Luminiscencia - Toffoletti
Parece indiscutible que la vida no tiene un significado universal para todo el mundo; pero sí es posible que cada cual llegue a darle un sentido. Cuando pienso en mi posición ante este asunto, me remito a las ilusiones que conservo y a los propósitos y esfuerzos que hago para conseguir algo (por pequeño y cotidiano que sea), porque unas y otros otorgan una razón de ser a mi existencia. Así tengo la sensación de que me reinvento con cierta necesidad... y de que mi pasado y mi futuro son un poco distintos cada día.
Dice mi querido profesor Andrés Ortiz-Osés que el sentido de la existencia es la insistencia; que existir es insistir. Otra pequeña verdad, guardada con mimo en un inspirado aforismo. Lo cierto es que cuando nos marcamos una meta vital contamos con infinidad de propuestas atractivas. Es cosa entonces de optar... Pero pienso que, por ser tantas, elegir nos genera incertidumbre; una incertidumbre grave e incómoda que mina la audacia de nuestro impulso vital, muchas veces hasta el punto de que terminamos depreciando la elección que habíamos hecho. Cuestión de insistir, sí; pero, ¿qué camino tomar?
Entonces es cuando me planteo seriamente si esta libertad, basada en la enorme oferta que existe, nos ayuda a darle significado a la propia vida... o si, más bien, al confundirnos e inquietarnos, sucede lo contrario. Y ante esta cuestión me encuentro un tanto perplejo, lo confieso. Porque el compromiso con una meta, y la propia manera de alcanzarla, parece mucho más fácil cuando las elecciones son pocas y están claras. Abundancia o restricción: ¿Cómo resolver este dilema? Personalmente siempre he concedido importancia a los límites y he aprendido que, de algún modo, aceptar las limitaciones libera. No me gustaría que se me malinterprete, pero cada vez estoy más convencido de ello.
Dice mi querido profesor Andrés Ortiz-Osés que el sentido de la existencia es la insistencia; que existir es insistir. Otra pequeña verdad, guardada con mimo en un inspirado aforismo. Lo cierto es que cuando nos marcamos una meta vital contamos con infinidad de propuestas atractivas. Es cosa entonces de optar... Pero pienso que, por ser tantas, elegir nos genera incertidumbre; una incertidumbre grave e incómoda que mina la audacia de nuestro impulso vital, muchas veces hasta el punto de que terminamos depreciando la elección que habíamos hecho. Cuestión de insistir, sí; pero, ¿qué camino tomar?
Entonces es cuando me planteo seriamente si esta libertad, basada en la enorme oferta que existe, nos ayuda a darle significado a la propia vida... o si, más bien, al confundirnos e inquietarnos, sucede lo contrario. Y ante esta cuestión me encuentro un tanto perplejo, lo confieso. Porque el compromiso con una meta, y la propia manera de alcanzarla, parece mucho más fácil cuando las elecciones son pocas y están claras. Abundancia o restricción: ¿Cómo resolver este dilema? Personalmente siempre he concedido importancia a los límites y he aprendido que, de algún modo, aceptar las limitaciones libera. No me gustaría que se me malinterprete, pero cada vez estoy más convencido de ello.