Zambezia - Lam
Teniendo en cuenta que curso un grado de Lenguas Modernas y Gestión,
sería un poco peripatético desarrollar mi futura tesis doctoral sobre los individuos
insufribles. Pero lo cierto es que conozco a un montón de tipos cuyas vidas son
tan pobres, huecas y enojosas que constituyen un filón de estudio digno de estimación
académica. Personajes con dinero y posición, que no disimulan una manera de ser
y relacionarse con el resto del mundo tan vana como miserable. Cultivan la falsedad,
eligen sus gustos y devociones según les encaja e invierten su tiempo y energía
en figurar lo que no son, como si vivieran un piso por encima de sus congéneres.
En fin, que un buen porcentaje de estos advenedizos pertenece a la abominable ralea
de los nuevos ricos, entre los cuales ubico a mi vecino del cuarto.
Por caso, el otro día coincidimos llegando a casa:
—Hola Pedro —le saludé.
Me miró de reojo, cuando abrí la puerta de acceso al edificio cediéndole
el paso.
—Qué hay —gruñó, y me soltó a bocajarro: —Oye, ¿eres tú el que deja la
bicicleta ahí, en medio del portal?
—En un rincón —puntualicé—. Cuando vengo de la uni y hasta que
voy a entrenar, por no guardarla para media hora...
—No es el mejor lugar, que te quede claro —dijo, precedido por su barriga
hacia el ascensor.
—Tampoco creo que...
—No hacen más que molestar —perseveró, a lo suyo, y el efluvio agrio de una penetrante
halitosis me hizo desistir de animarle a abrir de nuevo la boca. —Luego así se joden
las puertas, con los golpes que les dais, al entrar y salir a todas horas.
Contuve la respiración y sonreí, mirándole fijamente entre las cejas,
un poco más arriba de los ojos. Él debió creer que tenía algo en ese punto, porque
se rebulló incómodo, girándose para salir del ascensor.
—Adiós, Mario —le dije adrede (Mario es su hermano mayor, que vive en
el portal de al lado).
Murmuró alguna procacidad que no pillé y ahí quedó la cosa. Como sea,
si lo he traído a cuento es porque este sujeto revalida lo que comentaba al principio
sobre la gente insoportable. El tal Pedro es un capullo de humor aborrascado, con
una vida en apariencia ordenada, pero arrogante y belicoso; de los que predica una
cosa y hace otra. Seguro que, además, es estreñido crónico. Apenas le conozco
pero puedo atestiguar con anécdotas su permanente desprecio hacia el género
humano. Por esto le tengo semejante paquete... Pero, en fin, Mario, perdón, Pedro,
aún así te libras. Agradece que estudie Lenguas Modernas y Gestión, y
no pueda desarrollar mi futura tesis doctoral sobre individuos insufribles como
tú, pedazo de postizo. ¡Lo demás...!