06 abril, 2007

DURERO

Tengo leído que, en el siglo XV, en una aldea cercana a Nüremberg vivía una familia cuyo padre trabajaba duramente en las minas de carbón, para poder mantener a sus hijos. Dos de ellos compartían un sueño: el de dedicarse a la pintura. Pero sabían que jamás podrían ir a estudiar a la Academia. Por esto, los hermanos acordaron lanzar una moneda al aire: El perdedor trabajaría en la mina para pagar los estudios de quien se hubiera visto favorecido por la suerte. Terminados los cursos, quien hubo resultado ganador, con las ventas de sus obras se haría cargo de los estudios del que quedó trabajando. Así, ambos podrían ser pintores. El llamado Albrecht Dürer (Durero) ganó y fue a estudiar a Nüremberg. El otro hermano hubo de laborar duramente durante cuatro años para sufragar los gastos de Albrecht, que pronto causó sensación en la Academia. Sus grabados, tallas y óleos eran mejores que los de sus propios profesores, y antes de graduarse ya ganaba considerables sumas de dinero con la venta de su arte.
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero celebró una fiesta en su honor. Albretch propuso un brindis y dijo: «Ahora, hermano, es tu turno: irás a Nüremberg a perseguir tus sueños».
Todos se volvieron hacia lugar de la mesa que ocupaba el minero, quien habló emocionado: «Gracias, hermano, pero es muy tarde para mí. Estos años de trabajo han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la artritis me duele hasta al levantar la copa en tu brindis. No podría trabajar con delicadeza, no podría manejar la pluma ni el pincel... Pero soy feliz de que mis manos hayan servido para que las tuyas cumplieran su sueño».
Han pasado más de 450 años desde entonces. Hoy los grabados, óleos, dibujos y tallas de Albretch Durero pueden ser vistos en museos en todo el mundo. Pero, para quien no lo supiera, la obra “Manos Orando”, con las palmas unidas y los dedos apuntando a
l cielo son el homenaje que un día rindió Albretch Durero al sacrificio de su hermano, sin el cual probablemente nunca hubiera llegado a ser quien finalmente fue.

-Albrecht Dürer falleció el 6 de abril de 1528-

 
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