06 junio, 2010

HABLAR Y ESCUCHAR

Tertulia en la Sophiensaal - Engelhart

Hablar cuando sea preciso hablar, y sabiendo más o menos lo que se quiere decir, adónde llegar. Y, cuando hablar toca, hablar con alguien. Olvidar eso de hablar-a-alguien, como si ese alguien fuera un mero receptáculo sobre el que volcar nuestras palabras. La clave es con. Siempre hablar con. Y dejar de hablar, para dejar hablar. O sea: escuchar... y hacerlo como un acto de reconocimiento hacia quien nos habla, y en cierto modo de gratitud; como un acto más de amor, no obstante, por qué no, incluso.
Después de todo, tener alguien con quien hablar es un precioso regalo del que deberíamos ser muy conscientes. Poder hablar y, también, poder compartir la secreta complicidad de los silencios. Porque el hecho de comunicarnos nos vincula y nos revela como lo que somos: seres humanos.
Sí; hoy escribo y hablo de hablar, y pienso que es lo que estoy haciendo ahora contigo, cuando tanteo sin prisa lo que mis labios casi imperceptiblemente insinúan... Algo que me procura un sincero placer, una entrañada alegría. Y saberte ahí, pensando también: ¡quién pudiera algún día escucharte!
Dijo alguna vez el viejo Diógenes: Callando es como se aprende a escuchar; escuchando es como se aprende a hablar; y, luego, hablando es como se aprende a callar.
Escrito lo cual, y pareciéndome tan sabio, decido disolverme en el silencio que me rodea, porque probablemente demasiado he hablado; que, por tanto, mejor ya me callo... Que callarme es algo que aprendí a hacer y que, además y de verdad, sé que hago muy bien.
 
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