02 mayo, 2010

VITORIA DE VERDE

El restaurante - Díaz Olano

Recomiendo visitar Vitoria entre mayo y julio. Si bien es verdad que las fiestas de La Blanca, en agosto, invitan al bullicioso ambiente que en ellas se respira, pasadas éstas, merced a una nefasta política comercial y hostelera, la ciudad permanece desierta, con la mayor parte de los negocios, bares y restaurantes cerrados para desolación del visitante.
Pero en primavera, como decía, Vitoria se viste de verde. Éste es sin duda su color, el de su anillo, sus paseos y parques. Si se va a pernoctar, propongo el Jardines de Uleta, un tranquilo hotel situado en Armentia, con apartamentos estupendamente dotados y a un precio bien asequible. Desde él hasta el corazón de la ciudad (veinte minutos) se desciende por La Senda, fresca y agradable, jalonada por castaños, plátanos y varias construcciones interesantes, sobre todo en el tramo de Fray Francisco, donde se ubican los palacios de Ajuria Enea y Augusti. Éste último es la sede del Museo de Bellas Artes de Álava, en el que merece visita la obra costumbrista de Díaz Olano, el pintor más destacado que ha dado esta ciudad. La Senda nos abocará al parque de la Florida, ya en el centro, desde el que podremos encaminarnos hacia la almendra medieval y, a través de sus calles gremiales, llegar a la catedral de Santa María.
Ver este santuario me parece obligado. La acertada apuesta del Abierto por reformas que preside el acceso al viejo y enfermo templo ha dado pie a que se lo realce en obras de Follet o Coelho. Un recorrido guiado por su interior (previa reserva), nos dará una idea del esfuerzo que está suponiendo mantener en pie un edificio rehecho a lo largo de los siglos y que, torcido y cansado, amenazaba con venirse abajo. Gracias al empeño de la fundación que lleva su nombre y a una tecnología puntera, la visita a esta UVI arquitectónica resulta un placer, al situarnos ante la halagüeña expectativa de que, efectivamente, por enferma que estuviera, poco a poco la catedral se recupera de sus males.
Llegada la hora de comer, las inmediaciones del lugar ofrecen varias opciones. En el Bar Santiago, de la calle Santo Domingo, modesto, chiquito, de mantel de hule, una ensalada ilustrada, su pulpo a feira (sabrosísimo) y unos mejillones con tomate nos dejarán espléndidamente, por un moderado precio. En otro y muy diferente plan, El Portalón es un genuino museo enclavado en una admirable casa medieval de la Plaza de las Burullerías. Su variada carta de cocina tradicional vasca, un deleite para los sentidos. Con crianza de Rioja alavesa, el cubierto rondará los cincuenta euros.
Tras el café en terraza (o la saludable opción de paseo y siesta), la tarde puede dedicarse a recorrer el centro de la ciudad: Plazas de la Virgen Blanca y de España, el Machete y Los Arquillos, Plaza de los Fueros... para terminar degustando unas tapas. Como opciones: Toloño, La Malquerida, en la calle Correría, Sagar-Toki, en Prado, o cualquiera de los bares del tramo central de la calle Dato; muy cerca entre sí, todos ellos.
El regreso a pie al aparthotel vendrá bien para bajar lo ingerido y predisponernos para un sueño reparador. Ni que decir tiene, en cualquier caso, que el hecho de coincidir con el siempre magnífico festival de jazz que todos los julios se celebra en Vitoria, merece una tarde-noche de concierto. Esta próxima edición promete, con Chick Corea, Dianne Reeves, Paco de Lucía...
 
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