31 diciembre, 2010

GRACIAS, DE CORAZÓN

Lento nacer - Úbeda

Tras un tiempo de darle vueltas a lo que me ocupa, he decidido entornar la ventana desde cuyo alféizar, cada fin de semana, me vengo asomando a la red. Hace ahora cuatro años que inicié esta singladura y voy a consentirme un pequeño descanso. No sé si serán dos, seis o diez meses los que me ausente. Lo que me atrevo a decir es que no preveo un cierre y que, por eso, hablo de entornar.
Y, así como hice el pasado año, he aprovechado el puente de diciembre para trabajar y dar forma a la nueva edición en libro de El alféizar, en la que he recogido los textos más personales de cuantos he ido editando cada domingo. Aquí lo dejo, como vengo dejando todo, en el éter de esta inconcebible malla que tanto ha modificado nuestras vidas. Aquí queda el trabajo, tanto en papel como (gratuitamente) en formato pdf. A día de hoy más de 350 personas os habéis descargado en vuestro ordenador la primera compilación de estos textos y eso me llena de satisfacción. Como igualmente me recompensa, de un modo difícil de expresar, el esfuerzo que habéis hecho quienes llegasteis a comprar la anterior edición de este libreto o mi novela El sabor de los días. Sinceramente, es mucho más de lo que podía hace no mucho imaginar y os estaré siempre infinitamente agradecido. Entre otras cosas porque, como escribía aquí, asimismo el pasado año, sois vosotras y vosotros los que me venís empujando, no ya a publicar sino, por encima de todo, a seguir escribiendo. Cada visita a El alféizar la interpreté siempre en clave de aliento y por esto, en cierto modo, os debo la disciplina que me exigí para llegar a tiempo a nuestra cita de cada domingo.

Gracias por estar ahí, queridas y queridos amigos; gracias, una vez más, desde el rincón más soleado de mi corazón.

Juanan Urkijo Azkarate.


26 diciembre, 2010

DESPUÉS DE TODO

El estudio - Bazille

«En resumen, podría echar a suertes quién soy o, más bien, quién fui. Es lo mismo. Después de todo, no soy sino la persona que habla. Pero que habla, ¿a quién?»
(Paul Éluard).

Imagino a Miguel Ángel, en su taller, el día en que recibió el enorme bloque de mármol que había encargado. Le veo; veo cómo, ya a solas, se da a observarlo, a acariciarlo, a mimarlo; cómo se arranca a desbastarlo con sus formones y buriles, comenzando quitar de la piedra caliza todo aquello que sobrara en su obra. Restos, fragmentos inútiles, basto jaspe, lo que no fuera La Piedad... Y siempre he pensado que semejante trabajo era asimismo, en otra escala, el mío: Hacerme, labrarme y apartar de mí todo aquello que no fuera mi modesta obra, para dejar únicamente esto, lo que soy...

Cuando pienso en clave de cinceles, tengo presente que en esta tarea de segregar de mí cuanto sobra he tenido ayudas impagables. Gracias a ellas, sigo esculpiendo mi alma, puliendo el detalle, de un modo cada vez menos obsesivo y arrebatado, con mayor sosiego. A día de hoy, no me asaltan mayores prisas. Tomo distancia y perspectiva, me observo y concluyo que soy lo que conozco y lo que ignoro; lo que reprimo y sueño; lo que digo y lo que callo; lo que hago y omito hacer. En parte, cuanto de mí atenazo, transpiro y desgajo fundamenta lo que he ido anotando en las páginas de este cuaderno, primero para mí, después también para contar.

Hago un alto y respiro conscientemente. Pienso en Miguel Ángel y en todos los bellos mármoles pulidos que me han servido de ejemplo. Y lo anoto agradecido, y lo cuento aquí, persuadido de que, lentamente, se va acortando aquella distancia que existía cuando, en un lejano día de mi primera juventud, escribí en una servilleta de papel que, después de todo, «soy un poco lo que soy, y otro poco lo que persigo.»

24 diciembre, 2010

LOS LOBOS

Howling dog - Klee

Cuenta una leyenda del pueblo cherokee que un viejo indio hablaba con su nieto y le decía:
—Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de ellos vive enojado y es violento y vengativo. El otro, sin embargo, está lleno de amor y compasión.
El nieto, inquieto, le preguntó:
—Pero, entonces, abuelo dime: ¿Cuál de los dos lobos ganará esa pelea que se libra en tu corazón?
Y el abuelo, con una tierna sonrisa, le contestó:
—Aquél a quien yo alimente.

19 diciembre, 2010

IGUAL QUE EL AIRE

Mujer - Toffoletti

Por más que consagre una y cien noches a escribir sobre ti, no logro revelar ni el más leve matiz de lo que eres y representas. Lo busco, lo pruebo, y en cada intento se me apodera la certeza de no tener un solo pensamiento original con el que agradecer al cielo la dicha de haberte hallado... Pienso ahora en ello y deambulo por el desierto de este pliego, con la terquedad de un quijote desvariado, viendo cómo la magia de las palabras se me niega cuando persigo distinguirte y anhelo asir del viento el resplandor de vida que tu evocación desprende...
Y me repito a mí mismo: Cómo expresar una vez más que, igual que el aire, siempre estás; que eres el vaho que exhalo con los primeros fríos, y el agua de todas las lluvias que me mojan en otoño, y la luz última que hiende el cielo de este atardecer tan prematuro... Sí, que eres aire y agua, que eres luz, ¡cómo decirlo...! Porque como luz te presiento, sueño y nombro, cuando adivino tu sonrisa en el lago blanco en el que escribo... Y porque luz es incluso tu ausencia, ese otro ingenio tuyo de perdurarte a mi lado, el ardid que te traza en el aire como una nota de violoncelo y alienta mi voluntad más esteparia y me reconcilia con mi modo de ser lo que después de todo soy: un hombre en pie...
Tu luz permanece en mi ronda, tu luz corteja mis pasos y tu luz los guía... Pues así como la luna furtiva se anuncia, deslizando su reflejo en los charcos, lagos, ríos y mares, así tu imagen me frecuenta, indeleble y leal, brillando en cada uno de mis días.

12 diciembre, 2010

ENTRE LOS GALPONES - Frankl

La casa gris - Chagall

Quienes hemos vivido en campos de concentración podemos recordar a aquéllos que caminaban entre los galpones, reconfortando a los demás y dando su último trozo de pan. Pueden haber sido pocos en número, pero ofrecieron prueba suficiente de que al hombre puede serle arrebatado todo excepto una cosa, la última de las libertades humanas: La de elegir su actitud ante una circunstancia dada, la de elegir su propio camino.

