La costumbre de hidratarme con aceite corporal, viene de cuando nació mi hija mayor. Lo compraba para ella, pero comencé yo también a dármelo en la ducha, por los brazos y piernas, el pecho y el vientre, mezclándolo con el agua que gotea por mi cuerpo, antes de secarme. Esto me costó un par de sustos, pues en alguna ocasión patiné al entrar en la bañera, con los restos de la anterior hidratación... Óscar me lo había reprochado, increpándome burdamente, con su manera habitual de tratarme y despreciarme, y yo ponía cuidado en limpiar cualquier invisible resto... Algún día me daré un morrazo, por tu puta manía de echarte esa mierda, y te juro por dios que te enterarás, me dijo una vez. Por ejemplo.
Ciertamente, no sé cómo me vino a la cabeza la idea, lo confieso. Aquel día yo estaba con muy mal cuerpo y tremendamente deprimida. No soportaba que me gritara e insultara, que me acosara hundiéndome su índice amenazador bajo la clavícula; y menos delante de las niñas. La noche anterior, por enésima vez, lo había vuelto a hacer: Me humilló, me empujó con fuerza y mantuvo su mano en mi cuello, durante unos segundos eternos, estrujándome contra la pared. Ahogué un grito, sentí que me asfixiaba... Hasta que me soltó y salió de casa llamándome puta, dando un portazo. Las niñas lloraban y fui a tranquilizarlas, tapándome con la mano el cuello, disimulando un miedo atroz. Por eso esperé en su habitación hasta que se durmieron. Luego le sentí llegar, aguardé a que se acostara... y después estuve sollozando en silencio un buen rato, sentada en el frío suelo del cuarto de baño.
No sé cómo me vino la idea a la cabeza, repito... Pero la materialicé. Sí, lo hice, yo. Y es que si escribo esto, aunque más tarde rompa y tire el papel, es porque llevo todo el día acordándome muy especialmente de él, de Óscar. Hoy, digo, porque justamente hace un año que murió. Sí, pobre desgraciado... Fue al día siguiente de la noche aquella en que casi me estrangula. Oí su despertador, yo no había pegado ojo, me mantuve rígida en la cama... Y, minutos después, sentí el ruido.
Fue en la bañera donde le encontré, a las siete y diez de la mañana. Desnucado.
No sé cómo me vino la idea a la cabeza, repito... Pero la materialicé. Sí, lo hice, yo. Y es que si escribo esto, aunque más tarde rompa y tire el papel, es porque llevo todo el día acordándome muy especialmente de él, de Óscar. Hoy, digo, porque justamente hace un año que murió. Sí, pobre desgraciado... Fue al día siguiente de la noche aquella en que casi me estrangula. Oí su despertador, yo no había pegado ojo, me mantuve rígida en la cama... Y, minutos después, sentí el ruido.
Fue en la bañera donde le encontré, a las siete y diez de la mañana. Desnucado.