07 marzo, 2010

LOS POCOS LIBROS

La lectora - Zaitsev

Hay quien atesora antiguos códices e incunables, quien se provee de libros corrientes que nunca empieza, quien, con los más lucidos, reviste sus estanterías. Está también el que los vende a peso o compra al detalle, aquél que los regala por amor, interés o compromiso; quien lee de fiado, el aparente olvidadizo, que acopia para sí cuantos le fueron llegando prestados, y quien los cede a regañadientes temiendo que no tengan retorno. Y es que, no en vano, alguien ya estableció dos clases de tontos en el mundo: los que prestan los libros... y los que los devuelven.
Los libros dan mucho que leer y otro tanto de que hablar, y cada cual tendría mucho que decir sobre lo que aportan a su vida. Puesto por caso, contaré qué mi empeño sobre este particular es disfrutar de una sublime biblioteca, con el menor número de libros posible. Llegué a tener (aunque fueran ellos los que en realidad me poseyeron) algo más de mil volúmenes. Partí peras, deshice metros lineales de biblioteca, con lo que ahora mismo rondaré las cuatro centenas... Y confieso que me fijo como meta no sobrepasar, de éstas, la mitad. Sí: Cada vez menos tengo, los que son para mí mejores.
Y, si fuera el caso, me extendería largo para confesar que lo que el cuerpo me pide es vaciarme, quitar contenido a lo superfluo, soltar amarras del discurso arbóreo, volverme esencial. Tener poco, lo justo; tal vez lo mínimo. De eso se trata.
Quizá sucede que ese viñedo de viejas cepas, al que pertenezco, me hace medrar como un sarmiento, con nudos flexibles y caprichosos que se revuelven y me deparan extraños modos de dar fruto que nunca antes concebí. De modo que aquí estoy, en este mojón del camino, rodeado de los todavía demasiados volúmenes que comento. Y, a día de inventario, mucho tendría que cambiar mi vida para que la peregrine como un Sísifo, amarrado a mis pertenencias. Pues creo que, cuanto existe a mi alrededor, todo lo que conforma mi universo, lo que soy y tengo, vive en mí. Incluyendo mis más preciadas lecturas...
Así es que pienso que poco o nada me llevaré cuando parta, y lo digo sonriendo, sabedor de que todo esto funcionaba sin mí y seguirá haciéndolo cuando ya no esté... Aunque, por lo mismo, serenamente sospecho que hasta lo más sagrado, sin mí, llegado el momento dejará de existir.
 
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