10 febrero, 2013

TODO FLUYE



Cooper Park - Jeffrey Smart

Hay momentos en los que mi vida parece condensarse enteramente en un solo instante de luz. Un fogonazo, un resplandor. Dura apenas unos segundos la sensación maravillosa de sentirme alcanzado por un enérgico fulgor atravesándome el pecho. Entonces me noto pleno, Miralles: Me colma una sensación de gozo que a duras penas sujeto en mi interior; como si no me cupiera el alma bajo la plétora, a punto de estallar de una emoción tal vez muy cercana a la felicidad. Siento así que todo fluye dentro de mí, y me involucro de tal modo en lo que hago que nada de fuera parece amenazarme. Es como si las oscilaciones que registra mi vida se acomodaran plácidamente a la imperecedera cadencia del mar cuando besa la playa; como si el suave oleaje me devolviera a un pasado radiante que me incluye niño y joven, y, a la par, me convirtiera fugaz y, sin embargo, eternamente en lo que soy ahora...
Confieso que entonces siento lo que siento, de un modo indecible; que siento fuerte y hondamente, irrumpido de gratitud, mientras me alargo incontenible hacia ese cielo azul y tenso que me regala la dicha de estar vivo. Y hasta se me asoman las ganas de llorar, de contento, por saber que, pese a los traspiés y las caídas que entristecieron algunos de mis días, pude amar y además lo hice. Sí; porque lo hice, Miralles, te juro que amé... Y hoy sé que aún puedo amar.
Por eso te escribo, para contarte que es, en estos momentos de plenitud, cuando anida en mí la certidumbre de que al amor le adeudo esencialmente la fuerza, y la luz que alumbra mis pasos. Él me sustenta, me nutre generosamente de esa fe con la que cada mañana le planto cara al día. Y lo hago, Miralles, vaya que sí lo hago... Aunque luego, hada y puta como es, la vida me pretenda vencer en su sostenida contienda; y yo, que me voy haciendo perro viejo, de vez en cuando le tolere amablemente una derrota.
 
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