29 junio, 2008

LA ESTAMPA DE TERENCI

Autorretrato - Basquiat

(Terenci Poquet, torturado opositor ajudicatura, vive desde hace medio año en un ático de alquiler en Barcelona, adonde llegó con el solo objeto de acartujarse para estudiar. Su aislamiento es cada vez mayor y apenas sí sale, casi únicamente a proveerse de embutidos).

«A todo lo cual, por fuera, la estampa que lucía Terenci era la de un desenterrado recién salido de sus propias exequias. No se afeitaba por pura desidia, y el pelambre se le entreveraba grasiento asfaltándole el cráneo de lacias crenchas, toda vez que una sombra levemente azulada almohadillaba sus marcadas ojeras. En el itinerario usual de compras, bajo un soleado mediodía, de tal facies fruncida, cual era la suya, afilada, de malcomido, parecía colgar su escabullido tronco que, haciendo de percha, soportaba un tronado atuendo.
Claudio el charcutero, su proveedor por excelencia, advirtiendo la mala cara que gastaba, le preguntaría afablemente si había estado enfermo. Argumentó, para no pecar de ligereza, que hacía un tiempo que no le veía por la tienda.
—¿Yo? No, qué va —le había pillado fuera de juego, esperando la vez, y efloreció pigmentándose milagrosamente como un heliotropo—. Me encuentro... bien —atinó a decir—. Gracias.

—Pues me alegro —apuntó Claudio, él ya de por sí colorado, de rollizo, exhibiendo una comercial sonrisa—. La salud es lo primero, sí señor.»

22 junio, 2008

DÍAS DE JUNIO

N.º 8 - Pollock

Tienen algo privativo estos días de junio. Será que, pese la obertura estival, no han terminado de acaecer en su benéfica plenitud los contrastes de la primavera. Antes bien, todo ha sido lluvia: lluvia a diario y casi sin parar en las últimas semanas. Y quizá por ello hay algo de inopinada premura en el correr del calendario, algo de desconcertante espera en una transición que subsiste en sí misma, y un resto de perdurada expectación en la gente. Estas fechas tienen, sobre todas las cosas, que el sol se hace de rogar, inaccesible tras las nubes que, allá por marzo, se instalaron bíblicas y eternas en nuestro cielo, y que la luz y el calor no llegan con la intensidad de la época... Tienen estos días de junio que las aguas consagraron su reinado absoluto, al parecer para la perpetuidad.
Pero, según escribo, me corrijo y pienso en ser justo: Son las seis, acaba de amanecer y, ahora en la cocina, escucho cercano el gorjeo de los pajarillos, sé que los ríos y embalses se han visto plenos y magníficos, y siento cómo la tierra revienta agradecida con la primera claridad, henchida de verdes matices que abrigan los extrarradios de la ciudad. Incluso, al desperezarme con un café hacia el frescor de la terraza, veo un hermoso claro avecinándose a lo lejos, entre los edificios y las cuatro torres del casco medieval que perfilan enhiestas el horizonte urbano. Emisario del verano, parece asomarse por detrás de la catedral de Santa María un benéfico y raso chorro de sol. Añoranza de luz y calor para todos aquellos que, en estos días de junio, aún sienten en sus vidas la humedad incómoda del desaliento...
La naturaleza es sabia, concluyo convencido. Y según la observo ahí fuera, huelo el café antes de sorber, y deseo fervientemente que, pese a nuestra falta de escrúpulos, así siga siendo.

15 junio, 2008

SER Y NO SER - Ortiz Osés

Vasarely - Pareja de cebras

«He aquí la cuestión: ser español o no serlo, ser vasco o tampoco, ser católico o negarlo. Para algunos fundamentalistas el ser es una esencia fija e inmutable, por eso son españoles y nada más, son vascos eta kitto (y se acabó), son católicos y amén. Pero un tal ser como esencia es una abstracción, algo que no es real sino suprarreal o metafísico, algo que no es humano... sino inhumano o dogmático. En efecto, en la realidad vital somos y no somos, somos variada y diversamente, somos en el modo existencial del estar: pues no somos de una pieza ni de una vez para siempre, sino que somos en proceso, estamos en devenir, existimos abiertamente.
»Así que la cuestión no es ser o no ser, sino ser y no ser. Pues somos hombres y animales, españoles y europeos, vascos y españoles o franceses, católicos y ecuménicos, listos y tontos. No nos podemos definir por la esencia purista o puritana, sino por la existencia impura o concreta. Por eso tampoco somos de derechas o de izquierdas, heterosexuales u homosexuales, ricos o pobres, buenos o malos, sino que lo estamos existencialmente. El estar es un modo de ser pos- moderno, fluido o fluente, abierto y mixto, ambivalente y relacional. Pues somos no solamente lo que somos, sino también lo que no somos por modo de privación, ya que tanto nos marca ser o estar en un lugar como no estar en otro; ser o estar leyendo este escrito como no estar leyendo otro diferente; ser o estar siendo católico como no estar siendo protestante o agnóstico.»


