09 febrero, 2007

SUERTE Y DESTINO

La cuerda sensible - Magritte

Parece más que evidente que, como los hábitos, las actitudes, los microbios y las hortalizas, la suerte se cultiva. A la sazón, que ésta última le aborde y colme a uno mientras está tirado como un pánfilo en la hamaca de la pigricia, parece algo más bien milagroso. Y, por contra, a nadie le debería extrañar que, a aquél a quien le va francamente bien, la suerte le haya encontrado trabajando (como dijo Picasso que a él le abordaba la inspiración, y como tan acertadamente remató S. Leacock: Creo muchísimo en la suerte y descubro que cuanto más trabajo más suerte tengo). Así, tal vez porque la suerte dependa en buena medida de una acertada combinación de preparación y oportunidad, lo que nos sucede, por lo general, no queda tanto en manos del azar como pudieran presagiar algunas-bastantes-muchas criaturas desencantadas de la vida.
En mi dinámica (y modesta) opinión, algo similar sucede con el destino. Es muy frecuente idear el destino como algo ajeno a nosotros, esencialmente inaccesible, que escapa a nuestro entendimiento y a nuestra voluntad, lo cual nos lleva a concebir la existencia humana de un modo determinista. «Era su destino», se suele decir. «Lo que tenga que ser, será», afirma también, con toda lógica, un proverbio sufí... Y parece que hayamos de resignarnos a aceptar los designios del hado, aquí con cargo a nuestra herencia judeo-cristiana, como si bien poco pudiéramos hacer por modelar y alterar nuestro guión de vida. Sin embargo...
Sin embargo, me resisto a semejante sometimiento y quisiera reivindicar otro modo de enfocar la cuestión. Tengo anotado en mi prontuario que el destino es la consecuencia de nuestro pasado, que nos sigue por delante. Y detrás de este aforismo y de la aparente paradoja que encierra, se sitúa para mí la clave interpretativa de muchos de los acontecimientos que nos suceden, y es ahí donde cobra sentido nuestra libertad para influir sobre ellos, a pesar del ineludible gobierno del azar.
Al igual que cultivamos nuestra suerte, todo cuanto vamos perpetrando no sólo modifica el presente, también afecta a nuestro futuro, influye en nuestro alrededor o, lo que es lo mismo, nos involucra en la vida y, en esta medida, no únicamente nos conforma sino que, asimismo, modela nuestro destino. «Cela que tu fais, te fait», dice un viejo proverbio francmasón.
Por todo ello, intuyo que cualquier momento es apropiado considerar lo importante que es no ceder a la fuerza de la corriente y labrarse la suerte e ir esculpiendo con voluntad el destino de cada quien. No deja de ser una manera de ir creciendo en libertad y de dar un sugestivo sentido (otro más) a nuestra propia vida.
 
ir arriba