27 junio, 2010

ALGO DE TI

Luminiscenze - Toffoletti

Algo de ti me roza en un escalofrío, cuando tu imagen fecunda mi sueño en el núcleo mismo de la noche. No sé si es el recuerdo de tu mano acariciando mi duermevela, si el de tu respiración concebida como un anhelo cuando me abrazas... o si, acaso, la evocación de aquella dulce malvasía que jamás osé robar de tus labios. Es algo de ti que no alcanzo a concretar, algo de ti que me arrulla y estremece, que infunde luminosidad y plenitud al recogimiento de mi pecho... Y basta un átomo de cuanto ese algo me inspira, para llenar de ti el lugar entre cuyas paredes de absurdas magnitudes soy centinela de tu ausencia. Reapareces inabordable y descubro en tu mirada el destello de vida que me invita a rondarte para terminar recalando en nuestros íntimos humedales, a amarte para morir en ti como muere la luz purpúrea del atardecer, exhausta y satisfecha, serenamente diluida en los profundos añiles de la noche...
Y en la noche te quiero. Y en la noche pienso que ese algo de ti me toma entero, mientras garrapatea mi mano estas notas, y me vuelco en el deseo de perdurarme a tu lado. Dibujo una caricia sobre el vuelo de tu memoria, vislumbro tu cara en un juego de espejos y me dejo ir, acotado en este paréntesis, empapado de un dulce y progresivo abandono. Cierro entonces los ojos, meciéndome en el calidoscopio de las quimeras, y me deslizo hacia ese otro lado del sueño, de un modo que apenas acierto a expresar... Y, mansamente aturdido, aún intento un último asalto a tu imagen, cuando advierto el forcejeo de cada una de mis letras huyendo vivarachas del papel, buscando a oscuras llegarte, aleteando juguetonas en un espejismo que rocía de besos tu mejilla.

20 junio, 2010

PERROS-GUIREC

Regatas en Perros-Guirec - Denis

Bretaña es tierra de costas barridas por fuertes vientos y mareas vivas, con campos de un intenso verdor, bosques frondosos y multitud de riachuelos. Sus casonas de granito denotan la arraigada identidad de un país marcado por sus orígenes celtas, sus historias de druidas y las leyendas medievales de los caballeros de la Tabla Redonda. Tomada en su conjunto, Bretaña pasa por ser la región mejor conservada de Francia.
En el noroeste de la comarca, se sitúa el departamento de Armor, la tierra asomada al mar, donde encontramos uno de los lugares más encantadores de la vieja Breizh: La costa de granito rosa, que debe su nombre a la original tonalidad de sus acantilados. Esta franja se extiende entre Trébeurden y Paimpol y, justo enfrente de la misma, están las Siete Islas, abrigo de la mayor reserva ornitológica de Francia.
Precisamente en el corazón de la costa de granito rosa, se sitúa Perros-Guirec, un lugar con verdadero encanto, al que merece dedicar como poco un fin de semana. El enclave es de una gran belleza natural. Es obligado hacer el Sendero de los Aduaneros que, arrancando de Perros llega hasta Ploumanach, bordeando los preciosos acantilados que dan al Mar de la Mancha. El camino, jalonado por matas de tojo y espino, discurre junto a enormes formaciones graníticas, modeladas desde tiempos inmemoriales por la fuerza del viento y del mar. Apenas en una hora y media de agradable caminata, por entre rocas y landas, se llega a la pequeña y hermosa playa de Saint Guirec, resguardada entre dos pequeños picos. Allí se encuentra el oratorio del mismo santo, un curioso monumento, construido sobre un montón de peñascos, sumergido por los flujos en marea alta, que tiene su origen en el siglo XII.
De vuelta a Perros, la playa, los paseos por el puerto o por la pequeña zona comercial que rodea la Plaza del Ayuntamiento, son opciones para pasar agradablemente una jornada de primavera entrada o de verano, los mejores momentos para visitar una comarca con tan alta pluviosidad como la bretona. Para comer, en Perros-Guirec hay varios restaurantes típicos en la zona portuaria, en los que degustar un sabroso pescado fresco (la raya, exquisita) o el plato más típico de la región: los mejillones, preparados de más de una docena de diferentes maneras. Y, hablando de pequeñas delicias palatinas, una buena opción es la de comprar las típicas galletas bretonas de mantequilla (las mejores: las Traou Mad), en sus pintorescas cajas de hojalata. Un bonito detalle para regalar y ofrecer a los nuestros.