De los campos de la muerte al existencialismo, Víctor Frankl

05 diciembre, 2010

LA STANZA

La stanza - Damaride Marangelli

Todo comenzó con aquel cuadro de Damaride, ya le digo. Lo había comprado en una exposición colectiva, en Milán, porque me gustaba la sugerencia de infinitud que me transmitió desde el primer golpe de vista. Un viaje al universo de lo imperceptible, a partir de la reducción a la mínima expresión de una imagen en la que el lienzo que la sostiene es, aparentemente, lo de menos. En fin, para que se haga una idea, se trata de una estancia con un cuadro representando la misma estancia, a su vez con otro cuadro... Lo imagina. Bien; el caso es que al cruzar la sala, en una de cuyas paredes lo había colgado, sentía frecuentemente la necesidad de detenerme ante él. Lo observaba sin ver nada especial... y, sin embargo, algo de aquel lienzo me llamaba poderosamente la atención. Algo, no sé qué, que no alcanzaba a entender. Una, otra vez... Hasta que un día eché mano de la lupa de los sellos, no le he dicho que soy filatélico, y me puse a examinarlo... Entonces descubrí una especie de borrón mínimo que me llevó a coger mi cámara digital y tomar una imagen de aproximación con los tubos de extensión. Esta es otra de mis pasiones, la fotografía. Montando los tres tubos junto al objetivo, conseguí una ampliación extraordinaria. El zoom aplicado en la edición de la imagen hizo el resto. ¡Increíble, lo que descubrí...! En el centro de la pantalla de mi ordenador, es decir en el fondo del lienzo, había una figura humana, de perfil, un hombre ataviado como un caballero renacentista, con melena y mostachos en punta, cubierto con un holgado blusón. Empuñaba la paleta de óleos, frente a un caballete y un lienzo en blanco, tal vez el último cuadro de la serie, pensé... Permanecí estupefacto. De verdad, sólo un virtuoso del miniaturismo podría haber ejecutado aquello con semejante precisión. Una mujer: Damaride. ¡Qué maravilla!, me dije. Qué maravilla...
Y fue curioso: A partir de este singular hallazgo, podría decirle que casi lo olvidé. Casi... porque, tras unas breves vacaciones en el lago de Como, ya el mismo día de mi regreso comencé a tener sensaciones extrañas al moverme por la casa. Sin saber qué era, me encontré una vez más frente el cuadro. Supe que allí había algo diferente, imperceptible, pero diferente. Así es que tomé una nueva fotografía de aquella tela, la amplié en el ordenador... y para mi mayor asombro, créame: ¡el pintor ya no estaba! ¿Cómo podía ser...? ¡Había desparecido! Quedé boquiabierto, comparando durante minutos las imágenes obtenidas con apenas un mes de diferencia: La que le he descrito y esta reciente, en la que, aquel lienzo en blanco de la primera, ahora era la representación de una nueva estancia, réplica de las anteriores... Imagine mi turbación. El cuadro de Damaride desde entonces se convirtió para mí en una auténtica pesadilla. Más cuando, aquella misma tarde, comencé a presentir que no estaba solo en la vivienda, que allí había otra... presencia. Perdone, me falta el aire... Ufff...! Un día, exhausto, terminé envolviendo el cuadro en una sábana vieja y guardándolo en el fondo del trastero. Total, para nada. Seguí y sigo igual de desazonado, con este insomnio que me martiriza... Y, fíjese en lo que le digo, por las noches he comenzado a pintar. Sí, a pintar obsesivamente. Pinto ruidos, los ruidos de la madera que piso, los de las puertas que se cierran y... Usted me cree, ¿verdad...? A veces siento que algo me atraviesa, que mi pulso se desdobla. Permanezco por segundos terriblemente agitado y es que ni mi propia respiración parece pertenecerme. Por increíble que le parezca, aquel hombre... Aquel hombre me habita. Sí, tengo la plena certeza de que es así. Por eso he venido. Y porque estoy desesperado, como no puede imaginar. Se lo ruego, ahora dígame lo que piensa... Porque usted entiende de esto y me va a ayudar, ¿verdad, doctor
?

( La web de Damaride: http://damaride.blogspot.com )

28 noviembre, 2010

CONCILIAR VIDAS

La prisión de Zigfrine - Fini

Me llama la atención el modo en que se viene planteando la conciliación de la vida laboral con la personal y familiar. De un tiempo a esta parte, distintos colectivos a favor de la mujer, y las propias Administraciones, promueven y legislan medidas y programas sociales encaminados a facilitar la armonización de las diferentes vidas, digámoslo así, que desempeña una mujer a lo largo de su jornada. Así, se otorgan ayudas para contratar a personas que cuiden a los hijos menores de dos años, reciben apoyos quienes tienen a su cargo a personas dependientes... Incluso han sido elaboradas Guías de Buenas Prácticas Empresariales, para combatir la discriminación que sufren la mayor parte de las mujeres al tener que cargar sobre sus espaldas, en materia de cometidos varios, con casi todo.
Sin embargo, en este panorama de reconocimiento (de todo punto necesario), entreveo alguna sombra. Por ejemplo, en ocasiones las ayudas económicas sirven para contratar a otras mujeres (en su mayoría inmigrantes), que a su vez han de multiplicarse para atender a este trabajo, normalmente precario, y a su propia familia. Y aún cuando no fuera así: ¿no se propicia, con estas disposiciones pretendidamente progresistas, que la mujer continúe siendo la persona sobre la que recae toda la responsabilidad en las gestiones domésticas? Parece que se estén articulando medidas para hacerle más llevaderas sus habituales tareas, con lo que continuará asumiendo el papel que tradicionalmente ha librado, aunque ahora la Administración —y hasta su empresa, en el mejor de los casos—, se lo reconozca y le ayude.
Mientras eso de tender a tender (la ropa) sea lo que hace la mayor parte de los hombres, las mujeres están apañadas. Por ello, si el trabajo y las faenas caseras, además de la atención a la prole, a los familiares mayores, etc., ya ocupan las veinticuatro horas del día a muchas de ellas, me pregunto si conciliar todo lo dicho no les va a terminar suponiendo más de lo mismo, pero con un cierto y balsámico reconocimiento económico y social.
Si mi juicio no es acertado, que me disculpe quien se mueve en este ámbito con mayor autoridad y conocimiento que yo. Pero la cuestión que me planteo es la siguiente: ¿Queremos que cambien realmente las cosas, abordando de una vez por todas la igualdad de derechos desde la educación, o seguimos poniendo cataplasmas...? Porque, para mí, la cosa de la conciliación tiene que centrarse más y sobre todo en los hombres. De lo contrario, seguiremos hablando de mujeres abocadas a hacer de y casi todo, por más que ahora se resignen con la media sonrisa de quienes saben que, al menos, tendrán derecho a un institucional consuelo.

21 noviembre, 2010

PEQUEÑA REVOLUCIÓN COTIDIANA

Bri-país-gente - Xul Solar

Lo veo en el tipo que pasea su perro por el parque, todavía de noche, y me da los buenos días; en la pareja que atisbo desde el coche, cogida de la mano, cuando aún la ciudad duerme y amanece el viernes; en el niño somnoliento que arrastra su cartera camino del colegio (casi huelo el olor del plumier que guarda); en el indigente refugiado en el pórtico de la iglesia, cuando se desentumece y ordena sus escasas pertenencias; en el compañero de trabajo que sabe dar una palmada en la espalda cada vez que intuye que alguien la necesita.
Lo veo en ese desconocido que, con un gesto amable, me ha cedido el paso al entrar; en el camarero que, como de costumbre, te prepara el café según llegas al bar; en el abuelo que todos los días echa unas migas de pan a las palomas de la plaza; en el que ha comprado un libro y hace cola para pagar a mi lado, hojeando con delicadeza sus páginas; en el amigo con quien me encontré y me trajo un recuerdo de leñas crepitando al fuego, del queso recio, las nueces y el vino compartidos en una lejana tarde de confidencias; en la anciana que me miraba dulcemente en el supermercado y me sonrió afable, sin un por qué.
Lo veo en la buena disposición de tantas personas con las que a diario me cruzo, en el ademán del que se aplica en hacer con esmero lo que le ocupa, y en el entrecerrar de ojos de quien respira hondo y disfruta del sol que, tímido y furtivo, se hace un hueco en estos días de lluvia. Y lo veo en ti, en tu modo de acompañar a los tuyos, en la paciencia infinita con la que sabes escuchar, en la reflexiva madurez que inspira tu modo de permanecer junto a quienes te requieren...

En todos y cada uno de estos gestos, lo veo. Veo algo venerable en ellos y en tantos otros que espontáneamente
menudean a diario, como mil motas de polvo al trasluz. Y veo a las personas que los despliegan y, sin pretenderlo, bosquejan los días, los entraman y moldean, les dan un agradable y hermoso sentido. Entonces pienso que hay algo de amor en lo que veo... y se me antoja que todos estos gestos materializan una pequeña revolución cotidiana. Y es algo que hoy quiero compartir contigo. Contigo, desde la complicidad y el compromiso; contigo desde el agradecimiento. Contigo que, estando ahí, en un lugar que no acierto a imaginar, eres partícipe de lo que veo... cuando te asomas a estas líneas y, sin saberlo, me regalas anónima y silenciosamente tu franca lealtad, tu inconcebible presencia.

