30 mayo, 2010

EL AMOR LÍQUIDO - Bauman

Soledad - Delvaux

Todos hemos visto, oído, y aún escuchado, a pasajeros del tren que, a nuestro lado, hablan sin parar por sus teléfonos. Uno diría que están contando los minutos que los separan de sus seres queridos y que no ven la hora de poder mantener esas conversaciones cara a cara. Pero quizá no haya pensado que muchas de esas charlas de móvil, que usted captó por azar, no eran el prolegómeno de una conversación más sustancial a producirse al llegar, sino un sustituto de ella. Que esas charlas no preparaban el terreno para algo real, sino que eran lo real en sí... Que muchos de esos jóvenes anhelantes de informar a sus invisibles interlocutores acerca de su paradero, no bien lleguen a sus hogares correrán a sus cuartos a cerrar la puerta con llave detrás de sí.
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La idea misma de relación sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de "relacionarse" y "relaciones", la gente habla cada vez más de conexiones, de "conectarse" y "estar conectado".
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Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el "compromiso no tiene sentido" y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duran, nos inclinamos a cambiar; en vez de hablar de parejas, preferimos hablar de "redes".

El amor líquido, Zygmund Bauman.
 
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