30 marzo, 2008

EL PARAÍSO PERDIDO - Balzac

Entra la luz - Belanger

«Pero debes aprender una cosa e imprimirla en tu mente todavía maleable: el hombre tiene horror a la soledad. Y de todas las especies de soledad, la soledad moral es la más terrible. Los primeros ermitaños vivían con Dios. Habitaban el más poblado de los mundos: el mundo de los espíritus. El primer pensamiento del hombre, sea un leproso o un prisionero, un pecador o un inválido, es este: tener un compañero en su desgracia. Para satisfacer este impulso, que es la vida misma, emplea toda su fuerza, todo su poder, las energías de toda su vida. ¿Hubiera encontrado compañeros Satanás, sin ese deseo todopoderoso? Sobre este tema se podría escribir todo un poema épico, que sería el prólogo de El Paraíso Perdido, porque El Paraíso Perdido no es más que la apología de la rebelión.»

Los sufrimientos del inventor, Honoré de Balzac.

23 marzo, 2008

DENTRO DE MÍ

Persistencia de la memoria - Dalí

Dejo el libro que estoy leyendo, pongo música, me acerco a la ventana del estudio, levanto la vista al cielo vespertino de este marzo abriéndose paso a ráfagas de viento frío: Es de un gris homogéneo el cielo de hoy, como el azúcar mojado. «Adiós invierno...», me despido escuchando el sereno punteo de una guitarra; y pienso en el tiempo, no en el meteorológico sino en el que no ha de volver... Porque nada es tan terriblemente lejano como el pasado. Pienso en la calle que contemplo, en las largas hileras de tilos: decenas de tilos recios y desnudos, jalonando las aceras de mi paisaje más inmediato; pienso en las montañas neblinosas de allí, al fondo de todo cuanto llego a ver, recortando un horizonte recién nevado y difuso... Tengo la certeza de que todo está en su lugar. Si presintiese que mañana no pudiera volver a descubrir este cuadro tan habitual y hogareño, el escenario que se me ofrece se convertiría en algo único, precioso y entrañable para mí. Siendo conscientes, todo cuanto podemos perder adquiere un inusitado y mágico valor que nunca deberíamos despreciar. La lucidez nos mueve a contemplar y sólo entonces sentimos impostergable el deseo de retener cada momento como un aliento, respirándolo una y otra vez, por y para siempre...
Miro tras los cristales de la ventana, más allá de esta atmósfera y del momento, y siento que trasciendo. Registro un lugar desenfocado en mi retina, un lugar tan impreciso como íntimo que acaso ahora no existe como lo represento, pero que igualmente me pertenece: Lo ocupan las playas de mi vida, sus rocosos acantilados, los olores eternales a yodo y salitre del verano; esos lugares de arenas resplandecidas... Días que se alargan, saben a calores venideros. Pienso hacia delante y vuelvo hacia atrás; el haz y el envés de una vida incesante y plena, aún sin embargo a medio apurar. Pienso en la distancia, pienso en el tiempo, pienso en el vértigo. Pienso en las partículas de luz de la media tarde y en sus sombras, las sombras de un marzo gris...
Y sé que todo ello nunca me abandona; que viene siendo empapado por mis sentidos, extrañamente absorbido... Y nuevamente pienso que todo está en su lugar y que, por esto mismo, me pertenece de un modo antojadizo y singular; porque todo ello, definitivamente, se encuentra aquí dentro, tan dentro... Dentro de mí.
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Y sé que todo ello nunca me abandona; que viene siendo empapado por mis sentidos, extrañamente absorbido... Y pienso, nuevamente, que todo está en su lugar y que, por esto mismo, me pertenece de un modo antojadizo y singular; porque todo ello, definitivamente, se encuentra aquí dentro, tan dentro... Dentro de mí.