13 junio, 2010

DANY, EL ROJO

Manifestación - Berni

Venimos padeciendo una conmoción social que será objeto de especial interés en los futuros libros de Historia y nadie sabe por dónde saldremos de ésta. Lo real es que, en un contexto cada vez más incierto y movedizo, se ha ido reemplazando la sabiduría por el conocimiento y estamos a punto de reducir el conocimiento a mera información. Como si todo fuera lo mismo. Sabemos de muy poco, pero estamos aparentemente informados... Y hasta Dios se ha puesto las pilas y tiene un vicario en la red, con un nombre tan cachondo como Google.
Como sea, sin embargo, cada vez más nos invade la certeza de que juegan con nosotros. De que la información que nos llega está contaminada, manipulada por depredadores oportunistas cuya codicia y falta de escrúpulos amenaza nuestro bienestar y el de nuestros países. Y mientras nos recortan derechos, asistimos perplejos a las decisiones de esos títeres que son nuestros líderes, en manos de los grandes bancos y el mercadeo de los especuladores.
Afortunadamente, pese a todo, aún hay quien denuncia la hipocresía de los gobernantes y plantea alternativas revolucionarias para atenuar la crisis. Daniel Cohn-Bendit, por ejemplo, hablando claro y proponiendo desarmes en el Parlamento Europeo. No le harán caso, pero reconforta verle urgiendo con vehemencia cambios profundos. Y es que los necesitamos.
Recuerdo con especial simpatía los acontecimientos del 68, cuando el entonces Dany el Rojo arengaba a sus compañeros universitarios de Nanterre. «Queremos un mundo nuevo y original —decía—. Nos negamos a crecer en éste, donde la certeza de no morir de hambre se cambia por el riesgo de morir de aburrimiento...» Y sucedió lo del mayo francés. Y yo era un chiquillo. Y aquello estuvo bien, más tarde lo supe. Al menos, mientras duró.
Quise ver a Daniel Cohn-Bendit años después, hacia el 80, en uno de los viajes en que, mochila y saco de dormir a la espalda, solía cruzar Europa en autoestop, buscando una anhelada progresía que en este país, si no permanecía oculta, aún era incipiente y algo pacata. Sabía que Dany trabajaba en la librería Karl Marx de Frankfurt... Pero finalmente no me cuadró la ruta y no tuve de él sino impresiones: Se había convertido en una suerte de pequeño-burgués, de porte intelectual, que colaboraba en periódicos y revistas liberales. Las malas lenguas (mis amigos de la izquierda alternativa alemana) le descalificaban tachándole de revisionista. Y, quien era yo entonces, sintió una cierta pesadumbre ante la imagen del revolucionario ligeramente fondón y recauchutado que me pintaban, y el empolvado recuerdo de sus soflamas, removiendo conciencias estudiantiles... tiempo atrás.
Hoy sé que le juzgué mal. Desde hace varios años, Cohn-Bendit es diputado de Los Verdes en el Parlamento Europeo y últimamente ha vuelto a la palestra con el asunto de Grecia, la crisis que nos asola y la falsedad y el doble juego de nuestros dirigentes. Por esto, quiero ser justo con él y reconocer lo bien que me ha sentado su genio y su compromiso, por lo que de excepcional tiene, al verle peleando por revelar los artificios y cambalaches que encubre la crisis, por hacer transparente la información... En definitiva, por seguir siendo quien, para muchos, siempre fue: un soñador que quiso cambiar el mundo. Como tantos de nosotros.

P.S. El enlace para ver a Daniel C-B en la red: La estafa de Grecia.

