Venimos padeciendo una conmoción social que será objeto de especial interés en los futuros libros de Historia y nadie sabe por dónde saldremos de ésta. Lo real es que, en un contexto cada vez más incierto y movedizo, se ha ido reemplazando la sabiduría por el conocimiento y estamos a punto de reducir el conocimiento a mera información. Como si todo fuera lo mismo. Sabemos de muy poco, pero estamos aparentemente informados... Y hasta Dios se ha puesto las pilas y tiene un vicario en la red, con un nombre tan cachondo como Google.
Como sea, sin embargo, cada vez más nos invade la certeza de que juegan con nosotros. De que la información que nos llega está contaminada, manipulada por depredadores oportunistas cuya codicia y falta de escrúpulos amenaza nuestro bienestar y el de nuestros países. Y mientras nos recortan derechos, asistimos perplejos a las decisiones de esos títeres que son nuestros líderes, en manos de los grandes bancos y el mercadeo de los especuladores.
Afortunadamente, pese a todo, aún hay quien denuncia la hipocresía de los gobernantes y plantea alternativas revolucionarias para atenuar la crisis. Daniel Cohn-Bendit, por ejemplo, hablando claro y proponiendo desarmes en el Parlamento Europeo. No le harán caso, pero reconforta verle urgiendo con vehemencia cambios profundos. Y es que los necesitamos.
Recuerdo con especial simpatía los acontecimientos del 68, cuando el entonces Dany el Rojo arengaba a sus compañeros universitarios de Nanterre. «Queremos un mundo nuevo y original —decía—. Nos negamos a crecer en éste, donde la certeza de no morir de hambre se cambia por el riesgo de morir de aburrimiento...» Y sucedió lo del mayo francés. Y yo era un chiquillo. Y aquello estuvo bien, más tarde lo supe. Al menos, mientras duró.
Quise ver a Daniel Cohn-Bendit años después, hacia el 80, en uno de los viajes en que, mochila y saco de dormir a la espalda, solía cruzar Europa en autoestop, buscando una anhelada progresía que en este país, si no permanecía oculta, aún era incipiente y algo pacata. Sabía que Dany trabajaba en la librería Karl Marx de Frankfurt... Pero finalmente no me cuadró la ruta y no tuve de él sino impresiones: Se había convertido en una suerte de pequeño-burgués, de porte intelectual, que colaboraba en periódicos y revistas liberales. Las malas lenguas (mis amigos de la izquierda alternativa alemana) le descalificaban tachándole de revisionista. Y, quien era yo entonces, sintió una cierta pesadumbre ante la imagen del revolucionario ligeramente fondón y recauchutado que me pintaban, y el empolvado recuerdo de sus soflamas, removiendo conciencias estudiantiles... tiempo atrás.
Hoy sé que le juzgué mal. Desde hace varios años, Cohn-Bendit es diputado de Los Verdes en el Parlamento Europeo y últimamente ha vuelto a la palestra con el asunto de Grecia, la crisis que nos asola y la falsedad y el doble juego de nuestros dirigentes. Por esto, quiero ser justo con él y reconocer lo bien que me ha sentado su genio y su compromiso, por lo que de excepcional tiene, al verle peleando por revelar los artificios y cambalaches que encubre la crisis, por hacer transparente la información... En definitiva, por seguir siendo quien, para muchos, siempre fue: un soñador que quiso cambiar el mundo. Como tantos de nosotros.
P.S. El enlace para ver a Daniel C-B en la red: La estafa de Grecia.
Como sea, sin embargo, cada vez más nos invade la certeza de que juegan con nosotros. De que la información que nos llega está contaminada, manipulada por depredadores oportunistas cuya codicia y falta de escrúpulos amenaza nuestro bienestar y el de nuestros países. Y mientras nos recortan derechos, asistimos perplejos a las decisiones de esos títeres que son nuestros líderes, en manos de los grandes bancos y el mercadeo de los especuladores.
Afortunadamente, pese a todo, aún hay quien denuncia la hipocresía de los gobernantes y plantea alternativas revolucionarias para atenuar la crisis. Daniel Cohn-Bendit, por ejemplo, hablando claro y proponiendo desarmes en el Parlamento Europeo. No le harán caso, pero reconforta verle urgiendo con vehemencia cambios profundos. Y es que los necesitamos.
Recuerdo con especial simpatía los acontecimientos del 68, cuando el entonces Dany el Rojo arengaba a sus compañeros universitarios de Nanterre. «Queremos un mundo nuevo y original —decía—. Nos negamos a crecer en éste, donde la certeza de no morir de hambre se cambia por el riesgo de morir de aburrimiento...» Y sucedió lo del mayo francés. Y yo era un chiquillo. Y aquello estuvo bien, más tarde lo supe. Al menos, mientras duró.
Quise ver a Daniel Cohn-Bendit años después, hacia el 80, en uno de los viajes en que, mochila y saco de dormir a la espalda, solía cruzar Europa en autoestop, buscando una anhelada progresía que en este país, si no permanecía oculta, aún era incipiente y algo pacata. Sabía que Dany trabajaba en la librería Karl Marx de Frankfurt... Pero finalmente no me cuadró la ruta y no tuve de él sino impresiones: Se había convertido en una suerte de pequeño-burgués, de porte intelectual, que colaboraba en periódicos y revistas liberales. Las malas lenguas (mis amigos de la izquierda alternativa alemana) le descalificaban tachándole de revisionista. Y, quien era yo entonces, sintió una cierta pesadumbre ante la imagen del revolucionario ligeramente fondón y recauchutado que me pintaban, y el empolvado recuerdo de sus soflamas, removiendo conciencias estudiantiles... tiempo atrás.
Hoy sé que le juzgué mal. Desde hace varios años, Cohn-Bendit es diputado de Los Verdes en el Parlamento Europeo y últimamente ha vuelto a la palestra con el asunto de Grecia, la crisis que nos asola y la falsedad y el doble juego de nuestros dirigentes. Por esto, quiero ser justo con él y reconocer lo bien que me ha sentado su genio y su compromiso, por lo que de excepcional tiene, al verle peleando por revelar los artificios y cambalaches que encubre la crisis, por hacer transparente la información... En definitiva, por seguir siendo quien, para muchos, siempre fue: un soñador que quiso cambiar el mundo. Como tantos de nosotros.
P.S. El enlace para ver a Daniel C-B en la red: La estafa de Grecia.