03 marzo, 2013

YO CREO

La lectora - Benson
Tomo aire cuando escribo; reposa el puntillo de mi pluma durante un instante, en cada punto y seguido. Después continúo. Me dirijo ti, Miralles, aferrándome al vano intento de reemplazar el espacio que nos separa, con un encuentro sucedáneo nacido del impulso de escribir para contarte, para responderte. Apenas sí supone esta tentativa un adarme del enorme placer que sería tenerte enfrente, a un café de distancia, sentados al tibio y dorado sol de este moribundo invierno, en cualquier velador de tu hermosa ciudad. Pero los derroteros de esos destinos tuyo y mío, los mismos que nos llevaron un día a conocernos, han querido que nuestra amistad madure en la distancia, soterrada en la penumbra acogedora y cómplice de estos silencios que, a pluma rasgada sobre el papel, de cuando en cuando compartimos.
Eres para mí un vínculo con el ensueño, Miralles, una figuración que no quiero abandonar. Pero también un cabo desde el que me amarro a la vida. Y porque eres esto, lo otro y tanto más, hoy quiero rendirte pleitesía. Lo hago cuando te digo que me entusiasma registrar tus palabras, que adoro tu manera de remunerar cada una de mis contemplaciones con una flor de papel, con una lágrima, con una duda. Me asaltas desde ese misterio de hembra que te envuelve, y a veces me reafirmo, al leerte, en que no únicamente nos diferencia el género: que, hombres y mujeres, pertenecemos en realidad a especies diferentes. Sí, de verdad, lo digo en serio y sin embargo... ¿Sonríes? Apuesto a que lo haces, evaluando mis boberías intelectuales, con los ojos pícaramente entrecerrados. Y disfruto pensando que, quizá, así sea. Me recreo imaginándote. Igual que gozo releyendo tus últimos asertos, cuando defiendes sin fisuras la importancia de creer en algo, y reprochas el escepticismo en que me enroco, y hurgas en él con frases sueltas y viejas citas que me mueven a pensar. Me siento confortado en el galanteo intelectual al que me convidas, al preguntarme en qué creo yo; si, de verdad, creo en algo, como me dices. Y entonces me planteo, ¿cómo contestar sin embarullarme? Lo cierto es que, en mi realidad más trotera, compruebo que me he vuelto un ser práctico y funcional y, sí, desde luego, creer es importante, pero actuar... Actuar es fundamental. Y actuar, para mí, significa aceptar, emprender, modificar, transformar... y crear. Después de todo, es más que una sutileza que los verbos creer y crear entreveren algunos de sus tiempos verbales y que incluso mutuamente se presten sus dos juegos significantes. Porque, cuando digo que «yo creo», en realidad, ¿qué estoy haciendo, sino dos declaraciones a la vez? La fe y la acción, todo uno...
Absuélveme por este retruécano, Miralles. Sucede igualmente, cuando pienso en ti, que sobre todo te extraño. Y, al pretender suplir este imposible anhelo de tomarte de la mano, de caminar junto a ti, lamento no ser tan claro como ciertamente mereces. Releo ahora mi escrito y sonrío: No lo corregiré, sin embargo, aunque finalmente me haya enredado en un bucle, un poco por seguirte de corrido, sin apenas vacilaciones, encantado de jugar contigo, un día más, mi cielo, eternamente al escondite.

 
ir arriba