06 junio, 2010

HABLAR Y ESCUCHAR

Tertulia en la Sophiensaal - Engelhart

Hablar cuando sea preciso hablar, y sabiendo más o menos lo que se quiere decir, adónde llegar. Y, cuando hablar toca, hablar con alguien. Olvidar eso de hablar-a-alguien, como si ese alguien fuera un mero receptáculo sobre el que volcar nuestras palabras. La clave es con. Siempre hablar con. Y dejar de hablar, para dejar hablar. O sea: escuchar... y hacerlo como un acto de reconocimiento hacia quien nos habla, y en cierto modo de gratitud; como un acto más de amor, no obstante, por qué no, incluso.
Después de todo, tener alguien con quien hablar es un precioso regalo del que deberíamos ser muy conscientes. Poder hablar y, también, poder compartir la secreta complicidad de los silencios. Porque el hecho de comunicarnos nos vincula y nos revela como lo que somos: seres humanos.
Sí; hoy escribo y hablo de hablar, y pienso que es lo que estoy haciendo ahora contigo, cuando tanteo sin prisa lo que mis labios casi imperceptiblemente insinúan... Algo que me procura un sincero placer, una entrañada alegría. Y saberte ahí, pensando también: ¡quién pudiera algún día escucharte!
Dijo alguna vez el viejo Diógenes: Callando es como se aprende a escuchar; escuchando es como se aprende a hablar; y, luego, hablando es como se aprende a callar.
Escrito lo cual, y pareciéndome tan sabio, decido disolverme en el silencio que me rodea, porque probablemente demasiado he hablado; que, por tanto, mejor ya me callo... Que callarme es algo que aprendí a hacer y que, además y de verdad, sé que hago muy bien.

30 mayo, 2010

EL AMOR LÍQUIDO - Bauman

Soledad - Delvaux

Todos hemos visto, oído, y aún escuchado, a pasajeros del tren que, a nuestro lado, hablan sin parar por sus teléfonos. Uno diría que están contando los minutos que los separan de sus seres queridos y que no ven la hora de poder mantener esas conversaciones cara a cara. Pero quizá no haya pensado que muchas de esas charlas de móvil, que usted captó por azar, no eran el prolegómeno de una conversación más sustancial a producirse al llegar, sino un sustituto de ella. Que esas charlas no preparaban el terreno para algo real, sino que eran lo real en sí... Que muchos de esos jóvenes anhelantes de informar a sus invisibles interlocutores acerca de su paradero, no bien lleguen a sus hogares correrán a sus cuartos a cerrar la puerta con llave detrás de sí.
(...)
La idea misma de relación sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de "relacionarse" y "relaciones", la gente habla cada vez más de conexiones, de "conectarse" y "estar conectado".
(...)
Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el "compromiso no tiene sentido" y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duran, nos inclinamos a cambiar; en vez de hablar de parejas, preferimos hablar de "redes".

El amor líquido, Zygmund Bauman.

23 mayo, 2010

EL RITUAL

Fin de semana - Bracegirdle

Con el tiempo, el juego de la depilación se había convertido en una suerte de liturgia entre ambos. Solía acontecer casi siempre en fin de semana, después de que Rocío tomara su ducha nocturna y se hidratara con aceite corporal y cremas faciales, en tanto Alberto, normalmente, leía ya acostado.
Esa noche de viernes, ella entró en el dormitorio desnuda, con una toalla seca en el antebrazo, un bol con agua tibia, el gel y la maquinilla de afeitar. Alberto alzó la vista del libro y sonrió: Allí estaba su chica, espléndida, invitándole a participar en uno de sus rituales preferidos. Tentadora, Rocío le dijo: ¿Te animas? Y él, con falsa resignación, contestó: ¡Si no hay más remedio...! Y es que, acudiendo a la estadística, la probabilidad de que tras la sesión depilatoria hicieran el amor era del cien por cien.
De modo que Alberto dejó el libro, extendió la toalla para ella, y se puso manos a la obra. Rocío yacía felizmente relajada, las manos bajo la nuca, mientras a horcajadas sobre su vientre, Alberto extendía el gel sobre la primera axila humedecida, para rasurarla delicadamente hasta dejarla inmaculada. Con el mismo esmero depiló la segunda, la secó a toquecitos con una punta de la toalla y, cuidadosamente, movió sus útiles y descendió para arrodillarse entre las piernas de Rocío. Acudiendo a la estadística, eran dos minutos los que, por término medio, dedicaba a cada axila; entre ocho y diez a ambas ingles. Tomó del bol un poco de agua, mojó la zona que iba a rasurar y untó una gota de gel en sus dedos. Entonces vio la cana. Primeramente pensó que era una hebra y la intentó retirar con el canto del meñique... Pero no, allí seguía, destacando insolente en medio del vello púbico. Ahora vengo, dijo entonces. Y regresó del cuarto de baño con una tijerita. ¿Qué haces? Nada; tienes algo, como pegado. Rocío se incorporó sobre sus codos ¿Dónde? Que no es nada... Túmbate, anda. Ella obedeció, mientras Alberto cortaba aquel pelo impertinente... ¡Ris! Parecía asomar algo, conque lo cercenó junto a los contiguos, ¡ras! ¿Ya...?, dijo ella. Sí. ¿Qué era? No sé, un hilo. Alberto dejó la tijera y comenzó a rasurar maquinalmente la primera ingle. Aquella cana pareció haberle descentrado. Una cana, justamente ahí... Aún buscó un resto del pequeño brote, mientras depilaba precipitadamente la segunda ingle, sin mimo ni detalle. Chico, hoy no estás nada fino, le reprochó Rocío, sentándose, cuando terminó. Él contestó: ¡Te quejarás, encima! Y, con gesto hosco, llevó el bol, el gel y la maquinilla al cuarto de baño, antes de retomar su lectura. Rocío retiró la toalla y se puso el pantaloncito y la camisola que había dejado doblados en la alfombra camera. Se acostaron sin hablar.
Acudiendo a la estadística, la probabilidad de que el ritual depilatorio mantuviera para Alberto y Rocío parecidos interés y frecuencia acababa de disminuir considerablemente. Pero la de que continuaran, tras él, haciendo el amor lo hizo aún más... Por extraño que parezca, bastante más.

