Déjame atraparte, emboscar tu cuerpo entre mis brazos, deslizar sin prisa cada una de estas palabras en la marmórea declinación de tu cuello. Quiero sentir cómo suavemente se despeña contra mi pecho tu aliento, envuelto en una cascada de cabellos... y estrujarte, y aplacar el ansia que me tienta a desertar contigo del tiempo y del mundo. Sueño; sueño y figuro en ti mi abandono, en el mar cálido y profundo de tu abrazo, cuando me embarco en él, suspenso, como un remero absuelto de su tarea por la corriente... Y si alguna certeza abrigo es la de quererte. Porque te quiero y te he querido desde la distancia inexorable del pasado, y mucho antes de hallarte ya se apretaba mi vientre al tuyo, mis dedos ya registraban tu espalda y añoraban retenerte un segundo más mis manos, cercando con caricias tu inmaculada nuca.
Me entrego a tus relieves de diosa griega y pienso en la serenidad de este amor que te trajo desde lugares imposibles para hospedarte en mi vida; de este afecto nacido y perpetrado entre viejos duelos y silenciosas complicidades; de esta ternura que me asila entre tus besos, el trasueño sin horizontes que regala tu mirada...
Hundo mi anhelo en tu pelo, eternamente, y consiento que mis ojos enceguezcan, que se silencien por siempre mis labios.
Me entrego a tus relieves de diosa griega y pienso en la serenidad de este amor que te trajo desde lugares imposibles para hospedarte en mi vida; de este afecto nacido y perpetrado entre viejos duelos y silenciosas complicidades; de esta ternura que me asila entre tus besos, el trasueño sin horizontes que regala tu mirada...
Hundo mi anhelo en tu pelo, eternamente, y consiento que mis ojos enceguezcan, que se silencien por siempre mis labios.