El álbum - Juan Gris.
Me siento bien contigo cuando nuestras miradas se cruzan y, de la fugacidad de ese encuentro, mi retina hereda el brillo intenso de tus ojos. Bien, cuando pronuncias mi nombre y tu voz se me antoja el solvente reclamo de una incondicional cercanía... Y cuando te dibujas en un mohín, con esa reposada elocuencia que interpreta sabiamente mi silencio...
Me agrego a ti, como si tal tu sombra fuera, y juego al ciego vinculado a tu brazo en un dejarme guiar por las aceras que transito; y entonces, del mismo modo, me siento bien tan a tu paso, tan a tu lado, tan contigo.
Eres reina de esa constelación de mundos que me pueblan y algo de tu gesto, cuando te ladeas y furtivamente sonríes, te otorga el fulgor de una estrella incandescente y te vuelve íntima, mi feliz compinche, esos ojos que lo dicen todo, la mano leal que, según se despide, aprieta un poco la mía...
Por eso consagro a tu memoria esta noche y, bajo su manto de celeste obsidiana, repito devotamente tu nombre con una cadencia que tiene algo de breve arrullo... Entonces cierro los ojos y, ya ves: sólo pienso que me siento bien contigo.
Me agrego a ti, como si tal tu sombra fuera, y juego al ciego vinculado a tu brazo en un dejarme guiar por las aceras que transito; y entonces, del mismo modo, me siento bien tan a tu paso, tan a tu lado, tan contigo.
Eres reina de esa constelación de mundos que me pueblan y algo de tu gesto, cuando te ladeas y furtivamente sonríes, te otorga el fulgor de una estrella incandescente y te vuelve íntima, mi feliz compinche, esos ojos que lo dicen todo, la mano leal que, según se despide, aprieta un poco la mía...
Por eso consagro a tu memoria esta noche y, bajo su manto de celeste obsidiana, repito devotamente tu nombre con una cadencia que tiene algo de breve arrullo... Entonces cierro los ojos y, ya ves: sólo pienso que me siento bien contigo.