«A Lázár le gustaba mucho El sueño, una obra de teatro de Strindenberg... ¿La conoces? Yo nunca la he visto. Él citaba a menudo algunas líneas o resumía alguna escena. Decía que en ese drama hay un personaje cuyo mayor deseo es que la vida le conceda una caja de pesca verde, ya sabes, una de esas cajitas de color verde en las que los pescadores guardan hilo, anzuelos y cebo. El personaje envejece, le pasa la vida por encima y, por fin, un día, los dioses se apiadan de él y deciden regalarle la caja de pesca... Pero entonces el personaje, con el tan deseado presente en las manos, se acerca al proscenio, observa durante un buen rato la cajita y luego, con profunda tristeza, dice: “No era este verde...” Lázár citaba esta frase cuando la conversación giraba en torno a los deseos humanos. Y cuando Judit empezó a conocerme, poco a poco me fui percatando de que yo para ella “no era ese verde.” Durante mucho tiempo no se atrevió a verme como yo era en realidad. Nunca nos atrevemos a reducir a dimensiones humanas lo que nuestro deseo ferviente ha transformado en un ideal. Ya vivíamos juntos y se había relajado esa insoportable tensión que existió entre nosotros durante los últimos años, la fiebre había desaparecido y ya sólo éramos un hombre y una mujer, dos seres humanos con sus debilidades y sus soluciones prácticas, humanas... y sin embargo ella seguía queriendo verme como yo nunca me había visto, como una especie de sacerdote venido del otro mundo o un ser superior... Pero yo no era más que un hombre solo con esperanzas.»
La mujer justa, Sándor Márai.
La mujer justa, Sándor Márai.