16 mayo, 2010

MICRORRELATOS

Ritual de lilas - Rothko

ESPEJISMOS

Se arrastraba por la arena ardiente,
cuando vio que se le aproximaban
tres bellas huríes con cántaros de agua.

Nada enturbió la celestial visión del explorador;

ni siquiera la docena de buitres
que rondaban sobre su cabeza.

INTENCIONES
Aquella fue una fecha muy especial para él.
Decidió que a partir del día siguiente
se plantearía hacer una lista de las cosas que, en un futuro,
le podrían servir para comenzar a tomar determinaciones
que le ayudaran a mejorar su capacidad resolutiva.


VENGANZAS

Entonces ella dio un portazo,
dejándome una vez más con la palabra en la boca.

Estaba bien dura, pero me tomé mi tiempo,
la mastiqué a conciencia y la rumié.

Luego, la escupí sin ruido.

Desde entonces, mastico, rumio y escupo palabras en su memoria.

Mi mayor placer se ha convertido en su, también mayor, tortura:

Digiero en silencio.

09 mayo, 2010

EL ÚLTIMO BESO

El beso (detalle) - Klimt

Busco deliberadamente tus labios, para robar de ellos esa dulzura de amante complacida que me dispensa tu mirada. Entorno los ojos y te desdibujas en la bendita ceguedad de la cercanía. Quiero amarte, ceñirme a ti, y todo mi envite se condensa en el manso deseo de decomisar tus besos, de aspirar tu más breve suspiro, de beberlo y hacerlo enteramente mío, entregándome para sólo sentirte como ahora mismo te siento: de alma.
Y te tomo desde la oscuridad mantenida, con una leve presión en la nuca, mientras mis labios se demoran en la comisura de los tuyos, sisándote el aliento, besándote con besos menudos, ligeros como una cosquilla... Luego se tientan y forcejean, para después abandonarse, esos labios, labios grávidos como fruta en sazón, carne de cerezas maduras, tierna y húmeda huella del amatorio responso. Tus labios... Apenas mis dientes registran con un suave mordisco su lisura, mi lengua su rocío, dulce como la malvasía, y entonces me retiro y tomo aire... Reclino mi cara contra la tuya, resbalo a través de su cálido roce para emboscarme en tu pelo, en la firmeza soberana de tu cuello, rindiéndome en tu abrazo, pendiendo de él, como del tiempo...
Pero todavía amago y nuevamente me aparto. Por un instante me dejo acunar en el momento, mirando ese regalo que es tu sonrisa a ojos cerrados, y morosamente vuelvo a fundirme en tu boca. Busco tus labios, una vez más, para robarte el aliento, para hurtarte como un canalla un último, este beso, el último beso...

