06 noviembre, 2011

VACÍOS QUE LLENAN

Rincón del Gualdalquivir - Palomo Reina

Me sucedió, por ejemplo, con el cuadro de Palomo Reina que compré en 2006, el día en que se inauguró su exposición en la galería de Aitor Urdangarin. Allí fue lo usual de estos vernissages: copa de vino en una mano, en la otra un canapé, y las predecibles charletas por corrillos. Conversaba así con unos conocidos, cuando reparé en el cuadro que digo: una perspectiva del Guadalquivir, que incorpora la majestuosa nobleza del río, con matas de arbustos en ambas riberas y, alejadas del primer plano, cuatro solitarias barquitas bajo un cielo azul en el que se insinúan los primeros cárdenos del atardecer. El resto del lienzo agua, sólo agua. Hasta tal punto que, yo diría, esta es la particularidad del cuadro: la ausencia de un motivo, más allá del río, de su propio y magno caudal. Fue descubrirlo y, todo uno, quedar prendado por la armonía de esa gran masa de agua, el espacio vacío de elementos, la rotunda serenidad del paisaje. ¡Un amor a primera vista...! Entonces sondeé a mis consocios al respecto y uno de ellos opinó: «Demasiado río, ¿no crees? A mí me sobra la mitad inferior del cuadro.» Y, al escucharle, supe que era la fuerza que provenía precisamente de esa mitad inferior, la que me hacía desearlo. Una vez más, la sensación de conformidad y de plenitud me llegaba a través de lo que era un aparente vacío.
Acaso porque he ido abandonando la preocupación por rematar con ambages, por vestir los tiempos, por motivar cada uno de los horizontes que dan sabor a mis días, ciertos vacíos me seducen. Y relaciono esta idea con el mayor atractivo que asimismo descubro en la simplicidad y en la tersura, en la preeminencia diáfana, en la ausencia de retórica. Incluso acotarme entre paréntesis, y no hacer nada, me remunera con un calmoso bienestar. Por esto, cuando puedo invierto unos minutos en estar; en solamente estar. Porque en el vacío, pese a lo que pueda parecer, hay energía. Hay energía, como dice Salvador Pániker, “en cada efímero y eterno presente, donde todo nace y muere.”
Así rodaba, pues, esta tarde de sábado en la que, con Lorie Line de fondo, he permanecido durante un rato observando el bello retazo del Guadalquivir que tengo en casa, dejándome llenar por su extraordinaria y aparente vacuidad. Y ha sido entonces cuando me ha espoleado de improviso una de esas pulgas que, para Stanislas Lem, son las ideas, que saltan de uno a otro, pero no pican a todo el mundo. Conque he hecho un inciso y me he puesto a escribir lo que ahora ya concluyo: Una pincelada vespertina inspirada en ese oxígeno que enriquece también el vacío... y felizmente lo colma. El vacío, digo; sin más vueltas ni misterio.
 
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