En la Grecia antigua, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que inspiraba a todos cuantos le conocían.
Se dice que un día se le acercó un conocido y le dijo:
—Sócrates, ¿sabes lo que escuché ayer acerca de uno de tus amigos?
—No, desde luego, pero espera un minuto —le interrumpió el filósofo—. Antes de contarme nada, quisiera que pasaras una pequeña prueba. Yo la llamo el triple filtro.
—¿Triple filtro?...
—Eso es —continuó Sócrates—. Puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decirme de mi amigo. Verás —prosiguió el filósofo—, el primer filtro es el de la verdad. Sólo dime: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a contarme es cierto?
—No —reconoció el hombre—; sólo escuché hablar sobre ello y...
—De acuerdo —dijo Sócrates—. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el de la bondad: ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
—Me temo que no. Al contrario...
—Entonces, deseas contarme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto... Y, sin embargo, podría querer escucharlo, porque queda un tercer filtro: el de la utilidad. La pregunta pues es ésta: ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
—No, tampoco. Tengo que reconocerlo.
—Pues bien —concluyó Sócrates—, si lo que deseas contarme de él no es cierto, ni bueno e incluso no es útil... ¿para qué crees que querría saberlo?
Realmente no sé si este diálogo, que se atribuye a Sócrates, es fiel. Ni siquiera sé si se produjo realmente. Me llegó hace unos meses por correo electrónico y confirmo que ha sido objeto de publicación en otras páginas de la red. Esto me lleva a pensar que, probablemente, lo conocéis... Sin embargo, al releerlo me ha apetecido editarlo, porque supongo que no está de más una lectura de refresco. Personalmente me mueve a revisar mi propia actitud ante mis amigos y por esto le doy un especial valor. Cuántas veces escuchamos comentarios negativos sobre personas a las que queremos... ¡y no hacemos nada! Como pienso que es importantísimo cultivar nuestros afectos más cercanos y, desde luego, cuidarlos, lo publico. Porque pienso que “los nuestros” son lo más preciado que tenemos.
—Sócrates, ¿sabes lo que escuché ayer acerca de uno de tus amigos?
—No, desde luego, pero espera un minuto —le interrumpió el filósofo—. Antes de contarme nada, quisiera que pasaras una pequeña prueba. Yo la llamo el triple filtro.
—¿Triple filtro?...
—Eso es —continuó Sócrates—. Puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decirme de mi amigo. Verás —prosiguió el filósofo—, el primer filtro es el de la verdad. Sólo dime: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a contarme es cierto?
—No —reconoció el hombre—; sólo escuché hablar sobre ello y...
—De acuerdo —dijo Sócrates—. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el de la bondad: ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
—Me temo que no. Al contrario...
—Entonces, deseas contarme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto... Y, sin embargo, podría querer escucharlo, porque queda un tercer filtro: el de la utilidad. La pregunta pues es ésta: ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
—No, tampoco. Tengo que reconocerlo.
—Pues bien —concluyó Sócrates—, si lo que deseas contarme de él no es cierto, ni bueno e incluso no es útil... ¿para qué crees que querría saberlo?
Realmente no sé si este diálogo, que se atribuye a Sócrates, es fiel. Ni siquiera sé si se produjo realmente. Me llegó hace unos meses por correo electrónico y confirmo que ha sido objeto de publicación en otras páginas de la red. Esto me lleva a pensar que, probablemente, lo conocéis... Sin embargo, al releerlo me ha apetecido editarlo, porque supongo que no está de más una lectura de refresco. Personalmente me mueve a revisar mi propia actitud ante mis amigos y por esto le doy un especial valor. Cuántas veces escuchamos comentarios negativos sobre personas a las que queremos... ¡y no hacemos nada! Como pienso que es importantísimo cultivar nuestros afectos más cercanos y, desde luego, cuidarlos, lo publico. Porque pienso que “los nuestros” son lo más preciado que tenemos.