Te robo apenas un minuto, como quien trapacea con una tonta excusa, para colarme de rondón en tu silencio. El minuto exacto que me llevará deslizarme, volverme papel entre tus dedos, para contarte un par de simplonerías: Como que llego calado por un chaparrón fugitivo que ya plañe, más que atruena, sus últimos exabruptos; que la tierra y el polvo mojado se dejan sentir desde mi ventana abierta, ahora que escampa; que el asfalto reverbera tornasolado entre los castaños florecidos; que, batidos por la lluvia, los tilos comienzan a hermosear el aire con su fragancia... y que esta primavera, que de verdes revienta, me devuelve abismado a aquel otro mayo en que por primera vez cogí tu mano. Y, con ella, aún retenida entre las mías, te cuento estas tonterías y ya me voy, casi como ya me vine, tras escamotearte la mirada, un minuto más tarde... y tanto tiempo después y felizmente sin embargo.