14 noviembre, 2010

ANNECY

Lago de Annecy - Cézanne

Era la segunda opción para la jornada y ya que, llegando a Ginebra, amenazaba lluvia, decidimos cambiar el plan, cruzar la frontera francesa y hacer unos kilómetros más a través de la Alta Saboya, para ver Annecy-le-Vieux.
El día gris y otoñal no nubló en absoluto la visita. Dejando el coche en las inmediaciones del lago, el paseo por su ribera, esmeradamente ajardinada, resultó un agradable anticipo... Porque el perímetro del lago de Annecy, rodeado en casi su totalidad por colinas y montes, tiene unos horizontes de tarjeta postal dondequiera que uno se sitúe. Una de sus orillas, precisamente, se vierte en el río Thiou para adentrarse tras los embarcaderos en el corazón del viejo Annecy, a través de varios canales que sugieren la idea de ir a transitar por una pequeña y coqueta Venecia. En efecto, cuando uno comienza a explorar sus callejuelas, se da de bruces con el Palais de l’Isle, vieja prisión convertida en una suerte de símbolo para la ciudad, incesantemente fotografiado. Luego, va descubriendo sus estrechas rúas, colmadas de bellas casas, mesones, restaurantes, comercios artesanales y rincones recoletos, casi siempre engalanados por floridos jardines. Construcciones perfectamente conservadas, que apenas parecen haber cambiado en los últimos cinco siglos. La Rue Royale con sus numerosas boutiques, viene a ser el corazón palpitante de la vida comercial de la ciudad. De hecho, tuvimos la suerte de caer en uno de los tres días semanales en que, anticuarios, brocanteurs y comerciantes de lo viejo despliegan sus pequeños tesoros por entre las callejas, para recreo del paseante y deleite de aficionados y compradores. Sea por el mercado de antigüedades o por la foire des puces, comercio de objetos viejos y quincallerías, uno puede deambular con calma, participando de esa sensación de remanso temporal que a una villa vieja le confieren la historia de cada una de sus piedras y rincones.
Decidir un lugar en el que comer, puede ser todo un ejercicio de descartes, dada la cantidad de mesones que se ofrecen y la interesante competencia de los precios. Una recomendación, Le vieux Necy, cálido restaurante con solera en el que se puede degustar uno de los platos más típicos y consistentes de la región, la Tartiflette al más puro estilo saboyano.
A no obviar la visita al macizo castillo de la ciudad, residencia en su día de los condes de Ginebra, que destaca sobre otras edificaciones. Desde su terraza pueden verse las callejuelas del viejo Annecy y sus tejados caprichosamente entreverados.
En fin, una pequeña ciudad de ensueño de la que uno parte con un agradable sabor en el alma.

07 noviembre, 2010

LA REALIDAD DE LOS ÓRGANOS - Cioran

Niño con marioneta - Rousseau

Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos.

La tentación de existir, Emil Cioran

31 octubre, 2010

DE MODO QUE LA NEUROTROFINA

El cerebro del niño - De Chirico

Le he dado una semana para que vuelva a ser el que era. Y voy en serio, porque ya estoy harta y no aguanto más. Todo empezó a cuenta de su supuesta dificultad para recordar algunas cosas, y su obsesión por perder la memoria. «Cariño, ¿cómo se llama ése que... Sí, mujer, el marido de...?» Bueno, haceos una idea. Esto aderezado con la cantinela de que «tenemos una edad muy mala», que es lo que va largando a todo quisque, como quien pronostica que, con cargo a ella, se nos avecina el fin del mundo. Este es mi marido: un tipo al que una simple jaqueca le mueve a pensar en clave de tumor cerebral, todo sea dicho. Pero, a lo que iba, la pesadilla de sus lapsus de memoria. No tuvo mejor ocurrencia que recurrir a Internet, para atemperar su ansiedad y sacudirse el terror que le producía imaginar que su cerebro se estaba convirtiendo en una masa de gelatina... ¡En mala hora! Porque desde entonces, me vuelve tarumba.
Un día va y me cuenta:
—¿Sabes, cariño? Las neuronas no se mueren. Lo que pasa es que reducen el número de conexiones que tienen entre sí, porque no las usamos. Por eso perdemos capacidades... Y la solución está en las neurotrofinas, unas moléculas que producen las células nerviosas y que las mantienen en forma.
—¿Ah, sí?
—Cuanta más actividad cerebral, más neurotrofinas y más conexiones nuevas entre las neuronas. ¿Qué te parece? Lo que hay que hacer es estirarlas, sorprenderlas, romper su rutina, sacarlas de paseo... para tener un cerebro ágil y flexible y mejorar la memoria.
—Vaya, vaya...
—Se ve que la rutina hace que el cerebro funcione en automático y que las experiencias circulen por las mismas rutas neuronales, casi sin consumir energía... y sin producir neurotrofina. Eso dice aquí.
De modo que la neurotrofina. Ella fue la que le puso a hacer pilates con su cerebro. ¿Y cómo? Pues dejando de funcionar como antes; es decir, como ya me había dicho: sacando sus neuronas de paseo. ¿Sabéis que supuso esto? De la noche a la mañana, ahí me lo encontraba en el baño, duchándose a ojos cerrados para descubrir sensaciones, sobando el metal del grifo, acariciando el envase del gel, husmeando la toalla... Todo ello a tientas (se desnucará un día). Comenzó a utilizar la mano izquierda, primero para cerrar los tarros y tubos (me toca a mí repasarlos) y poco después para comer (yo limpio los lamparones de sus camisas). Me propone cambiar, día sí, día no, el lado de la cama. Lee en voz alta el periódico y esto me obliga a buscarme un lugar tranquilo para hacer mis cosas. Llega a casa de trabajar y, me cuenta, lo hace por itinerarios enrevesados, en los que invierte cada vez más de tiempo. A todo esto, se para a hablar con desconocidos. Va por el parque chutando las castañas; lo toca y huele todo (el otro día, delante de mi hermana, la corteza de un cedro); en casa cambia las cosas de lugar, guarda sus llaves en diferentes sitios y luego no las encuentra; saluda a nuestros amigos con dos besos y a sus mujeres les da la mano... La izquierda, claro. De verdad, que una cosa es contarlo y otra vivir con semejante tarado. Y, claro, os preguntaréis si ha mejorado su memoria... ¡Ja!, mucho lo dudo. Con esta manera que se ha inventado de hacer el payaso, en todo caso es mi cerebro el que termina haciendo pilates, conviviendo con un tipo excéntrico e impredecible, que sale dando la nota por donde menos te lo esperas. Y estoy más que harta. ¡Vaya tres meses, desde lo de las neurotrofinas! Así que le he dado una semana para que cambie el chip y se haga normal y, si no, que vaya a marear a su madre, que estará encantada de recibir a un merluzo que comienza a circular por la izquierda en las carreteras desiertas, se pone los calcetines de diferente color, me deja notas en francés y se descalza cada vez que ve un metro cuadrado de césped. Eso, con su madre. Porque conmigo nanay. Ya le he dicho: ¡una semana!

24 octubre, 2010

SEXUALIDAD SIN RAÍLES

El beso - Gericault

En nuestro entorno cultural inmediato, la sexualidad está cada vez más desligada de la reproducción, desvinculada del amor, de las ideas de certidumbre y estabilidad. Su transformación parece haber corrido en paralelo a la metamorfosis que tiene lugar en el ámbito de las relaciones humanas, sometidas a la presión de un mundo cada vez más complejo y cambiante, colmado de inseguridades. Un mundo en el que la esfera comercial lo impregna todo. Sobre todo en los países avanzados, donde consumimos compulsivamente para usar, desechar y hacer apetito para nuevos bienes.
En este contexto parece explicable que, también, el sexo sea muchas veces consumido de un modo urgente y veloz, como si fuera un producto más. No hay lugar ni tiempo para el disfrute, su misterio desaparece ante nuestros apremios y, con demasiada frecuencia, termina produciéndonos cierto vértigo y un poso de insatisfacción. Acaso porque, también, nuestras relaciones personales se ven marcadas por un carácter utilitarista, fugaz y precario... y porque, después de todo, amar compromete.
Pero lo que no parece haber cambiado en el ámbito de la sexualidad es el poco espacio existente entre la atracción y la penetración. Estos dos polos siguen siendo más valorados que el juego amoroso. Un juego que nuestra velocidad por «vivir» muchas veces arrincona. De hecho, existe un abundante gasto energético y publicitario en pos del ligue y la seducción... tras los que la unión pene-vagina se produce casi sin pasos intermedios. Es innegable la desproporción existente entre el vocabulario sexual genital y el corporal. Y pocas son las palabras acuñadas en nuestra lengua que aludan a las caricias, al esparcimiento amoroso... aunque, afortunadamente, todavía éste se da con mayor frecuencia de la que nos traslada el diccionario.
Decía Sartre que el deseo no es sólo el descubrimiento del cuerpo del otro, sino, sobre todo la revelación de mi propio cuerpo. Y, en este sentido, es importante considerar las posibilidades que nos plantea el hecho de amar, porque la sexualidad genital e instintiva está escoltada por una exploración sensorial, lúdica, afectiva... que es saludable considerar. Por eso, toda incursión fuera de los caminos trillados, aporta nueva viveza a la relación amorosa y constituye un campo fértil para desarrollar una comunicación respetuosa y creativa. Amar abre universos. Y la sexualidad, a pesar de los tiempos que corren, no transita por raíles.

