30 septiembre, 2007

NERUDA


POEMA XV

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.


Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Con tan sólo 19 años, Neftalí Ricardo Reyes Basoalto (Pablo Neruda) publicó Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Durante toda su vida, Neruda hizo poesía de todo cuanto le importaba realmente: el amor, América y el compromiso político. Pocas personas saben que, por ejemplo, intervino decisivamente para fletar un barco en Francia, el Winnipeg, y sacar de España a dos mil personas que huían del horror de la Guerra Civil, llevándolas hasta Valparaíso. Su militancia le llevó a ser candidato a la presidencia de Chile, aunque renunció a favor de Salvador Allende. Precisamente doce días después del golpe militar que derrocó a éste, Pablo Neruda falleció en Santiago de Chile, el 29 de septiembre de 1973.

23 septiembre, 2007

ACERCA DE DIOS

Golconda - Magritte

He soñado que es real lo que siento, que es también cierto lo que soy y tengo. Por eso necesitaba verificar el correcto ejercicio de cada uno de mis sentidos. Están trotados por el uso, pero aparentemente todo funciona... Luego concluyo que no me engaño, que es así: Tengo la dicha de contar conmigo mismo, de aceptar mis limitaciones, de vivir con mis domésticas perplejidades, con mis cortedades y defectos... Soy un ser suficientemente libre como para apreciar el valor de las pequeñas cosas, mis servidumbres no me ciegan, tengo cuatro certezas sobre la vida y un puñado de amigos con quienes exprimirla. Todo ello es así de real, tan real que necesito una vez mostrar mi agradecimiento...
Quizá por esto que comento, en cierto modo hoy he extrañado a Dios: ese punto lejano, una entelequia, el inmotivado presentimiento de trascendencia que escoltó al adolescente aquél que fui, y le he buscado entre los amarillentos papeles que machacaba frenéticamente mi vieja Olivetti: Varios poemas desgarrados y un cuento para la reconciliación... Esto es supuestamente todo, acerca de Dios. Registro mi alma con relativo apremio y recuerdo que, entonces, lo tenía presente para pedirle por aquellos a quienes quería... Pero ahora él ya no está; sencillamente se fue, tan siempre a lo suyo como andaba, ensimismado en sus cuitas de hipocondríaco creador de un imperfecto cosmos.
No sé si Dios es la manera humana de denominar a la ausencia; tampoco sé si, como representación, no es mucho más que otro ídolo al que adorar... Pero lo cierto es que, si aún existiera, allá, dondequiera que se encuentre, sabe que nunca le expulsé de mi modesto paraíso. Él pecó de olvido y tomó su decisión, ambos lo sabemos. Desde entonces, supongo que también a ambos, nos va mejor. Y si alguna vez hemos sentido la tentación de reencontrarnos, ha sido en los lugares y de los modos más insospechados... Con lo que, como era de esperar, no hemos coincidido. Él me habrá buscado para intimarme alguna de sus viejas Verdades. Yo, más de una vez, porque quería engancharle de la pechera y pedirle cuentas sobre asuntos que, sobre el mundo, tendré con él eternamente pendientes. O porque, como hoy, le haría partícipe de esta gratitud que siento por cuanto la vida me viene dando, que es tanto...
De modo que sí, como decía: todo esto es real, lo que siento y mi agradecimiento. Y para una vez que quería tomarme una copa con Dios, resulta que hoy tampoco despacha. Seguimos sin ajustar nuestros credos vitales, qué se le va a hacer. Yo cada cierto tiempo lo intento, lo de vernos; y no precisamente cuando truena. Pero es que él es así de ausente, un tipo dimitido que antes de desertar delegó sus asuntos en hombres ineptos e ineficaces. Que no viene a ser sino una cómoda manera de enmascarar su eterno silencio, eso de delegar.
En fin, que lo que yo buscaba es mostrar mi gratitud. En fin, que, de algún modo, es lo que estoy haciendo. Y, en fin, que la esparzo pues por este extraño éter de códigos binarios, por si valieran mis cuatro letras para contagiar a alguien una migaja de esperanza. De esperanza, sí, incluso para el mismo Dios, si es que está en horas bajas, precisamente para él, que de estos espacios imposibles sabe tanto... Tanto, tanto.

