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Cuento de hadas - Paul Klee |
Sé que existe un lugar en el Universo, en el que se amontonan desordenadamente las cosas bellas que no hemos sido capaces de dar. Un remoto rincón que nadie cuida, repleto de buenos deseos que se ahuyentaron en nuestro aliento, de sonrisas furtivamente desleídas, de miradas extraviadas hacia ningún lugar y lágrimas contenidas que salaron nuestros ojos; un territorio atestado de caricias que no rozaron piel alguna, de abrazos que agonizaban poco antes de nacer, de balsámicas palabras que se suicidaban en nuestra garganta, despeñadas en la oscuridad de un improductivo silencio.
Tal vez Dios efectivamente
descansó aquel séptimo día, después de crear un Paraíso perfecto para un hombre
y una mujer imperfectos; y supongo que, desde entonces, en el lugar recóndito
del que hablo —acaso no lejos del asteroide B-612 de El Principito—, se acumulan sin tregua ni concierto las sencillas
historias cotidianas de amor y de ternura que, abortadas por nuestra humana
mezquindad, no nos hemos consentido vivir... Y, como me resisto a seguir
perdiendo cuanto no acierto a dar o compartir, consciente de lo mucho que
debo a la gente y a la vida, hoy he sentido la necesidad de recuperar este
texto, escrito a medias y olvidado en la oscuridad de un cajón. Después,
mentalmente he configurado una lista que te incluye: la lista de los de casa, de
mis amigas y amigos, de quienes me enviáis de vez en cuando un entrañable correo o anónimamente
transitabais bajo mi alféizar, entre las líneas que milagrosamente traduce en
palabras el complejo sistema de signos y guarismos que nos enlaza. He pensado
en ti, en que quería nombrarte y hacerte presente de manera especial, y he
salido de buena mañana a darme un dominical paseo, decidido a compartir contigo
(a pesar de los nubarrones que envuelven el presente) el sentimiento íntimo de
ilusión por vivir que me posee...
Por todo esto, deseo significarte
y darte las gracias, porque me animas a no enviar las cosas que buenamente puedo
dar, a ese retiro del universo del que te hablaba: un lugar ignoto que estará
muy lejos del asteroide que un día abandonó El
Principito y al que finalmente hubo de regresar, para seguir cuidando su
delicada flor... Ese maravilloso Principito que todos y todas alguna vez fuimos,
y cuya bondadosa ingenuidad probablemente, todavía hoy, cobijamos en algún
rincón soleado de nuestro corazón.
Hasta cualquier rato; hasta que tú quieras... Hasta la próxima vez.