18 julio, 2010

MARCUSE

El Gran Juego - De Chirico

La filosofía radical de Herbert Marcuse inspiró la ideología política crítica de los años 60 y de la revuelta estudiantil del mayo francés. Sólo por esto, que ya me parece mucho, bien merece un recordatorio en estos días.
En lo más propiamente personal, leí a Marcuse en mi época de estudiante y sus
ideas cambiaron mi forma de ver el mundo y de situarme en él. Tengo lleno de subrayados y notas marginales El hombre unidimensional, un libro en el que explicaba cómo el consumismo y la “liberación de las costumbres” de la sociedad capitalista avanzada hacen del hombre un ser cada vez más adaptado e integrado al sistema... A partir de lo cual se diluyen la oposición y la crítica, pues la sociedad unidimensional las asimila, absorbiendo en su seno cualquier alternativa.
Leyendo a Marcuse, la realidad se le volvía a uno engañosa: El capitalismo avanzado ejerce sutilmente su control, manipulando los deseos y las necesidades de las personas. No sólo determina las ocupaciones, las habilidades y las actitudes socialmente requeridas, sino también las necesidades y aspiraciones individuales.
La aparente libertad de los sistemas democráticos esconde formas organizadas de represión y control social.
¿Qué significaba entonces la democracia? ¿Qué era realmente la libertad? Marcuse se estaba anticipando a las doctrinas del “pensamiento único” y de la “globalización”, cuando denunciaba la unidimensionalidad, la homogeneidad aplastante del pensamiento y la acción, que eliminan todo impulso crítico y transformador. No existe una verdadera oposición, no hay disidencia. Hasta el proletariado pierde su marca revolucionaria, seducido por el confort y el consumismo...
Todo esto era desalentador. En plena Transición, me avanzaba la idea de que terminaría viviendo en una cómoda, razonable y democrática no-libertad.
Si el capitalismo absorbía la potencialidad emancipatoria de la clase trabajadora, ¿qué esperanza nos quedaba a quienes queríamos un mundo más justo y solidario? Lo denunciaba Marcuse, que existía una venenosa “tolerancia represiva”, basada en el “bienestar” y en un control social absoluto cada vez menos identificable. Cualquier contestación, nacía ya debilitada... ¿No era acaso cierto? Y concluía señalando que la esperanza de una liberación y la consecución de una sociedad abierta y libre, había dejado de estar en manos del proletariado, para pasar a las de las minorías no integradas, los grupos marginales, los excluidos del sistema, cuya sola presencia muestra la necesidad de poner fin a condiciones e instituciones intolerables. ¿Y no sucede esto también hoy, incluso más que nunca?
Marcuse estaba convencido de que sólo los desposeídos
podían ejercer una oposición radical y una verdadera emancipación. Por eso les prestó su apoyo, impulsando una nueva izquierda contraria al marxismo ortodoxo y radicalmente crítica y opositora contra el establishment.
Marcuse falleció el 29 de julio de 1979. Guardo recortado, entre las páginas de El hombre unidimensional, el obituario del periódico por el que supe de su muerte.
 
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