Al parecer, la felicidad está condicionada por ciertas características de la personalidad, de una elección o de una actitud que pueden ser modificadas mediante el aprendizaje. Analizando características de gente que se considera feliz, Michael Fordyce elaboró un programa de formación para la felicidad centrado en determinados rasgos fundamentales que he intentado resumir. No se trata, desde luego, de aportar recetas (que no hay), sino de ofrecer ciertos puntos de reflexión. El principio en el que se inspira el trabajo de Fordyce es sencillo: Si uno puede ser como es la gente feliz, podrá también ser feliz. La felicidad se puede aprender...
Ser más activo y permanecer ocupado.La gente feliz se implica activamente en la vida y pasa más tiempo que las demás personas realizando tareas que le resultan agradables y entretenidas. Una vida activa genera más felicidad que una vida pasiva, lo cual viene a acentuar los contrastes existentes entre la vida llena, activa y placentera, propia de la gente feliz, y la vida tensa y crispada de la gente infeliz o incluso la vida inactiva y aburrida de otros.
Dedicar más tiempo a la vida social. Los vínculos sociales son fundamentales. La gente feliz participa en actividades tanto formales (organizaciones, clubes) como informales (amigos, colegas de trabajo, familia extensa). Estas interacciones contribuyen a crear sentimientos de satisfacción, mantenimiento y pertenencia que se suman a la sensación general de bienestar.
Ser productivo en un trabajo satisfactorio. La felicidad se asocia a menudo con un trabajo destacado y una actividad productiva. La satisfacción de vivir parece estar vinculada a un empleo agradable.
Organizarse mejor. Alguien feliz se organiza bien, no deja asuntos para otro día, es eficaz y se planifica. Su capacidad organizativa no se manifiesta sólo en su visión cotidiana de la vida, sino también en sus proyectos a medio y largo plazo y en su sentido de la orientación vital.
Evitar el agobio. La felicidad de uno es inversamente proporcional a la cantidad de tiempo que dedica a pensamientos negativos. Así, la inquietud es enemiga de la felicidad; esto aunque la mayoría de las inquietudes no se cumplen nunca y la mayoría de las preocupaciones superan, a menudo, la capacidad de control de una persona. El equilibrio entre una planificación adecuada y una inquietud mínima, favorece un buen porcentaje de éxito en la vida y un mínimo de pensamientos desagradables y de coerción mental.
Adecuar correctamente las expectativas y las aspiraciones: Nuestra felicidad no descansa únicamente en lo que nos ocurre, sino también en lo que anticipamos. Las expectativas, las aspiraciones y el éxito repercuten en la felicidad:
Las expectativas demasiado elevadas rara vez se cumplen y suelen generar decepción; en cambio, expectativas moderadas suelen conducir a una satisfacción mayor de la prevista.
Nuestra cultura sobreestima el protagonismo que ejerce el éxito en la felicidad. Incluso aunque el éxito parezca incidir en ella, su impacto y efecto a largo plazo es menor, cuando se compara con factores más influyentes, como la calidad de la vida familiar y social.
Se considera equivocadamente que la felicidad es resultado de una vida exitosa y, dado que el éxito se alcanza tras años de sacrificio y trabajo, la gente percibe la felicidad como algo que tuviera que remitir para más tarde, en espera de que ese éxito se cumpla. La gente feliz no cae en esa trampa cultural; no espera la oportunidad de ser feliz. Considera la felicidad como una especie de viaje, más que como un lugar al que llegar. El secreto de una vida más feliz descansa generalmente en el presente y no en un futuro incierto y continuamente pospuesto.
Alguien feliz logra lo que quiere porque quiere aquello que es capaz de lograr. Escoge objetivos a su alcance, obteniendo así logro tras logro. La gente infeliz alberga ambiciones imposibles de alcanzar y percibe su vida como una cadena de fracasos. La felicidad está asociada más a éxitos en la consecución de objetivos alcanzables, que a fracasos obtenidos por buscar imposibles.
Desarrollar un pensamiento positivo y optimista: Una mentalidad positiva y optimista es quizá el rasgo más característico de la gente feliz.
El optimismo es una interpretación positiva de los acontecimientos. Lo que determina la felicidad no es lo que se tiene, sino cómo se percibe lo que se tiene.
El optimismo es una actitud perceptiva que centra la atención de alguien. Una persona termina por lograr lo que busca. En el mundo se producen suficientes cosas buenas y suficientes malas como para permitir a cada uno concentrar sus preocupaciones sobre cada una de esas realidades. Si alguien busca cosas negativas en la vida, dispondrá de suficiente material para hacerlo, lo cual también sirve para los asuntos felices.
El optimismo es una predicción que se realiza por sí misma. Si uno trata de que algo funcione bien, su propio comportamiento aumentará la probabilidad de conseguirlo.
El optimismo es una creencia del tipo «Ocurra lo que ocurra, será para bien». La interpretación puede acabar siendo más fuerte que la realidad. Sea cual sea la circunstancia, las emociones de una persona no deben ser necesariamente dictadas por la situación. Una persona es siempre (potencialmente) libre de escoger hasta qué punto se va a sentir feliz.
Estar centrado en el presente: Las personas felices se vuelcan en el presente y parecen extraer el máximo placer de las oportunidades cotidianas. La felicidad se encuentra más fácilmente en el aquí y ahora. La gente feliz valora más sus días que la infeliz, sobre todo porque su atención no está teñida por los pesares y lamentaciones del pasado o por las incertidumbres del futuro.
Trabajar en busca de una personalidad sana: La gente feliz se encuentra mentalmente sana y más libre que la población en general de padecer cualquier padecimiento psicológico. Se ama (tiene un concepto positivo de sí mismo), se acepta (adecuándose a sus imperfecciones e insuficiencias personales), se conoce (con lo que toma decisiones adecuadas), se ayuda (tiene costumbres y capacidades de auto-suficiencia que le permiten alcanzar el éxito en la vida de un modo autónomo).
Desarrollar una personalidad atractiva: La felicidad parece ser más acentuada en quienes gozan de una vida social activa, con una personalidad atractiva, tanto en el plano cognitivo como en el plano del comportamiento.
Ser uno mismo: Las personas felices tienden a seguir siendo ellas mismas. Términos como natural, espontáneo, auténtico, sincero, honrado, expresivo, franco, leal, abierto, tienen que ver con este hecho. La autenticidad es particularmente importante en el amor y la amistad: Cuando alguien se expresa honradamente, las cosas suelen funcionar más a menudo a su favor que en el caso contrario. Para encontrar gente que pueda amarnos tal como somos, tendremos que presentarnos tal como somos desde el primer momento. Además, los lazos de la pareja y de la familia parecen ser la fuente de felicidad más importante, independientemente de la renta o el nivel social.
Reflexionar sobre la felicidad: La gente más feliz atribuye mayor importancia a la felicidad, de lo que lo hacen otras personas. Además, parece haber reflexionado mucho sobre el tema, tiene una intuición penetrante sobre las fuentes fundamentales de la felicidad, una mayor sensibilidad para con las emociones felices y una mejor apreciación de éstas en su vida. El logro de felicidad puede estar estrechamente ligado a la importancia del deseo de ser feliz y al valor que cada cual le atribuye. En este sentido, es un objetivo posible, nada diferente de otros objetivos que una persona pudiera plantearse. La persona que tiene más oportunidades de alcanzarla es aquélla que piensa en su objetivo y que lo ha analizado exhaustivamente, aquélla que realiza mayores esfuerzos y aquélla, sobre todo, que posee una información acertada sobre el modo de lograrlo.