03 mayo, 2009

DESDE MI VENTANA


Casa revuelta - Klee

Mi piso está en un edificio que hace medio óvalo, con forma de concha. Por su trasera, desde el estudio en que tecleo, observo los latidos urbanos de la ciudad que me adoptó, desvaneciéndose entre grises capilares hacia las montañas que rodean esta vasta llanada. Veo también algunas casas del barrio adyacente, de las que me separa a un centenar de metros la cicatriz del ferrocarril que, parece ser, algún día soterrarán y una campa que a duras penas se distingue tras la arboleda de tilos... Pero sobre todo hoy veo y miro el cielo, un azul intenso y primaveral cielo que, entre hilachas de cirros, nos regala sus primeras y tibias caricias de sol.
Cuando entre jardineras me asomo a la terraza de la parte delantera, ante mí se abre un enorme y verde parque. Chopos y algún sauce sueltos, hileras de castaños, abedules, hayas y cerezos demarcan los senderos por los que los viejillos y los amantes, las madres con sus niños, las cuadrillas de jovenzuelos, se reparten las horas del día para pasear, hasta que el frescor de la noche los va recogiendo a todos y apenas sí algún tipo meditabundo con su perro o un deportista extemporáneo, caminan por entre las farolas de una soledad impuesta por el recogimiento. Hay también un lago en este parque, a la izquierda de mi vista, que pese a estar cerca casi me tapan los árboles, con docenas de patos solazándose a diario con el agua y las migas que, de su merienda, los críos les arrojan. No sé si son los patos de siempre y si su renovación es meramente generacional, como tampoco tengo seguro si el estanque es exactamente el mismo que el urbanista del entorno diseñó e hizo en un principio... Porque escuché una vez que una noche de un pretérito y muy crudo invierno la helada fue tan increíble que los patos quedaron aprisionados en las aguas y al despertar, asustados, salieron volando en bandada hacia regiones más cálidas, llevándose a bloque en sus zancas el helado lago del parque.
Pero esto lo cuentan y yo, la verdad, no he podido comprobar que fuera así. Ya que vine a vivir aquí, en su día pregunté. Hablé entonces con alguno, que me dijo que le habían dicho de otro que supo de alguien que dijo haber visto algo en una película, de lo que yo ahora cuento sobre los patos y el lago...
Pero , en fin: ésta, como cabe suponer, es ya otra historia.

 
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