Extraído de La herida romántica, Andrés Ortiz-Osés. Ed. Anthropos, Barcelona.

Andrés es (y no es) teólogo, filósofo doctorado en hermenéutica, profesor de la Universidad de Deusto-Bilbao, y unas cuantas cosas más, además de un tipo estupendo. Precisamente el lunes, día 16, le entrevistan en el El Correo, y es mencionado este libro suyo.

08 junio, 2008

UNA DE MIEDO

Misterio - Katia Loritz

Tendría yo veinte años, cuando en la madrugada de un domingo de invierno sucedió lo que voy a contar. Dormía por entonces en el camarote de la casa de mis padres: un amplio compartimiento abuhardillado (con su tragaluz y algunos muebles antiguos, separados por cortinas de mi zona de estar), en un quinto y último piso ocupado sólo por trasteros, y en el que atesoraba esas pequeñas posesiones investidas de incontables huellas emocionales, que acompañan a uno en ciertos tramos de su vida. En aquel rincón disfrutaba de una autonomía funcional suficiente como para garantizarme el poder escuchar música tranquilo, echar mis pitillos (entonces fumaba), estudiar, escribir poemas y no tener que rendir cuentas a nadie cuando salía o entraba a horas intempestivas.
Pues bien, la noche que comento regresé a mi cubil eso de las tres de la madrugada. Acababa de dejar a mis amigos y no había bebido una gota de alcohol (creo importante anotarlo), porque estaba tomando antibióticos a cuenta de una molesta faringitis. Conque estuve un rato leyendo y, vencido de sueño, apagué la luz y me metí en la cama, cuya cabecera quedaba contra la pared, justo al lado de la puerta. El silencio era absoluto a esas horas, y me arrebujé confortado bajo las sábanas... Sin embargo, no llevaba cinco minutos con los ojos cerrados cuando, de repente, sentí que una llave se introducía en la cerradura, hasta abrir mínimamente la puerta y dejar entrar un haz de luz de la escalera en mi habitación. Sobresaltado, me incorporé como un resorte y, alargándome entero hasta casi caer de la cama, cerré de un fortísimo palmetazo.
—¡Quién es! ¡Quién anda ahí!
Pegándome a la puerta, di la luz, agucé el oído... pero sólo fui capaz de escuchar los latidos de mi corazón, que parecía írseme a salir por la boca.
—¡Quién eres! —repetí en voz alta...
Pero nada: Ni el ascensor, ni siquiera un ruido de pasos que se alejaran por el descansillo hacia la escalera... Recuerdo que mantuve bastante tiempo la luz encendida y que, de nuevo en la cama y totalmente espabilado, me costó conciliar el sueño. Confieso que tenía miedo.
Al día siguiente, al bajar a casa a desayunar (mis padres y hermanos vivían en el tercero), pregunté hoscamente quién había tenido la feliz idea de subir al camarote de madrugada, abrir la puerta y largarse de puntillas dejándome con un susto de muerte en el cuerpo. Pero no conseguí sino que todos me miraran perplejos, sin entender de qué les estaba hablando. Huelga decir que no logré resolver el misterio. El ruido de la llave al girar se produjo, se había abierto lentamente la puerta, entró un nítido filamento de luz, yo cerré de un golpazo... Todo lo sucedido resultó espantosamente real...

Menos mal que aquella extraña noche, mientras intentaba conciliar el sueño, casi sin atreverme a cerrar los ojos, únicamente consideré una de las dos hipótesis más probables: La de que, en la oscuridad de mi estancia, ese algo o alguien hubiese abierto la puerta... desde fuera.

 
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