Sobre éstas, y de cada lado del río, resaltan espléndidos los castillos medievales de Beynac y de Castelnaud.
En el valle del Vézère se puede pasar por el acantilado de la Roque Saint-Christophe, un pueblo troglodita (la Madeleine) y el pueblo de Saint-Léon-sur-Vézère, con su coqueta iglesia románica. Hay muchos monumentos y lugares que, por su notable interés prehistórico están incluidos en el Patrimonio Mundial de la Unesco. Esta opción es para quien se interese por ver y saber cómo vivían algunos de nuestros más lejanos antepasados.
Por cierto, se dice del Périgord Negro que es una región que se visita con el paladar. Su generosa naturaleza ofrece productos deliciosos como el foie gras, las trufas, setas, nueces, el queso cabécou (de cabra), los vinos, etc. A la hora de comprar y comer, el rey de la gastronomía del suroeste francés es precisamente el foie-gras, o sea el hígado de pato o de oca, a no confundir con el paté, que es una mezcla de carnes, bastante más barato y que, en los restaurantes, se sirve en porciones o terrines (recomendable). Finalmente, un buen vino de la zona es el Monbazillac, blanco y dulce, de un precioso color entre pajizo y dorado, que acompaña estupendamente al foie gras como aperitivo; pero también hay otros blancos de Bergerac, algo más sencillos e igualmente sugerentes, muy en sintonía con lo que es y brinda toda esta atractiva región.

01 abril, 2012

NOCHES JUNTO A TI VIVIDAS

Y llegó la noche - Mercero

Desfallece el día y con su partida me vienen aquellas otras noches, que junto a ti he vivido. Noches intensas y envolventes, noches que colman el vaso del momento para encharcarme con la cadencia de un arroyo calmo... Olas mansas que acarician las riberas del crepúsculo y ondulan el reflejo esmaltado de otras lunas; de lunas que eran nácar sobre ríos de plata, de lunas que alumbraron nuestros hombros uncidos al andar, los caminos de sombras que inventaban nuestros pasos. Miro atrás y se me cuela aquel aire que aún respiro, y me entra por la boca hasta el pulmón y hasta lo más vivo, como una bocanada de complicidad y silencio, de letras inescritas en cada página del breviario de amores que juntos compusimos. Seguro que recuerdas la penumbra imperiosa que gobernaba los paisajes, y, común a todos ellos, aquel explorable silencio que se volvía nocturno; y cómo lo quebrábamos de risas, pisadas y besos, conmovidos en la insomne connivencia de tenernos a ratos, de tenernos siquiera de la mano.
Tal vez por esto que te cuento, me vuelven las noches junto a ti vividas; sosegadas se adentran en mis poros abiertos, en mis oídos como una balada al piano... Y un resto de mí mismo torna a transitar por senderos que son el musgo fresco en mi memoria, y las recupera para esta consagración de palabras: el poema inédito que emborronan mis manos, la idea del tiempo desnudo que no atiende a relojes, la misma vida rehaciéndose cada vez que alguien, en un lugar cualquiera, se despide y parte. Y el murmullo del agua cuando escribo...
Surca el cielo un jirón de estrellas, arrimándose perezosas a la alborada, y me amarro a un hilo de turbia realidad en la evocación última de aquellas noches que te digo, de sus ríos y caminos, de la luna que era nácar sobre plata, de los espejos que te vieron y se empeñan en retenerte... cuando ya no estás. Calla lejanamente el piano, cierro los ojos y renuncio a vigilar mis fronteras. Te busco a tientas en algún rincón del sueño y muy lentamente me extravío. Algo me dice que ahí fuera ya clarea.

 
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