02 mayo, 2010

VITORIA DE VERDE

El restaurante - Díaz Olano

Recomiendo visitar Vitoria entre mayo y julio. Si bien es verdad que las fiestas de La Blanca, en agosto, invitan al bullicioso ambiente que en ellas se respira, pasadas éstas, merced a una nefasta política comercial y hostelera, la ciudad permanece desierta, con la mayor parte de los negocios, bares y restaurantes cerrados para desolación del visitante.
Pero en primavera, como decía, Vitoria se viste de verde. Éste es sin duda su color, el de su anillo, sus paseos y parques. Si se va a pernoctar, propongo el Jardines de Uleta, un tranquilo hotel situado en Armentia, con apartamentos estupendamente dotados y a un precio bien asequible. Desde él hasta el corazón de la ciudad (veinte minutos) se desciende por La Senda, fresca y agradable, jalonada por castaños, plátanos y varias construcciones interesantes, sobre todo en el tramo de Fray Francisco, donde se ubican los palacios de Ajuria Enea y Augusti. Éste último es la sede del Museo de Bellas Artes de Álava, en el que merece visita la obra costumbrista de Díaz Olano, el pintor más destacado que ha dado esta ciudad. La Senda nos abocará al parque de la Florida, ya en el centro, desde el que podremos encaminarnos hacia la almendra medieval y, a través de sus calles gremiales, llegar a la catedral de Santa María.
Ver este santuario me parece obligado. La acertada apuesta del Abierto por reformas que preside el acceso al viejo y enfermo templo ha dado pie a que se lo realce en obras de Follet o Coelho. Un recorrido guiado por su interior (previa reserva), nos dará una idea del esfuerzo que está suponiendo mantener en pie un edificio rehecho a lo largo de los siglos y que, torcido y cansado, amenazaba con venirse abajo. Gracias al empeño de la fundación que lleva su nombre y a una tecnología puntera, la visita a esta UVI arquitectónica resulta un placer, al situarnos ante la halagüeña expectativa de que, efectivamente, por enferma que estuviera, poco a poco la catedral se recupera de sus males.
Llegada la hora de comer, las inmediaciones del lugar ofrecen varias opciones. En el Bar Santiago, de la calle Santo Domingo, modesto, chiquito, de mantel de hule, una ensalada ilustrada, su pulpo a feira (sabrosísimo) y unos mejillones con tomate nos dejarán espléndidamente, por un moderado precio. En otro y muy diferente plan, El Portalón es un genuino museo enclavado en una admirable casa medieval de la Plaza de las Burullerías. Su variada carta de cocina tradicional vasca, un deleite para los sentidos. Con crianza de Rioja alavesa, el cubierto rondará los cincuenta euros.
Tras el café en terraza (o la saludable opción de paseo y siesta), la tarde puede dedicarse a recorrer el centro de la ciudad: Plazas de la Virgen Blanca y de España, el Machete y Los Arquillos, Plaza de los Fueros... para terminar degustando unas tapas. Como opciones: Toloño, La Malquerida, en la calle Correría, Sagar-Toki, en Prado, o cualquiera de los bares del tramo central de la calle Dato; muy cerca entre sí, todos ellos.
El regreso a pie al aparthotel vendrá bien para bajar lo ingerido y predisponernos para un sueño reparador. Ni que decir tiene, en cualquier caso, que el hecho de coincidir con el siempre magnífico festival de jazz que todos los julios se celebra en Vitoria, merece una tarde-noche de concierto. Esta próxima edición promete, con Chick Corea, Dianne Reeves, Paco de Lucía...

25 abril, 2010

LAS AGUJAS VERDES - Arrow

Viento en los pinos - Arikha

El abeto no tiene opción al comenzar su vida en la grieta de una roca, y sobre el suelo se eleva un tronco retorcido, que ha crecido en arrebatos irregulares de energía, estropeado por las ramas muertas y quebradas y doblado hacia un lado por los impetuosos vientos. Sin embargo, en lo alto de su copa algunas ramitas mantienen sus agujas verdes año tras año y dan prueba de que, aunque imperfecto, deforme y lleno de cicatrices, el árbol vive.