16 septiembre, 2007

MI TERNURA - Salomé

Felicidad - Gauguin

«Mi ternura es ese camino que no supe tomar, descubierto mucho después de los miedos, mucho después de las dudas, más allá de las demandas, más profundo que los deseos.
»Mi ternura está en esta mirada que aumenta las posibilidades y acoge lo imprevisto. Está en la atención que se transforma, en un objeto, un acontecimiento o un ser y lo prolonga más allá...
»Mi ternura es una sonrisa, esa puerta abierta a la inseguridad del fugitivo y a la importancia de lo efímero.
»Mi ternura es un gesto completo con el que puedo crear el presente para hacer un regalo. Es ese hermoso e invisible movimiento de mí hacia ti, donde se borra la angustia de un día triste. Es la confianza del abandono de nuestros cuerpos, inscrita en el espacio de un territorio protegido.
»Con mi ternura, te recito el verbo amar, conjugado siempre en presente».

Jacques Salomé.

02 septiembre, 2007

ENAMORAMIENTO Y AMOR

Los amantes - Magritte.

En muchas ocasiones, me he preguntado dónde reside la diferencia entre lo que usualmente llamamos enamoramiento y amor. A partir de las ideas y vivencias —unas propias, las más ajenas— que he podido absorber con el tiempo, concibo el enamoramiento como una experiencia explosiva de renacimiento y creatividad. La persona enamorada vive a alguien como único y excluyente, desde un estado similar al de la fascinación. Le gusta todo del otro: no percibe defectos, los errores son comprendidos, los disgustos, las pequeñas pérdidas de energía, los primeros sinsabores, incluso los celos, son finalmente aceptados y perdonados. Todo es vivido y consentido intensamente, con la excitación desbordada de quien sólo ve a través de los ojos de quien le enamora... Y la fuerza de semejante emoción engancha y arrastra durante un tiempo, hasta que el mutuo roce (erosión), las rutinas cotidianas (costumbre) y, principalmente, el mutuo conocimiento, imponen sus límites.
Sobre el roce y la rutina, dada su gran visibilidad, quizá no merezca la pena extenderse. Sin embargo, creo oportuno hacerlo en lo que concierne al hecho de conocerse. Tengo para mí que en la experiencia de cada quien está escrito que el conocimiento del otro se cobra su peaje, con una cuota importante de sufrimiento. Al conocernos, participamos en un proceso que en la mayoría de los casos resulta doloroso. De hecho, desnudarse de cuerpo y alma ante quien se ama, supone asumir de un modo descarnado la propia condición de ser vulnerable. Así, la persona amada va a frecuentar no sólo la hondura y la riqueza de nuestra entrega: también accederá al conocimiento de nuestros defectos, miserias y contradicciones; al de nuestra humana fragilidad, ahora al descubierto. A partir de entonces, algo puede comenzar a cambiar: es probable que nos mostremos más inconsistentes, que surjan los errores y las faltas, asomen los desengaños y las diferencias hasta el momento inadvertidas. Aparecerá la decepción, con su inherente crudeza. El río de la fascinación se ve encauzado por los límites de la realidad...

Con todo, nada más lejos de mi intención que restar importancia a lo que el enamoramiento significa: Con cargo a él, todos guardamos entrañables motivos para sentirnos vivos. Y, en este contexto, soñar es fundamental. Cuando escribí en mi prontuario que soy un poco lo que soy y otro poco lo que persigo, precisamente pensaba en ello.

Personalmente, estoy convencido de que al superar la decepción (a cuyos estragos, evidentemente, no todo el mundo sobrevive) se accede a un estado distinto al del enamoramiento; y que, únicamente cuando se comprende su naturaleza real, se encuentra el camino hacia un amor menos urgente y apasionado, tal vez, pero más profundo y duradero. La mayor parte de las experiencias amorosas están jalonadas por situaciones en las que uno renace de la desilusión, para volverse a enamorar. Esto a pesar de haber atravesado paisajes grises, en los que los amantes han descuidado escucharse, mirarse a los ojos y quererse con la ternura que se merecen.

Pienso, finalmente, que exclusivamente la pasión (con lo bella y excitante que pueda ser), no es suficiente para mantener una relación amante sana y madura. Supongo que la vida amorosa, en la que incluyo absolutamente todo, lo bueno y lo menos bueno, se mantiene con el cariño, el respeto, la complicidad, ciertos intereses vitales en común y una parecida manera de enfocar y comprender la existencia. Decía Alberoni algo así como que e
l ser humano es libre y que, cuando es esclavo (de la pasión), desaparece el amor. Y, aunque ésta no pueda ser una verdad universal, tal vez no le faltara una pizca de razón.
 
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