16 marzo, 2008

CHAGALL

El cumpleaños

Era yo un adolescente cuando, sin darme cuenta, oí por primera vez algo de Chagall. Mediaban los 70, el tiempo en que descubrí a Silvio y, entre sus canciones, Óleo de una mujer con sombrero me cautivaba. Que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción... era una advertencia sencillamente sublime. Sucedió que mi decodificación auditiva, unida a la precariedad de mi rudimentario radiocasete, me llevaba a canturrear algo así como Una mujer con sombrero, como un cuadro del viejo chaval... ¡El viejo chaval! ¡Cuánto tiempo la canté así, sin saber que tras mi chaval se emboscaba uno de los genios de la pintura del siglo XX! No sabría decir en qué momento corregí mi error, si afiné el oído o tal vez leí la letra, y supe que aquella canción hacía referencia a la quimera onírica de un anciano maestro...
Quizá por esto Marc Chagall ha permanecido ligado a Silvio, a las correrías románticas de mi primera juventud y a mi naciente amor por la pintura. Sé que quienes os acercáis a esta página conocéis a este genial pintor, pero también sé que aceptáis de buen grado que, el viejo chaval en quien yo mismo me he convertido, le rinda hoy un sencillo homenaje: 23 años después de que, casi centenario, falleciera en las cercanías de Niza.

El violinista celeste

Marc Chagall nació en 1887, en el gueto judío de la ciudad de Vitebsk (Bielorrusia), y falleció en Francia, en 1985, a la edad de 98 años. Su cuadro El violinista celeste se puede ver en el Museo Municipal de Tossa de Mar (Catalunya), en donde pasó los veranos de 1933 y 1934.

09 marzo, 2008

SOBRE HOMBRES Y MUJERES

597 - Luis Feito

UNAS PARA CORREGIR, OTRAS PARA PENSAR


Los hombres construyen puentes y tienden vías férreas
a través de los desiertos y, sin embargo, sostienen con éxito
que coser un botón es tarea superior a ellos.
HEYWOOD BROUN.


Cuanto más conozco a los hombres, menos los quiero;
Si pudiese decir otro tanto de las mujeres, me iría mucho mejor.
LORD BYRON.


En Oriente la mujer no suele ver al hombre antes de casarse.
En Occidente, después.
ÁLVARO de LAIGLESIA.


La mayoría de los hombres que difaman a las mujeres
están difamando a una sola.
RÉMY de GOURMONT.


En el paraíso perdido, la mujer mordió del fruto del árbol de la ciencia
diez minutos antes que el hombre. Desde entonces, ella
ha mantenido siempre esos diez minutos de ventaja.
ALPHONSE KARR.

Las mujeres son capaces de todo;
y los hombres son capaces de lo restante.
HENRI de RÉGNIER.


Las mujeres que buscan la igualdad con los hombres
son poco ambiciosas.
TIMOTHY LEARY.

02 marzo, 2008

UN PAR DE MINUTOS

Proa - Kancelpolski

Sorbo un resto de café y, al separarme de la corona de la taza, te observo frente a mí sentada. Tiene algo de eterno este modo en que me agasaja la vida, cuando me detengo y te contemplo, cuando tú también me miras y advierto en el brillo de tus ojos una belleza atemporal y única. Esa honda dulzura, ese candor... Es como si un instante de eternidad se hubiera suspendido en el fondo de tus pupilas, fecundando el momento preciso en que te miro. Dejo la taza sobre el platillo sin perder tus niñas humedecidas, la radiante sensación de infinitud en que reposa mi alma... y me arrobo en tu mirada, delicadamente prendido de cuanto me sugiere y remunera. Me recluyo en ella, me acurruco entregado, y sólo me aparta de su hechizo este torpe ensayo de pintarla en un par de minutos, merodeando con obstinada paciencia por un piélago de inútiles palabras, para garabatear la servilleta de papel que, sobre el velador, mis dedos te pasan. Entonces sonríes; me interrogan tus ojos al cogerla. Y te digo que está rico el café; lo apruebo, apurándolo, con un gesto...
Suenan cercanas las notas de un piano, cuando comienzas a leer mis letras y yo, entretanto, recuerdo el día en que, al verme en tu mirada, comencé a escribir estas oraciones de amor, por inventar maneras de cuchichearte al oído un te quiero.

 
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