18 abril, 2010

QUERER LO QUE SE HACE

Desocupados - Berni

Confieso que no termina de convencerme la fórmula de selección que obra tras esa imagen tan repetida en la que quien opta a un puesto de trabajo ha de avanzar sobre la mesa del examinador sus titulaciones, casi antes de poder decir siquiera buenos días. Alguna vez me ha tocado actuar en este escenario y revisar y puntuar currículos, esos compendios obtenidos a fuerza de hincar el codo y aflojar la tela, que nos preceden a la hora de incrustarnos en el feroz mundo de la competencia profesional. Y si no me dicen gran cosa es porque, detrás de ellos, se ve poco más que una presunta erudición, resumida y pasada a limpio, permaneciendo absolutamente emboscada la persona que me interesa, la más... real.
Pero, hablando de mostrar las propias credenciales, tampoco me gustan demasiado las biografías, versiones con ínfulas literarias de lo que uno dice que ha hecho en este mundo, por razón de que en ellas se borra más que se escribe y porque nunca alcanzarán a contener aquello que el biografiado declinó realizar en su vida. Y es que esto también le hace a uno quien es: la renuncia a todo lo que pudo ser... y fue decidiendo que no sería.
Sea cual sea el caso, con mejor o peor carta de presentación, saber lo que uno quiere hacer en la vida, es mayormente una eterna preocupación de juventud que, con ser ciertamente difícil, no parece un problema insoluble. Para la inmensa mayoría de la gente, el problema universal, el gran problema de todas las edades y tiempos, una vez sabido lo que se quiere, sigue siendo poder hacer lo que se quiere...
Sin embargo, y aunque no quiero convertir este desenlace en un galimatías, ya sentenció el viejo Tolstoi que el secreto de la felicidad no consiste en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer lo que se hace.

11 abril, 2010

ESTEBAN CUMPLIÓ CINCUENTA

Atardecer en Fire Island - Collins

Esteban cumplió cincuenta y lo celebramos con él, sus dos chicas, unos amigos y yo. El lugar: La Fábrica, playa de Larena, cerca de Bilbao. Una estupenda comida, una agradable sobremesa. Cuando regresaba, a media tarde, conduje los ochenta kilómetros que me separan de ese recorte del Cantábrico paladeando el atardecer, las primeras pinceladas solares que acicalan el paisaje de nuestra primavera septentrional. Me envolvía la música de Gilmour y hubiera continuado, más allá de mi ciudad de adopción, dejándome llevar. Todos hemos experimentado alguna vez esa sensación de acogedor aislamiento, íntimamente necesario. Me sentía francamente bien, mientras pensaba en él, en Esteban. Esteban pródigo, solvente, arrollador; Esteban, la misma tierna y cálida sonrisa que conocí hace más de seis lustros. Recordaba con un punto de emoción nuestro codo con codo en la universidad, la carrera hilvanada entre las peceras de estudio y las tabernas de Deusto y las Siete Calles bilbaínas, los posteriores encuentros, ya ambos con familia, distantes en el devenir de agendas y rutinas, pero tan próximos en el compás de ese minutero que marca el tiempo del corazón. Pensaba en el pedazo de vida que comparto con él, en las cañas y pitillos de juventud, en nuestras devociones literarias y musicales, en su temprana pasión por Springsteen, en las cenas de tasca, las discusiones y las copas, en los mil momentos trajinados en desafiar al perro mundo y en vivir...
Poco a poco, vamos llegando todos a los cincuenta. Hablo de mí y de ellos, hablo de mis amigos, engastados en una generación que dejó los pasajes de una infancia en blanco y negro, para crecer con el horizonte de la esperanzadora Transición. Una generación de en medio, que descubrió las tonalidades impredecibles de la diferencia, que reivindicó el pacifismo y a los intelectuales de izquierda, a los gays, a los objetores y a los proscritos, que ondeó banderas zurcidas con los retales de un jipismo tardío y advenedizo, y se lanzó a viajar a dedo hacia aquella desconocida Europa que nos desconocía; una generación combativa, empecinada en cambiar las viejas normas del porque-sí, ilusionada con inventar nuevas formas de aprender, de relacionarse, de amar...
No fuimos mejores que otros; ni siquiera más importantes. Pero sé que mi memoria no está teñida de engreimiento, si digo que hicimos cuanto pudimos por estar donde nos correspondía, librando batalla, como tanta otra gente, en aquel cachito de la historia moderna de un país que anhelaba renacer de entre sus miserias...
Ahora que, como decía Gil de Biedma, de casi todo han pasado ya veinte años, me queda un poso de gozo cada vez que me veo con alguno de los más míos. Como hoy, que compongo una improvisada fotografía y no puedo por menos que sonreír al imaginarla: Es Esteban, son mis amigos, ellos y yo mismo, algo más fondones y aburguesados, pero mirando aún hacia el mismo viejo y querido horizonte... una vez franqueados los cincuenta.