17 octubre, 2010

LAS DIMENSIONES HUMANAS - Márai

Tiempo lluvioso - Caillebotte

«A Lázár le gustaba mucho El sueño, una obra de teatro de Strindenberg... ¿La conoces? Yo nunca la he visto. Él citaba a menudo algunas líneas o resumía alguna escena. Decía que en ese drama hay un personaje cuyo mayor deseo es que la vida le conceda una caja de pesca verde, ya sabes, una de esas cajitas de color verde en las que los pescadores guardan hilo, anzuelos y cebo. El personaje envejece, le pasa la vida por encima y, por fin, un día, los dioses se apiadan de él y deciden regalarle la caja de pesca... Pero entonces el personaje, con el tan deseado presente en las manos, se acerca al proscenio, observa durante un buen rato la cajita y luego, con profunda tristeza, dice: “No era este verde...” Lázár citaba esta frase cuando la conversación giraba en torno a los deseos humanos. Y cuando Judit empezó a conocerme, poco a poco me fui percatando de que yo para ella “no era ese verde.” Durante mucho tiempo no se atrevió a verme como yo era en realidad. Nunca nos atrevemos a reducir a dimensiones humanas lo que nuestro deseo ferviente ha transformado en un ideal. Ya vivíamos juntos y se había relajado esa insoportable tensión que existió entre nosotros durante los últimos años, la fiebre había desaparecido y ya sólo éramos un hombre y una mujer, dos seres humanos con sus debilidades y sus soluciones prácticas, humanas... y sin embargo ella seguía queriendo verme como yo nunca me había visto, como una especie de sacerdote venido del otro mundo o un ser superior... Pero yo no era más que un hombre solo con esperanzas.»

La mujer justa, Sándor Márai.

10 octubre, 2010

HOJARASCAS

Cuatro árboles - Schiele

Cierro los ojos y pienso. Pienso que rozo tu brazo al andar, y de pensarlo te siento, termino tomándote por el hombro, apretándote casi imperceptiblemente contra mí... Y, cuando lo hago, me sonríes el gesto y redescubro la lindeza urgente de tu boca. Hay algo inmenso en el brillo de tu mirada verde y gris, cálida y profunda, que revela tu gracia cuando me miras. Algo inmenso y eterno, tal vez parte del mar que baña tu costa esmeralda, del río majestuoso que la fecunda. Y me complace saber que no soy el único depositario de esa admirable inmensidad que regala tu mirada... Pero por un momento la hago mía, porque soy quien en ella ahora piensa, quien por ella ahora siente, y eso me vale para acercarme hasta ti. Como me vale pensar, y de pensar sentir, que me tomas también tú de la cintura y me apretujas levemente, tal que si nos fundiéramos, dos y uno, por un costado compartido, con la instintiva avenencia que nos mueve al andar. Y pienso que por un momento me detengo en ese camino jalonado por enormes árboles, donde únicamente se escucha el ruido de la hojarasca pisada... y ya ni eso... Porque estamos solos, porque estamos detenidos, y pienso que te tomo del talle y te atraigo hacia mí levemente, que permaneces callada y sonriente, que me miras y extiendes tus largos brazos hasta rodearme el cuello. Noto el calor de tus manos en mi nuca... Y de pensarlo te siento, y me ciño a ti, te abarco y te dejas mecer en un manso abrazo. Pienso que te arrullo y que susurro en tu oído una improvisada melodía. Y bailamos en este atardecer de otoño, en la mitad del Paseo de los Amoríos. Vuelve a sentirse la hojarasca, crujiendo bajo nuestros pies porque bailamos, sí, y te beso levemente y me besas levemente con tus labios que saben a uva blanca y dulce de tardías cosechas. Y esta escena se repite una y otra vez... mientras te contemplo y dibujo con un dedo una filigrana sobre tu cara, alrededor de tus ojos ahora cerrados, y te invento a pinceladas y te quiero y te deseo, y porque te quiero y te deseo te dibujo y te invento, y porque te quiero y te deseo te pienso tanto, tanto, tanto te pienso...

03 octubre, 2010

UN SENCILLO CONVENCIMIENTO

El cisne amenazado - Asselijn

Periódicamente aparece alguien que, tras leer lo que uno escribe, y precisamente a cuenta de ello, termina por hacerle reparar en su propio destape. Como hizo el niño con el rey, en El traje nuevo del Emperador, siempre hay quien no puede evitar exclamar algo parecido a aquel: «¡Pero si va desnudo!» Y lo dice bienintencionado, sin una pizca de doblez, basando su razón en el género de exhibición que el otro protagoniza cada vez que se explaya en longitudes de onda que parecen desvestir alegremente su intimidad. Es decir, cuando escribe en abierto y escribe sobre lo que le cuadra, sea esto lo que hace, piensa o (lo que parece ser más inquietante) siente... Y, tan indulgente amigo, le mueve también a uno a advertir esa cierta impudicia que arrastran consigo las palabras, los textos que trenza y compone, cada vez que segrega de sí mismo un pequeño jirón de vida...
Me ha sucedido con alguna frecuencia y por eso lo anoto. Y anoto asimismo que, en lo que me concierne, suelo mirarme sin pudor en el espejo. Hace lustros que emborrono hojas y, de lo que escribo, El alféizar es, sin pretensiones, un óleo de pormenores, la partitura semanal del aire que respiro, notas musicales de mis fibras, vertebrándose en la melodía del tiempo. Es, también, una cierta manera de mimetizarme con cuanto me rodea, con el ambiente; una forma de fundirme en él como la pequeña parte del todo que todavía soy. Hacer literatura no deja de ser un modo de disfrazar la verdad para hacerla digerible... y, en cualquier caso, soportable. Y esto es lo que, con cargo a lo que siento, pienso y hago, modestamente intento.
De suerte que, sí: Hablo y escribo sobre lo que me incumbe, y podría argumentar por sostenerlo que me conforta ser un tipo corriente y moliente que, como tantísimos otros, tiene algo que decir y no gran cosa que ocultar... Pero lo que sobre todo ampara esa relativa desnudez ante el mundo, es el sencillo convencimiento de que, como un día anoté en mi prontuario, el sentido de la intimidad no reside en lo que uno confiesa que ha vivido, sino justamente en el hecho de que, aunque lo confiese, sólo uno pudo vivirlo.

26 septiembre, 2010

SECUELAS Y RETALES

Dinamismo de un perro con correa - Balla

PASIONES
El amor se nutre de su naturaleza perecedera,
en última instancia de su propia finitud.

CLASES SOCIALES
La indignación es la hermana culta del cabreo.

EN POSITIVO
Hay pérdidas de las que, finalmente, uno sale ganando.

VÍCTIMAS
Algunas víctimas son como esas sufridas letras,
dispuestas a dejarse clavar una tilde
con tal de cobrar protagonismo.

SER Y NO SER
Mi problema no es ser lo que soy
sino, lo que soy, no serlo bastante.

19 septiembre, 2010

EL ACEITE HIDRATANTE

Window seal - Silverman

La costumbre de hidratarme con aceite corporal, viene de cuando nació mi hija mayor. Lo compraba para ella, pero comencé yo también a dármelo en la ducha, por los brazos y piernas, el pecho y el vientre, mezclándolo con el agua que gotea por mi cuerpo, antes de secarme. Esto me costó un par de sustos, pues en alguna ocasión patiné al entrar en la bañera, con los restos de la anterior hidratación... Óscar me lo había reprochado, increpándome burdamente, con su manera habitual de tratarme y despreciarme, y yo ponía cuidado en limpiar cualquier invisible resto... Algún día me daré un morrazo, por tu puta manía de echarte esa mierda, y te juro por dios que te enterarás, me dijo una vez. Por ejemplo.
Ciertamente, no sé cómo me vino a la cabeza la idea, lo confieso. Aquel día yo estaba con muy mal cuerpo y tremendamente deprimida. No soportaba que me gritara e insultara, que me acosara hundiéndome su índice amenazador bajo la clavícula; y menos delante de las niñas. La noche anterior, por enésima vez, lo había vuelto a hacer: Me humilló, me empujó con fuerza y mantuvo su mano en mi cuello, durante unos segundos eternos, estrujándome contra la pared. Ahogué un grito, sentí que me asfixiaba... Hasta que me soltó y salió de casa llamándome puta, dando un portazo. Las niñas lloraban y fui a tranquilizarlas, tapándome con la mano el cuello, disimulando un miedo atroz. Por eso esperé en su habitación hasta que se durmieron. Luego le sentí llegar, aguardé a que se acostara... y después estuve sollozando en silencio un buen rato, sentada en el frío suelo del cuarto de baño.
No sé cómo me vino la idea a la cabeza, repito... Pero la materialicé. Sí, lo hice, yo. Y es que si escribo esto, aunque más tarde rompa y tire el papel, es porque llevo todo el día acordándome muy especialmente de él, de Óscar. Hoy, digo, porque justamente hace un año que murió. Sí, pobre desgraciado... Fue al día siguiente de la noche aquella en que casi me estrangula. Oí su despertador, yo no había pegado ojo, me mantuve rígida en la cama... Y, minutos después, sentí el ruido.
Fue en la bañera donde le encontré, a las siete y diez de la mañana. Desnucado.

