13 noviembre, 2011

ROMPER INERCIAS

País - Xul Solar

Resulta que se nos echan encima las elecciones generales, mientras liquidan nuestros candidatos otra anodina campaña, desplegada ante un pueblo maltratado por el desempleo y las medidas anti-crisis, y necesitado de ver cambios reales y efectivos, lejos del deprimente espectáculo de los reproches y las propuestas oportunistas. Uno termina por concluir que llueve sobre mojado.
Pero que no se confíen, sin embargo, en que como electores nos conformaremos con el dudoso privilegio de votar con una ley electoral nada justa y dentro de un sistema de listas cerradas
que no responde a una democracia interna real. No, eso ya no vale; como no valen las viejas artes de prestidigitación, nuevamente exhibidas en esta última cruzada por el voto que padecemos, porque no son sino variaciones sobre un mismo y agotado tema. Como dicen los franceses, on connaît la chanson.
Huelga recordar a estas alturas que la soberanía de un pueblo democrático reside en su parlamento y que es ejercida por aquellos en quienes la ciudadanía deposita su confianza para que gobiernen. Sin embargo, gobernantes y partidos no parecen representar tanto a sus electores como a quienes les financian, sean la Banca, las Corporaciones o ese etéreo Mercado, tripulado por un omnipotente puñado de gestores de fondos de inversión que fomenta y encauza la crisis, en beneficio de los sectores más ricos. Hemos llegado a un punto en que no resulta disparatado afirmar que no gobiernan los políticos sino los financieros y que estos han provocado una especie de suspensión cautelar de la democracia, a la que, cada día más desesperados y perplejos, venimos asistiendo. Pero, mientras nuestros dirigentes parecen secuestrados, incapaces de ponerse de acuerdo para acotar el despotismo de los grandes especuladores, muchos nos preguntamos: ¿es que sólo cabe resignarse?

Personalmente, por más que no ponga cara a quienes operan en el cruento escenario de la usura globalizada y no esté a mi alcance coger de la pechera a un petimetre de esas impresentables Moody’s o Fitch o a un
broker de Goldman Sach, para pedirles cuentas por su inmoralidad y sus desmanes, tampoco puedo cruzarme de brazos. La crisis será general, de acuerdo, pero aquí y ahora, en estas elecciones, nos volvemos a jugar lo más cercano, lo nuestro, y ésta es una nueva oportunidad de poner en su sitio y exigir responsabilidades a quienes tendrían que, efectivamente, representarnos. Alguien escribió en una pancarta de la Puerta del Sol que ya no es tanto una cuestión de la izquierda contra la derecha, sino de los de abajo contra los de arriba. En parte, lo suscribo. Sin embargo, también es cierto que es hora de romper inercias y, pese a lo que auguren los sondeos electorales, es posible hacerlo. Afortunadamente, la gran conversación en que se ha ido convirtiendo el 15-M continúa viva. Hablar de la separación de poderes y de la no-prevalencia del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial, de la necesaria modificación de la ley electoral, de la reforma fiscal, de la persecución de la corrupción política, de la vigilancia y el control a los bancos, de repensar el futuro de instituciones como el Senado y otras, y un largo etcétera, está suponiendo un valioso y saludable ejercicio de cultura democrática de indiscutible vocación transformadora.
En nuestras manos (voten o no) está el evitar que se convierta en una verdad sin paliativos aquello que dijo Bukowski de que la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en una democracia puedes votar antes de recibir las órdenes.


 
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