04 abril, 2010

ILUSIÓN Y VIENTO

El violinista azul - Chagall

No recuerdo haber tenido que enmascararme apenas, para llegar a ser quien ahora soy: Este hombre cualquiera que se asea con pulcritud y desayuna fuerte, trabaja lo necesario y se cuida sin exageraciones, alguien que premedita bastante sus actos, pero casi nunca demasiado, el tipo que forcejea con el mundo, acaricia a solas el aire, compone en su cabeza sensaciones y trenza y escribe sus retales de vida para saberse, para tenerse en pie. Este mismo hombre que también se impacienta y sulfura, el vehemente que gesticula y hace vientos con los brazos, quien, cuando los lobos acechan, se blinda hasta los dientes, agazapado en una esquina prestada de la campana de Gauss; el que defiende los cuatro principios que le quedan, a base de alambradas...
No, para llegar hasta aquí, no me tuve que cubrir tanto.
Cuando leo mis viejos diarios y rememoro fragmentos de mi infancia, redescubro al crío desnudo que, al igual que todos, fui; al niño aquel que, como decía Mark Twain, podía recordarlo todo, hubiera sucedido o no... Y, al hacerlo, aún siento cómo latía su corazón cuando corría entusiasmado en pos de materializar sus fantasías, y su agitado afán por abrirse paso y avanzar, buscando claros en el paisaje umbrío de un bosque de incógnitas. Le recuerdo también deslumbrado, pese a todo, por la extraña luminosidad de las pequeñas revelaciones, de los matices delicados, de las cosas bellas...
Tal vez mis evocaciones no sean del todo precisas, pero tengo para mí que,
entonces, el chiquillo que fui se armaba de viento y de ilusión para abordar sus sueños y, ahora que lo pienso, creo que probablemente viento e ilusión eran lo único y más hermoso que, para crecer y hacerse mayor, aquel niño siempre supo que tenía a mano.

28 marzo, 2010

CON LA CUCHARITA - Aub

Monsieur Boileau - Toulouse Lautrec

Empezó a darle la vuelta al café con leche con la cucharita. El líquido llegaba al borde, llevado por la violenta acción del utensilio de aluminio. (El vaso era ordinario, el lugar barato, la cucharilla usada, pastosa de pasado.) Se oía el ruido del metal contra el vidrio. Ris, ris, ris, ris. Y el café con leche dando vueltas y más vueltas, con un hoyo en su centro. Maelstrom. Yo estaba sentado enfrente. El café estaba lleno. El hombre seguía moviendo y removiendo, inmóvil, sonriente, mirándome. Algo se me levantaba de adentro. Le miré de tal manera que se creyó en la obligación de explicar:
—Todavía no se ha deshecho el azúcar.

Para probármelo, dio unos golpecitos en el fondo del vaso. Volvió enseguida con redoblada energía a
menear metódicamente aquel brebaje. Vueltas y más vueltas, sin descanso, y ruido de la cuchara contra el borde del cristal. Ras, ras, ras. Seguido, seguido, sin parar, eternamente. Vuelta y vuelta y vuelta y vuelta y vuelta. Me miraba sonriendo... Entonces saqué la pistola y disparé.

Crímenes perfectos
, Max Aub.