12 septiembre, 2010

EN BTT JUNTO AL LOIRA

Tándem - Casas

Uno de estos días de vacaciones, hice una preciosa ruta en bicicleta junto al Loira, un río que me conquistó hace ya mucho tiempo y que, desde entonces, baña mi corazón. Tantas veces como lo he admirado, me ha regalado lo mejor de sus paisajes estacionales y su cambiante y preciosa luminosidad. Si uno se acerca por los alrededores de Angers, especialmente entre mayo y octubre, y tiene oportunidad de agenciarse una bici todo terreno, que no dude en comenzar a pedalear para disfrutar de los parajes que acompañan el curso del río, con sus pueblitos y sus fértiles vegas engalanadas de viñedos.
Arrancamos a primera hora de una tarde desde Bouchemaine, en La Pointe, el precioso lugar en el que el Maine y el Loira hermanan sus cauces, e hicimos, sin ninguna prisa, una veintena de kilómetros por lugares apenas visibles sobre el mapa, y con nombres lógicamente extraños para quien no conoce la zona, pero igualmente bellos y llenos de historia y encanto. Como, por ejemplo, Béhuard, con apenas doscientos habitantes, cuya coqueta capilla del siglo XV, construida sobre una roca, sirvió en numerosas ocasiones de refugio a la pequeña población, ante las crecidas del Loira. Merece ver su interior, una de cuyas paredes está constituida por el propio e irregular peñasco a la que permanece adherido.
De Béhuard, cruzando pistas seguras, perfectamente señalizadas, se puede acceder a la zona vitivinícola de Savennières y atravesar los viñedos que dan nombre a la denominación de unos espléndidos blancos, secos o dulces, estos últimos ideales para tomar como aperitivo o acompañando un foie-gras. Los esmerados rótulos que hacen referencia a los domaines (propiedades) y a los châteaux (casas de los viñedos, algunas verdaderos palacios), comenzaban a proliferar según cruzábamos la región. Dando un rodeo, llegamos a Chalonnes, una isleta del Loira, con una preciosa ribera (muy cerca de otro lugar con indudable encanto, Rochefort-sur-Loire), y desde la que regresamos para acabar en La Possonière. Allí pudimos repostar en una de las tan célebres guinguette francesas, una suerte de merenderos ubicados en las orillas de los ríos, donde se disfruta del ambiente francés más típico y tradicional, tomando y picando algo y, en los fines de semana, escuchando canciones populares, interpretadas normalmente por el tan clásico acordeón. La guinguette de La Possonière tiene de muy especial su enclave sobre el Loira. En ella, sentados alrededor de un velador, vimos morir la tarde, con un vino fresco y joven del país, mientras una vez más me dejaba embelesar por el río, disfrutando en esta ocasión de la serena y plateada luz con la que replicaba el paisaje de sus orillas...

05 septiembre, 2010

PLENITUD

Jardín de Giverny - Monet

Madrugué, porque mi sueño no entiende de vacaciones, y era un día cualquiera de la tercera semana del pasado agosto. Desde la terraza, vi cómo se asomaba un sol prometedor en el perfil del horizonte que enaltecen las cuatro torres de la ciudad. Frescor matinal, sumamente agradable, que luego remontaría hasta poco más allá de los 20º. Pura delicia de día, un auténtico regalo para una jornada que no tenía nada de particular. Recogí un poco la casa, limpié a fondo el frigorífico, fui hasta el Punto Verde con chismes de complicado reciclaje y me preparé una comida fresca y frugal... antes de ir a la piscina, para darme un chapuzón y tomar el sol. Sin prisa, con todo el tiempo del mundo. De lujo marujo.
Sobre la bici (en bermudas, la toalla al cuello), pedaleé hacia El Estadio por entre los formidables castaños de La Senda, casi vacía, con una sensación de bienestar creciente que me hacía respirar a fondo. Mis sentidos se habían puesto a tono, detectando la porción de vida que los envolvía. Recibí, capté sus mensajes... y recordé el escrito que hice sobre Nanou, hace un año, valiéndome de su fuerza y su encanto juvenil, para expresar la sensación de plenitud que he sentido en momentos puntuales de mi vida. Y si pensé en ello fue porque la energía insólita que esa mañana me invadía era la misma que pasé a limpio en aquellas líneas de entonces. Un gozo radiante me surcaba el pecho y el vientre, como una salva de aire, ensanchándose por mis brazos aferrados al manillar, mientras la brisa me acariciaba con alborozada confianza. Me mantuve suspenso, dejándome asaltar por una pleamar que me inundó de vida... Fueron unos pocos segundos, pero, cuando sucedía, deseé gritar de gozo. O cantar o brincar o sonreír o abrazar al primero que se me acercara... Y me pregunté: ¿Puede haber algo más parecido a la felicidad?
Probablemente una experiencia tan deliciosa puede ser explicada en términos de descargas del sistema nervioso (conexiones sinápticas y neurotransmisores, pura química), gestadas al haberse filtrado e interpretado muy positivamente los pequeños acontecimientos del día, las inmediatas experiencias cotidianas. Lo cierto es que, en esos momentos, uno se siente tan involucrado en la vida, tan concernido por ella, que se sabe parte de cuanto existe a su alrededor, sin que ningún pensamiento extraño llegue a importunarle. Durante unos instantes, es consciente de que todo es pleno, luminoso, armónicamente fluido. Se establece una conducción perfecta, una sintonía entre uno y su mundo inmediato; las cosas están en su sitio; y uno también, entre ellas.
Así sucedió mientras pedaleaba, en la soleada mañana de aquel día de la tercera semana de agosto. Y es la última vez que puedo contar que, durante un soplo de tiempo y de vida, sentí profundamente que era feliz.

31 julio, 2010

UN ABRAZO

Abrazo - Aranyshev

Llegará un día en el que, por más que uno de los dos quiera, no nos podremos abrazar. Ese día, que quiero suponer todavía muy lejano, sin embargo llegará. Llegará y, entonces, tu pecho y el mío se sentirán huérfanos de calor; unos brazos, tal vez los tuyos, quizá los míos, se verán desfallecidos, anhelando estrechar contra sí a quien, de los dos, ya no esté.
Esta simple reflexión, este pensamiento fugaz como el tiempo que me lleve pasarlo al papel, una vez más me asalta y me toma, me empuja nuevamente hacia ti. Hacia ti, tan importante en mi vida; hacia ti que eres uno de casa, cualquiera de los míos, de la gente bendita con la que me juego los cuartos, desde hace un largo trecho, sobre este camino pedregoso que nos es tan familiar y común.
Por esto, hoy, mientras esos días de irremediables ausencias se demoran, quiero robarte medio minuto. El tiempo justo que me llevará abrazarme a ti, para sentir tu respiración y tu energía, tu aliento. Déjame que te disfrute, que sea plenamente consciente del calor que me das y que, yo también, te deseo trasmitir. Un intenso afecto nos acerca, nos funde. Y eso es realmente grande. Dime: ¿no crees que sienta francamente bien cogerse? Pues ven, no perdamos tontamente otra oportunidad. Déjame que la apure, antes de que este momento se disipe... y las urgencias nos invadan de nuevo, haciéndonos relegar los pequeños detalles que tanto sentido dan a nuestras vidas.
Ven, antes también de que llegue ese día en que ya no lo podamos hacer... Démonoslo ya, enteramente, un abrazo.

25 julio, 2010

EL REY DE MUSTANG

Frec de Maloia - Cuixart

Quise un día ser monarca del reino de Mustang. Durante un tiempo, perseguí exiliarme de los fragores del mundo, más allá de las últimas montañas, cercado por cielos de una luz hepática y mortecina que los ojos humanos raramente alcanzan a ver. El último rey, el rey proscrito, el rey solo. Buscaba ser rajá de un pequeño feudo en el que mi corazón soportaría los más crudos climas, soberano de un territorio poblado por mil vientos heladores que arrastran consigo los lamentos de los dioses. Ingenuamente protegí mi dominio de las corrientes extranjeras y levanté muros de piedra suturando cada herida de aquella tierra yerma que sería mi gobierno...
Eso quise un día ser, el rey de Mustang. Pero, necio de mí, no supe renegar de mi plebeyo origen, de mi humana condición de amante. Así, cada atardecer resucité un episodio de mi vida anterior, descuidando el desfiladero de los recuerdos, por el que calladamente discurre un riachuelo de oro gris... Y fue, siguiendo su curso, por donde al caer de una tarde llegaste tú. Tú, entre mis evocaciones; tú que, inocentemente, burlabas mis defensas con tu reveladora presencia, humillada sin embargo ante mi fortificación absurda. ¡Iluso de mí...! Todos mis propósitos se truncaron, cuando te vi aparecer descalza, caminando sin urgencias, penetrando en el castillo de desechos que había erigido en torno al más inútil de mis empeños... ¡Ah, mi remoto reino de Mustang! Mi loco y estéril dominio, tomado en un solo asalto por ti, en la conmovedora luminiscencia del crepúsculo. Sí, allí, tú... la magia de la vida y la luz.

