26 diciembre, 2010

DESPUÉS DE TODO

El estudio - Bazille

«En resumen, podría echar a suertes quién soy o, más bien, quién fui. Es lo mismo. Después de todo, no soy sino la persona que habla. Pero que habla, ¿a quién?»
(Paul Éluard).

Imagino a Miguel Ángel, en su taller, el día en que recibió el enorme bloque de mármol que había encargado. Le veo; veo cómo, ya a solas, se da a observarlo, a acariciarlo, a mimarlo; cómo se arranca a desbastarlo con sus formones y buriles, comenzando quitar de la piedra caliza todo aquello que sobrara en su obra. Restos, fragmentos inútiles, basto jaspe, lo que no fuera La Piedad... Y siempre he pensado que semejante trabajo era asimismo, en otra escala, el mío: Hacerme, labrarme y apartar de mí todo aquello que no fuera mi modesta obra, para dejar únicamente esto, lo que soy...

Cuando pienso en clave de cinceles, tengo presente que en esta tarea de segregar de mí cuanto sobra he tenido ayudas impagables. Gracias a ellas, sigo esculpiendo mi alma, puliendo el detalle, de un modo cada vez menos obsesivo y arrebatado, con mayor sosiego. A día de hoy, no me asaltan mayores prisas. Tomo distancia y perspectiva, me observo y concluyo que soy lo que conozco y lo que ignoro; lo que reprimo y sueño; lo que digo y lo que callo; lo que hago y omito hacer. En parte, cuanto de mí atenazo, transpiro y desgajo fundamenta lo que he ido anotando en las páginas de este cuaderno, primero para mí, después también para contar.

Hago un alto y respiro conscientemente. Pienso en Miguel Ángel y en todos los bellos mármoles pulidos que me han servido de ejemplo. Y lo anoto agradecido, y lo cuento aquí, persuadido de que, lentamente, se va acortando aquella distancia que existía cuando, en un lejano día de mi primera juventud, escribí en una servilleta de papel que, después de todo, «soy un poco lo que soy, y otro poco lo que persigo.»

 
ir arriba