21 marzo, 2010

EL HAZ DE LUZ

Cabeza de hombre - Freud

El haz de luz es lo que miro, cuando entra Clara y me vuelvo hacia ella. Viste una suerte de harapos que no reconozco; será que son nuevos. Entonces comienza a hablarme de un verano hace tiempo extraviado y, sin ton ni son, me besa con ganas. Es curioso que, por dejarme besar, no sienta remordimientos salvo en los labios... Y, casi mientras lo pienso, Clara se aparta de mí y ni se despide; sale del cuarto. Y yo vuelvo a reparar en el haz de luz que incide en el suelo. Es como una manía mía, lo de observarlo una y otra vez. Me viene a la mente la palabra filamento. Miro el reloj de pulsera sin ver la hora. Las gafas que no tengo a mano. Pienso en ir a por... Pero es papá quien me las trae. Papá, no sabía que estuvieras en casa, le digo. No contesta. Su sordera es cada vez más evidente. Aunque, calla: ¡si papá no está sordo...! Le observo según se va y comenta que hemos dejado atrás un invierno bien frío. Y ventoso, añado. Porque fuera sopla de lo lindo y esto es algo que se oye y oye y oye...
El caso es que mi cabeza es un calidoscopio, a cuenta de la extraña alquimia sináptica. Soy yo, es el haz de luz, es la hora... Y viene desde el cielo Carmelo, a quien estoy encantado de ver. ¡Carmelo!, le digo entusiasmado y él me mira con una calma llena de melancolía. Ven, siéntate. Le ofrezco un aguachirle de café, que ni sé de dónde saco. El bueno de Carmelo lo toma como si le gustara, sonríe educadamente, desaparece. Me deja triste verle marchar tan pronto, quién sabe hasta cuándo, conque cojo un libro en blanco, sigo con mis gafas a vueltas, la hora, el filamento de luz, papá, Clara, Carmelo... ¡La repanocha! Y, por si fuera poco, aparece ahora el tal Juanan, con cara de pedir permiso para unirse a la fiesta. ¡Tu quoque... fili mii!, le suelto con resignado sarcasmo. Trae una caja de barro bajo el brazo y se siente un proscrito, según sus propias palabras. Pero yo tan terne. ¡Vaya una cosa, lo de ir por ahí de proscrito, a estas horas y con una caja de barro bajo el brazo! Entonces saca un cuaderno azul y su pluma de la caja, se abisma y se pone a garabatear en una esquina, precisamente a la luz del haz de luz. O sea del filamento. Y yo le olvido.
Vuelvo a cerrar los ojos y, por enésima vez, los vuelvo a abrir. Como no podía ser de otro modo, vuelvo a reparar en el haz de luz sobre el suelo y también en el bulto del escribiente. El filamento ya no es amarillento, ahora parece más blanco, algo menos mortecino. Deja de ser de farola callejera para hacerse de lechoso amanecer. El tal Juanan rezonga ininteligible, se mueve, viene y se acuesta pegado a mi espalda, como si tuviera frío. Ahora no ha pedido permiso y termina por abrazarme con tanta fuerza que me siento fundir... ¡Ah, no; ya basta! Resuelvo dotarme de un aire definitivamente propio. Lo mejor será que me levante, me digo y es lo que hago. Abro el grifo de la ducha, dejo que se vaya templando el agua. Entonces quedo atrapado por la imagen que, frente a mí, descubro: Pienso en el desconcertante parecido que, tras una noche en vela, tiene el tipo que me está mirando... Me llevo la mano al pómulo izquierdo y, mientras intento reconocerme, el tal Juanan sonríe entretenido, observa mi deplorable aspecto, una vez más, desde el otro lado del espejo.

14 marzo, 2010

QUISIERA SER EL MAGO

Acqua mossa - Klimt

Quisiera ser el mago que abre y separa cuidadosamente sus manos, haciendo que de ellas emerjan mil palomas, blancas como copos de nieve. Quisiera ser el niño que las mira boquiabierto, esperando que cada una de ellas vuele a lo más alto, hasta alcanzar el mismo cielo... Y quisiera ser el poeta que en cada paloma ve el copo, y en cada copo descubre un beso, y que bajo este cielo de azúcar mojado pinta la acuarela primorosa de tu reino. Quisiera ser cada uno de ellos, desde cada uno de ellos merecerte... y ser las palomas que te arrullan, los copos que livianos te rozan, los labios que arriban a tus mejillas y las sonrosan con su mimosa lumbre. Como quisiera ser, también, el promisorio sol de marzo que funde la nieve y coquetea con tu sombra cuando caminas, el espejo de un charco postrero que recorta furtivamente tu imagen, la vaharada que nace del echarpe que se recoge perfumado en tu cuello.
Quisiera ser...
Pero, siendo quien soy, me habrá de bastar con arrebujarte en mi pecho, embelesado en un trasueño que me vuelve mago, niño y poeta cuando te pretendo a mi lado. Y, en la quietud de esta mañana blanca, me contentaré con ser el jirón de un verso que flamea y rasga el escenario de la ausencia, para retribuir con un vuelo de palabras tu paciente espera. Así es que mis labios te nombran, comienzo a leer estas líneas y sólo deseo que te alcance mi voz, la sosegada rapsodia en que me deslío, para ser ante ti paloma, copo, beso, aire... y el sol tibio de marzo acariciando tu pelo.

 
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