Hoy vuelvo la vista atrás y bendigo el día en que robaste mi mirada y, de tu mano, abandoné el viento glacial y las montañas más altas, para regresar al mundo real. Hoy, después de aquello, después de tanto... Sin embargo, también hoy, un resto de aquel frío virgen y acerado permanece todavía en mi interior. Es el poso del tiempo de expatriación, el aliento de mi pretérita locura... Descubro ante ti mis viejas cicatrices y sonrío. Camino a tu lado y sé que, pese a todo, siempre vivirá en mi más profunda entraña algo de eso que, imposiblemente, quise un día ser: el último rey del lejano, baldío y olvidado reino de Mustang.

18 julio, 2010

MARCUSE

El Gran Juego - De Chirico

La filosofía radical de Herbert Marcuse inspiró la ideología política crítica de los años 60 y de la revuelta estudiantil del mayo francés. Sólo por esto, que ya me parece mucho, bien merece un recordatorio en estos días.
En lo más propiamente personal, leí a Marcuse en mi época de estudiante y sus
ideas cambiaron mi forma de ver el mundo y de situarme en él. Tengo lleno de subrayados y notas marginales El hombre unidimensional, un libro en el que explicaba cómo el consumismo y la “liberación de las costumbres” de la sociedad capitalista avanzada hacen del hombre un ser cada vez más adaptado e integrado al sistema... A partir de lo cual se diluyen la oposición y la crítica, pues la sociedad unidimensional las asimila, absorbiendo en su seno cualquier alternativa.
Leyendo a Marcuse, la realidad se le volvía a uno engañosa: El capitalismo avanzado ejerce sutilmente su control, manipulando los deseos y las necesidades de las personas. No sólo determina las ocupaciones, las habilidades y las actitudes socialmente requeridas, sino también las necesidades y aspiraciones individuales.
La aparente libertad de los sistemas democráticos esconde formas organizadas de represión y control social.
¿Qué significaba entonces la democracia? ¿Qué era realmente la libertad? Marcuse se estaba anticipando a las doctrinas del “pensamiento único” y de la “globalización”, cuando denunciaba la unidimensionalidad, la homogeneidad aplastante del pensamiento y la acción, que eliminan todo impulso crítico y transformador. No existe una verdadera oposición, no hay disidencia. Hasta el proletariado pierde su marca revolucionaria, seducido por el confort y el consumismo...
Todo esto era desalentador. En plena Transición, me avanzaba la idea de que terminaría viviendo en una cómoda, razonable y democrática no-libertad.
Si el capitalismo absorbía la potencialidad emancipatoria de la clase trabajadora, ¿qué esperanza nos quedaba a quienes queríamos un mundo más justo y solidario? Lo denunciaba Marcuse, que existía una venenosa “tolerancia represiva”, basada en el “bienestar” y en un control social absoluto cada vez menos identificable. Cualquier contestación, nacía ya debilitada... ¿No era acaso cierto? Y concluía señalando que la esperanza de una liberación y la consecución de una sociedad abierta y libre, había dejado de estar en manos del proletariado, para pasar a las de las minorías no integradas, los grupos marginales, los excluidos del sistema, cuya sola presencia muestra la necesidad de poner fin a condiciones e instituciones intolerables. ¿Y no sucede esto también hoy, incluso más que nunca?
Marcuse estaba convencido de que sólo los desposeídos
podían ejercer una oposición radical y una verdadera emancipación. Por eso les prestó su apoyo, impulsando una nueva izquierda contraria al marxismo ortodoxo y radicalmente crítica y opositora contra el establishment.
Marcuse falleció el 29 de julio de 1979. Guardo recortado, entre las páginas de El hombre unidimensional, el obituario del periódico por el que supe de su muerte.

11 julio, 2010

EL LINCE

Peatones - López Román

Sí... ¿Joaquín? Este... No, no se espante. Y perdone que me entrometa de este modo en su pensamiento. Lo siento, es la única manera... Aunque usted no lo va a entender. En fin, no nos conocemos, pero aguante un poco. Y estese tranquilo, por favor. No, no soy una vaina de alucinación auditiva; no, no está usted pirucho, créame. Sé lo que piensa, pero escuche, se lo ruego, e intente relajarse. Eso es, gracias... Mire, me llamo Rafael o, mejor dicho, me llamaba hasta hace unos días, porque el jueves pasado, a las siete y veintidós de la tarde, fallecí. Lo sé, suena increíble. Yo tampoco estaba preparado para esta joda, y es que todo llega tan de una... Sí: soy un intruso, pero le repito que sólo así puedo llegarle al bocho, quiero decir a ese lado, adonde están usted... y la vida. Este... Naturalmente se preguntará por qué lo elegí para colarme como un plomazo en su cabeza. Joaquín, no rebulla tanto, no se inquiete y... ¡Escuchá, mierda! Perdón, atiéndame, que apenas tengo unos minutos. El asunto es el que sigue: Soy argentino y tengo 43 años o, más bien, ambas cosas era y tenía. Llevaba cuatro en España, doce casado y seis meses con una amante. De acuerdo: un medio trucho... pero le confieso, en mi descarga, que no fui yo quien primero tiró los galgos. Tuve mis motivos para dejarme llevar, pero no divagaré con detalles. El caso es que mi amante es o era Flora, exactamente, ya la conoce, su vecina, y que si lo engancho a usted es porque me consta que no pertenece a esa manga de boludos que simulan cordura y sensatez, pero que son insensibles al dolor humano. Porque le cuento lo que sucede: Yo había quedado con Flora en su departamento el pasado jueves, o sea el día de autos, ahí mismo, puerta con puerta de la suya... Joaquín, ¡bancáme loco!, veo que hace por escucharme, pero, ¿le importaría apagar el televisor? Ahora lo necesito entero, ¿sí? Eso es, soberbio. Este... Le explicaba que habíamos quedado en vernos, lo cual era decir en amarnos... ¡Ah, amigo: qué minón tiene usted ahí enfrente! Tierna, gauchita, sensual. No la olvidaré mientras... ¡mierda!, mientras esté muerto. ¿Quiere saber cómo me llamaba, después de yacer? Escuchá, loco, y tomá nota: “Mi lince”, che; me decía “mi lince”. Disculpe mi vehemencia, y también que me salga vosearlo, pero ¿no le parece bárbaro? Porque, para mí que vengo de donde sos más grande si te dicen tigre o puma o potro, que una piba te llame lince es lo más. Lo más, ¿entiende, Joaquín? “Mi lince...” Aún muerto, ardo de vanidad... Pero le decía que nos veíamos los jueves, cuando el marido de Flora, sí, su vecino, lo sé, por favor, no me cruce su pensamiento... Gracias. O sea que los jueves, este, nos veíamos a las siete y media, minutos después de que él saliera hacia su club para jugar al póquer. Nada de celulares ni boludeces, ninguna pista que pudiera liarnos. Yo caía en el Café Moderno, frente a su bulín, y aguardaba desde un velador, junto a la vitrina, a que ella bajara la persiana de su habitación. Era la señal. Entonces me colaba discretamente en el portal, subía... y allá que apurábamos nuestra hora de gloria. Una hora. Se me hacía cortito como patada de chancho, pero fue el límite convenido. Si la viera... Sus manos, sus ojos, sus pechos... Estoy seguro de que, usted mismo, más de una vez se los mira al bies... Pero, sí, perdone, este... Resulta que el pasado jueves salí de mi casa (vivo en López Aranguren) y, al poco, empezó a llover y hube de refugiarme para no llegar hecho sopa. Aquella mierda no paraba y, no viendo un taxi libre, no tuve otro remedio que cagarme mojando, por estar a la hora de la cita. Así que corrí literalmente de cuadra en cuadra y crucé los semáforos en rojo que me permitió el jodido tráfico. Pero no todos, desgraciadamente, porque fue en uno de éstos, en la calle José Luis Sampedro, cuando precisamente un taxista pelotudo me llevó puesto. Reconozco mi cagada, pero créame que, loco como iba y en medio del diluvio, no lo vi llegar. Verdad que el choque no fue violento, pero la puta leche dio con mi cabeza contra un macetero de piedra... Y ahí terminó todo: en aquel mismo instante me morí. ¡La gran concha de su madre! Uno corre tras la felicidad y la guadaña va y le pega el tajo... Pero no, no tengo tiempo de filosofar y, además, no me consta que mi jodida suerte me dé nuevamente chance de estar con usted. Oh, sí: entiendo su alivio... Sin embargo, le pido que me comprenda. Como puede suponer, mi pechugona nada sabe de mí desde la última vez, y la sé sumida en una angustia terrible. Por mi parte, intenté ingresar en su pensamiento, como he hecho con usted, pero al cabo hice que confundiera sus deseos con desvaríos y sólo conseguí mortificarla. Cada vez que le hablé, creyó volverse loca y no dio crédito a mis palabras, que atribuyó a su imaginación delirante. Sí, veo que lo entiende. Yo, este... ya recién le pido disculpas, Joaquín. Pero es que mañana es jueves y, como otros jueves, la pobre flaca bajará su persiana sobre las siete y cuarto de la tarde, confiando en volverme a ver. Esta vez lo hará inquieta, carcomida por la duda... Vos sabés, Joaquín, que no hay mayor tormento que la incertidumbre. Y, precisamente por esto, le solicito fervorosamente un favor: que la libere de la tortura por la que habría de pasar tras mis ausencias, aunque le cause un sufrimiento en apariencia mayor, cuando le diga que he muerto. Estoy convencido de que con la verdad consolará su pena... pues, en la vida, lo que a uno lo mantiene en pie son las certezas. Se lo suplico: Baje usted mañana a las siete al Café Moderno y ocupe mi lugar en uno de los veladores que da a la calle. Cuando baje la persianita, llame a su casa y pídale permiso para entrar. Seguro que ella buscará nerviosamente una excusa para despachar a su inoportuno vecino, pues esperará que yo aparezca. Pero, aproveche que se tratan de hace años, para rogarle que le atienda. Dígale entonces que llega de parte de Rafael, dígale del Lince... y ella, muy loca, lo presiento, le hará pasar. ¡Oh, pobrecita flaca...! Entonces cuéntele la verdad, Joaquín: Explíquele que me colé en su pensamiento, como había intentado hacer en el suyo. Dígale que le relaté lo que me aconteció el pasado jueves, que fallecí... y, por favor, confírmele que fue la maldita lluvia la que me apartó de su lado. ¿Lo hará por mí...? Gracias por no cagárseme en las patas, con este entrometimiento, de veras... Ah, este... Y dígale también que la quiero; se lo imploro... Después ya nunca más lo molestaré. Le juro, Joaquín, amigo mío, que no lo haré, créame, que lo dejaré en paz... por toda esta puta eternidad.

