19 mayo, 2011

¡INDIGNAOS!

La familia del peón - Berni

A primeros de este mes de mayo, me llegó la onda de que algo parecía irse gestando alrededor de los postulados de ¡Indignaos!, el famoso librito de Stéphane Hessel, y, sólo dos semanas después, viendo las concentraciones multitudinarias que inundan muchas de nuestras plazas, tengo la sensación de que, en medio de esta crisis devastadora, estamos viviendo un momento muy especial.
Leí ¡Indignaos! en febrero, a rebufo del gran éxito editorial que tuvo en la vecina Francia. Ya en el prólogo de la edición española, José Luis Sampedro (no es casual que sea, precisamente él, su autor) cuestiona una vez más que realmente estemos en una democracia. Mientras los financieros, culpables de la crítica situación que nos envuelve, han salido del bache y prosiguen su actividad habitual con enormes ganancias, sus víctimas lo siguen pasando mal, muy mal. Y retóricamente se pregunta: ¿Qué han hecho los gobiernos, aparte de salvar a los bancos? No han suprimido las operaciones de alto riesgo, siguen consistiendo la existencia de paraísos fiscales... "El poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos. Los bancos se preocupan de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general..."
¡Indignaos!, dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación nace la necesidad de actuar, la voluntad de comprometerse activamente con la Historia. Tras los atentados del 11-S en Nueva York y las desastrosas intervenciones emprendidas por los Estados Unidos y sus aliados, como respuesta a aquéllos, este primer decenio del siglo XXI ha visto cómo eran recortadas gran parte de las conquistas sociales, de los logros democráticos basados en valores éticos como la justicia y la libertad, que tanto dolor y sufrimiento costaron a quienes nos precedieron, y que son los fundamentos mismos del Estado del Bienestar.
En este contexto, no es de extrañar que testimonios como los de Hessel y Sampedro, dos de los luchadores más comprometidos que conozco, hayan calado entre los más jóvenes haciéndoles salir de la atonía generalizada que, como una espesa bruma, parecía empañar y debilitar cualquier respuesta social, ante los desmanes y desatinos de la clase política, al servicio de las Corporaciones, la Banca y el Mercado. Así, la energía de la indignación se ha transformado en acción, en compromiso activo, en resistencia cívica y no-violenta frente a situaciones de todo punto inaceptables. "Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir", reza una de las pancartas de estas quedadas. Porque el movimiento de los indignados no es apolítico, pero cuestiona profundamente la gestión de los partidos y los sindicatos, les emplaza con rotunda firmeza a recuperar su esencia democrática, y a ponerse las pilas y cambiar urgentemente de rumbo. De eso se está hablando por aquí estos días, desde las primeras concentraciones asamblearias. Y de esperanza.
No sé si fue de un modo intencionado, pero parece simbólico que la primera gran manifestación de Democracia Real ¡Ya!, el 15-M, tuviera lugar en la Puerta del Sol de Madrid, como si fuera un punto de inflexión y partida, en el kilómetro 0. Desde entonces les sigo, porque yo también estoy indignado. Y porque creo en sus mensajes, en su compromiso y en su lucha, y los hago míos, me siento y soy uno más de ellos.
 
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