04 julio, 2010

LA UTOPÍA - Birri

Paisaje magnético - Polke

«Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, sé que nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve entonces la utopía? Para eso sirve, para caminar.»

27 junio, 2010

ALGO DE TI

Luminiscenze - Toffoletti

Algo de ti me roza en un escalofrío, cuando tu imagen fecunda mi sueño en el núcleo mismo de la noche. No sé si es el recuerdo de tu mano acariciando mi duermevela, si el de tu respiración concebida como un anhelo cuando me abrazas... o si, acaso, la evocación de aquella dulce malvasía que jamás osé robar de tus labios. Es algo de ti que no alcanzo a concretar, algo de ti que me arrulla y estremece, que infunde luminosidad y plenitud al recogimiento de mi pecho... Y basta un átomo de cuanto ese algo me inspira, para llenar de ti el lugar entre cuyas paredes de absurdas magnitudes soy centinela de tu ausencia. Reapareces inabordable y descubro en tu mirada el destello de vida que me invita a rondarte para terminar recalando en nuestros íntimos humedales, a amarte para morir en ti como muere la luz purpúrea del atardecer, exhausta y satisfecha, serenamente diluida en los profundos añiles de la noche...
Y en la noche te quiero. Y en la noche pienso que ese algo de ti me toma entero, mientras garrapatea mi mano estas notas, y me vuelco en el deseo de perdurarme a tu lado. Dibujo una caricia sobre el vuelo de tu memoria, vislumbro tu cara en un juego de espejos y me dejo ir, acotado en este paréntesis, empapado de un dulce y progresivo abandono. Cierro entonces los ojos, meciéndome en el calidoscopio de las quimeras, y me deslizo hacia ese otro lado del sueño, de un modo que apenas acierto a expresar... Y, mansamente aturdido, aún intento un último asalto a tu imagen, cuando advierto el forcejeo de cada una de mis letras huyendo vivarachas del papel, buscando a oscuras llegarte, aleteando juguetonas en un espejismo que rocía de besos tu mejilla.

20 junio, 2010

PERROS-GUIREC

Regatas en Perros-Guirec - Denis

Bretaña es tierra de costas barridas por fuertes vientos y mareas vivas, con campos de un intenso verdor, bosques frondosos y multitud de riachuelos. Sus casonas de granito denotan la arraigada identidad de un país marcado por sus orígenes celtas, sus historias de druidas y las leyendas medievales de los caballeros de la Tabla Redonda. Tomada en su conjunto, Bretaña pasa por ser la región mejor conservada de Francia.
En el noroeste de la comarca, se sitúa el departamento de Armor, la tierra asomada al mar, donde encontramos uno de los lugares más encantadores de la vieja Breizh: La costa de granito rosa, que debe su nombre a la original tonalidad de sus acantilados. Esta franja se extiende entre Trébeurden y Paimpol y, justo enfrente de la misma, están las Siete Islas, abrigo de la mayor reserva ornitológica de Francia.
Precisamente en el corazón de la costa de granito rosa, se sitúa Perros-Guirec, un lugar con verdadero encanto, al que merece dedicar como poco un fin de semana. El enclave es de una gran belleza natural. Es obligado hacer el Sendero de los Aduaneros que, arrancando de Perros llega hasta Ploumanach, bordeando los preciosos acantilados que dan al Mar de la Mancha. El camino, jalonado por matas de tojo y espino, discurre junto a enormes formaciones graníticas, modeladas desde tiempos inmemoriales por la fuerza del viento y del mar. Apenas en una hora y media de agradable caminata, por entre rocas y landas, se llega a la pequeña y hermosa playa de Saint Guirec, resguardada entre dos pequeños picos. Allí se encuentra el oratorio del mismo santo, un curioso monumento, construido sobre un montón de peñascos, sumergido por los flujos en marea alta, que tiene su origen en el siglo XII.
De vuelta a Perros, la playa, los paseos por el puerto o por la pequeña zona comercial que rodea la Plaza del Ayuntamiento, son opciones para pasar agradablemente una jornada de primavera entrada o de verano, los mejores momentos para visitar una comarca con tan alta pluviosidad como la bretona. Para comer, en Perros-Guirec hay varios restaurantes típicos en la zona portuaria, en los que degustar un sabroso pescado fresco (la raya, exquisita) o el plato más típico de la región: los mejillones, preparados de más de una docena de diferentes maneras. Y, hablando de pequeñas delicias palatinas, una buena opción es la de comprar las típicas galletas bretonas de mantequilla (las mejores: las Traou Mad), en sus pintorescas cajas de hojalata. Un bonito detalle para regalar y ofrecer a los nuestros.

13 junio, 2010

DANY, EL ROJO

Manifestación - Berni

Venimos padeciendo una conmoción social que será objeto de especial interés en los futuros libros de Historia y nadie sabe por dónde saldremos de ésta. Lo real es que, en un contexto cada vez más incierto y movedizo, se ha ido reemplazando la sabiduría por el conocimiento y estamos a punto de reducir el conocimiento a mera información. Como si todo fuera lo mismo. Sabemos de muy poco, pero estamos aparentemente informados... Y hasta Dios se ha puesto las pilas y tiene un vicario en la red, con un nombre tan cachondo como Google.
Como sea, sin embargo, cada vez más nos invade la certeza de que juegan con nosotros. De que la información que nos llega está contaminada, manipulada por depredadores oportunistas cuya codicia y falta de escrúpulos amenaza nuestro bienestar y el de nuestros países. Y mientras nos recortan derechos, asistimos perplejos a las decisiones de esos títeres que son nuestros líderes, en manos de los grandes bancos y el mercadeo de los especuladores.
Afortunadamente, pese a todo, aún hay quien denuncia la hipocresía de los gobernantes y plantea alternativas revolucionarias para atenuar la crisis. Daniel Cohn-Bendit, por ejemplo, hablando claro y proponiendo desarmes en el Parlamento Europeo. No le harán caso, pero reconforta verle urgiendo con vehemencia cambios profundos. Y es que los necesitamos.
Recuerdo con especial simpatía los acontecimientos del 68, cuando el entonces Dany el Rojo arengaba a sus compañeros universitarios de Nanterre. «Queremos un mundo nuevo y original —decía—. Nos negamos a crecer en éste, donde la certeza de no morir de hambre se cambia por el riesgo de morir de aburrimiento...» Y sucedió lo del mayo francés. Y yo era un chiquillo. Y aquello estuvo bien, más tarde lo supe. Al menos, mientras duró.
Quise ver a Daniel Cohn-Bendit años después, hacia el 80, en uno de los viajes en que, mochila y saco de dormir a la espalda, solía cruzar Europa en autoestop, buscando una anhelada progresía que en este país, si no permanecía oculta, aún era incipiente y algo pacata. Sabía que Dany trabajaba en la librería Karl Marx de Frankfurt... Pero finalmente no me cuadró la ruta y no tuve de él sino impresiones: Se había convertido en una suerte de pequeño-burgués, de porte intelectual, que colaboraba en periódicos y revistas liberales. Las malas lenguas (mis amigos de la izquierda alternativa alemana) le descalificaban tachándole de revisionista. Y, quien era yo entonces, sintió una cierta pesadumbre ante la imagen del revolucionario ligeramente fondón y recauchutado que me pintaban, y el empolvado recuerdo de sus soflamas, removiendo conciencias estudiantiles... tiempo atrás.
Hoy sé que le juzgué mal. Desde hace varios años, Cohn-Bendit es diputado de Los Verdes en el Parlamento Europeo y últimamente ha vuelto a la palestra con el asunto de Grecia, la crisis que nos asola y la falsedad y el doble juego de nuestros dirigentes. Por esto, quiero ser justo con él y reconocer lo bien que me ha sentado su genio y su compromiso, por lo que de excepcional tiene, al verle peleando por revelar los artificios y cambalaches que encubre la crisis, por hacer transparente la información... En definitiva, por seguir siendo quien, para muchos, siempre fue: un soñador que quiso cambiar el mundo. Como tantos de nosotros.

P.S. El enlace para ver a Daniel C-B en la red: La estafa de Grecia.

06 junio, 2010

HABLAR Y ESCUCHAR

Tertulia en la Sophiensaal - Engelhart

Hablar cuando sea preciso hablar, y sabiendo más o menos lo que se quiere decir, adónde llegar. Y, cuando hablar toca, hablar con alguien. Olvidar eso de hablar-a-alguien, como si ese alguien fuera un mero receptáculo sobre el que volcar nuestras palabras. La clave es con. Siempre hablar con. Y dejar de hablar, para dejar hablar. O sea: escuchar... y hacerlo como un acto de reconocimiento hacia quien nos habla, y en cierto modo de gratitud; como un acto más de amor, no obstante, por qué no, incluso.
Después de todo, tener alguien con quien hablar es un precioso regalo del que deberíamos ser muy conscientes. Poder hablar y, también, poder compartir la secreta complicidad de los silencios. Porque el hecho de comunicarnos nos vincula y nos revela como lo que somos: seres humanos.
Sí; hoy escribo y hablo de hablar, y pienso que es lo que estoy haciendo ahora contigo, cuando tanteo sin prisa lo que mis labios casi imperceptiblemente insinúan... Algo que me procura un sincero placer, una entrañada alegría. Y saberte ahí, pensando también: ¡quién pudiera algún día escucharte!
Dijo alguna vez el viejo Diógenes: Callando es como se aprende a escuchar; escuchando es como se aprende a hablar; y, luego, hablando es como se aprende a callar.
Escrito lo cual, y pareciéndome tan sabio, decido disolverme en el silencio que me rodea, porque probablemente demasiado he hablado; que, por tanto, mejor ya me callo... Que callarme es algo que aprendí a hacer y que, además y de verdad, sé que hago muy bien.

30 mayo, 2010

EL AMOR LÍQUIDO - Bauman

Soledad - Delvaux

Todos hemos visto, oído, y aún escuchado, a pasajeros del tren que, a nuestro lado, hablan sin parar por sus teléfonos. Uno diría que están contando los minutos que los separan de sus seres queridos y que no ven la hora de poder mantener esas conversaciones cara a cara. Pero quizá no haya pensado que muchas de esas charlas de móvil, que usted captó por azar, no eran el prolegómeno de una conversación más sustancial a producirse al llegar, sino un sustituto de ella. Que esas charlas no preparaban el terreno para algo real, sino que eran lo real en sí... Que muchos de esos jóvenes anhelantes de informar a sus invisibles interlocutores acerca de su paradero, no bien lleguen a sus hogares correrán a sus cuartos a cerrar la puerta con llave detrás de sí.
(...)
La idea misma de relación sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de "relacionarse" y "relaciones", la gente habla cada vez más de conexiones, de "conectarse" y "estar conectado".
(...)
Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el "compromiso no tiene sentido" y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duran, nos inclinamos a cambiar; en vez de hablar de parejas, preferimos hablar de "redes".

El amor líquido, Zygmund Bauman.

23 mayo, 2010

EL RITUAL

Fin de semana - Bracegirdle

Con el tiempo, el juego de la depilación se había convertido en una suerte de liturgia entre ambos. Solía acontecer casi siempre en fin de semana, después de que Rocío tomara su ducha nocturna y se hidratara con aceite corporal y cremas faciales, en tanto Alberto, normalmente, leía ya acostado.
Esa noche de viernes, ella entró en el dormitorio desnuda, con una toalla seca en el antebrazo, un bol con agua tibia, el gel y la maquinilla de afeitar. Alberto alzó la vista del libro y sonrió: Allí estaba su chica, espléndida, invitándole a participar en uno de sus rituales preferidos. Tentadora, Rocío le dijo: ¿Te animas? Y él, con falsa resignación, contestó: ¡Si no hay más remedio...! Y es que, acudiendo a la estadística, la probabilidad de que tras la sesión depilatoria hicieran el amor era del cien por cien.
De modo que Alberto dejó el libro, extendió la toalla para ella, y se puso manos a la obra. Rocío yacía felizmente relajada, las manos bajo la nuca, mientras a horcajadas sobre su vientre, Alberto extendía el gel sobre la primera axila humedecida, para rasurarla delicadamente hasta dejarla inmaculada. Con el mismo esmero depiló la segunda, la secó a toquecitos con una punta de la toalla y, cuidadosamente, movió sus útiles y descendió para arrodillarse entre las piernas de Rocío. Acudiendo a la estadística, eran dos minutos los que, por término medio, dedicaba a cada axila; entre ocho y diez a ambas ingles. Tomó del bol un poco de agua, mojó la zona que iba a rasurar y untó una gota de gel en sus dedos. Entonces vio la cana. Primeramente pensó que era una hebra y la intentó retirar con el canto del meñique... Pero no, allí seguía, destacando insolente en medio del vello púbico. Ahora vengo, dijo entonces. Y regresó del cuarto de baño con una tijerita. ¿Qué haces? Nada; tienes algo, como pegado. Rocío se incorporó sobre sus codos ¿Dónde? Que no es nada... Túmbate, anda. Ella obedeció, mientras Alberto cortaba aquel pelo impertinente... ¡Ris! Parecía asomar algo, conque lo cercenó junto a los contiguos, ¡ras! ¿Ya...?, dijo ella. Sí. ¿Qué era? No sé, un hilo. Alberto dejó la tijera y comenzó a rasurar maquinalmente la primera ingle. Aquella cana pareció haberle descentrado. Una cana, justamente ahí... Aún buscó un resto del pequeño brote, mientras depilaba precipitadamente la segunda ingle, sin mimo ni detalle. Chico, hoy no estás nada fino, le reprochó Rocío, sentándose, cuando terminó. Él contestó: ¡Te quejarás, encima! Y, con gesto hosco, llevó el bol, el gel y la maquinilla al cuarto de baño, antes de retomar su lectura. Rocío retiró la toalla y se puso el pantaloncito y la camisola que había dejado doblados en la alfombra camera. Se acostaron sin hablar.
Acudiendo a la estadística, la probabilidad de que el ritual depilatorio mantuviera para Alberto y Rocío parecidos interés y frecuencia acababa de disminuir considerablemente. Pero la de que continuaran, tras él, haciendo el amor lo hizo aún más... Por extraño que parezca, bastante más.
 
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